Con los dedos, con los ojos. Con el dorso de la mano en una bofetada o la palma acariciando una mejilla. Con un pestañeo o incluso la curva ascendente de la comisura de la boca. Esas marcas que dejamos con la frenética contorsión de un abrazo o la estática maniobra de una mirada fija desde el otro extremo de la habitación.
¿Te marca más que te fabriquen un beso calculado o que descarguen en ti un discurso improvisado?
¿Es la intensidad de la marca dependiente del clima de la temporada o de las coordenadas?
¿Depende mas del pulso de la mano o la tensión de la piel? Victimario o víctima. Pincel o lienzo.
¿a ti te marca mas la suavidad de una piedra envuelta en un paño de seda o el estruendo de una pluma cayendo sobre el cristal?
Es como dejar un mapa en las personas que dibujamos con actos, con promesas, con engaños. Todos tienen una historia tatuada en el corazón. Escrita con mil tipos de letra diferente, con profundidades milimétricamente distintas. Como huellas dactilares en el alma. Debes saber que cada sentimiento es una tinta y cada acto una aguja. El mundo es un lienzo en blanco.
¿Qué es un beso? sino un tatuaje hecho con amor, con engaño o con adiós.
Atentamente, Apolo.
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so wide and meaty 😩😩
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'Te conté cuanto me gustaba armar cosas. Tu me dijiste que para ti era difícil. Respondi que no importaba, que contigo cualquier cosa era mejor y que mejor armaramos... Y corte la frase, por miedo a tu reacción, por miedo a ir muy rápido. Insististe en que la completará. Entonces añadí "una linda relación". Me respondiste que estabas de acuerdo, que la idea te encantaba. Yo sonreí y me quede viendo al techo, sabiendo que te había mentido, porque lo que realmente quiero armar, es una vida contigo. Así de seguro estoy de lo que siento y eso me aterra, porque la decisión no es solamente mía.'
Lo intente. Te juro que lo intente. Sentarme y dejarme llevar. Dejar que mis manos danzaran con la tonada de mi mente y escribieran una sinfonía de mis sentimientos, pero no pude. Se me ha vuelto tan difícil explicar todo lo que siento. Se me ha hecho tan raro eso de expresarme. Como si mis emociones no fueran propias. Fueran implantadas desde otra alma. Ajenas a mi mundo interno. Me siento un extraño en mi propio cuerpo. Desconozco a mi propia mente. Pregúntame como estoy y mi mente se encuentra en blanco. No se ya si me siento de una u otra forma o sencillamente estoy tan acostumbrado a determinadas sensaciones que cualquier otra opción me resulta imposible de reconocer. Como si estuviera encerrado en una caja sin la capacidad de ver más allá de cuatro paredes, un techo y un suelo. Es como vivir con un extraño sin dirigirle la palabra. Intentando entender costumbres que no son tuyas. Es como caminar en un cuarto oscuro, en el que no importa a donde avances todo te resultara igual. La misma mierda cada día. Despertar de madrugada, sudando, después de una pesadilla. Abrazar la almohada sin poder llorar porque no sé si lo que siento es miedo, pero algo en mí me dice que esa es la respuesta natural. ¿Queda algo de natural en mí? Volver a conciliar el sueño solo para despertar por la mañana sintiendo que es todo un sueño. Reír cuando los otros ríen; sonreír, saludar, comer. El tabaco me sabe a ceniza. La lluvia me moja porque es agua, pero yo no lo siento. Escuchar mi voz como si fuera un instrumento extranjero y desafinado. Verme en el espejo y tener esa sensación de ver fotografías familiares viejas, con tantos rostros que a personas cercanas a mí les pueden resultar familiares, más a mí no me producen ni ternura ni rencor. Un extraño con quien estoy tan familiarizado. ¿Estoy cansado? ¿De qué estoy cansado? ¿De tanto hacer nada? Es el efecto de aquella herida, cuyo dolor ha pasado tanto tiempo contigo que ya no duele, solo existe. Es lo que pasa cuando estás tan mojado que ya no sientes frio, pero si dejara de llover comenzarías a temblar. ¿Es que acaso estoy temblando y no lo noto? ¿O es que ardo en llamas y mi piel ya se ha carbonizado? ¿Qué ocurre cuando acá todos me entienden menos yo? ¿Cómo estas, querido extraño que vives conmigo?
Atte. Apolo
Recuerdo bien ese día. Me encontraba yo entre la sociedad, entre una multitud de rostros. Muecas despreciables y engañosas. Bocas torcidas y gestos perversos. Miradas heridas y tristes, tantas miradas y entre todas esas miradas, estaba la tuya. Me mirabas y mi mundo entero parecía concentrarse en esos ojos. En el único par de ojos que no huían de la oscuridad de mis pupilas. Allí estabas, sonriendo. Con tu sonrisa triste y cansada, tan tierna que estremece cada fragmento de mi quebrada existencia. Allí estabas tú, parado en medio de la nada, tan solo. Allí estaba yo, temblando de frio y cansado de vivir, completamente abandonado. Ambos rodeados de tantos rostros vacíos. Ambos acompañados únicamente de la soledad.
El sol entraba a través de cristales empañados con lágrimas secas. Recuerdo que apenas pude sostener la intensidad de la conexión entre nuestros ojos, pero fue suficiente para que tu rostro quedara grabado en mi memoria y tu sonrisa en mi corazón, mi temeroso y débil corazón. Ese momento domino completamente los torcidos pensamientos de mi cabeza durante todo el día y lo escondí, en lo más recóndito de mi mente. No quería que nadie viera. Poco me imaginaba que ese día comenzaría lo que sería, la más intensa de mis aventuras hasta ahora. Me encontraba yo tan frágil y débil en ese momento. A penas habiendo salido de una cruenta batalla en que mis sentimientos habían salido desgarrados. Tu solo me mirabas. La verdad no sé cuánto tiempo lo hiciste, pero la sensación que embargaba todo mi ser se mantuvo en el ambiente por el resto del día.
Recuerdo que los días pasaron y que poco a poco la sensación se fue apagando, hasta desvanecerse. Caminaba yo sin pensarlo. Vivía solo porque no estaba muerto y me movía con las masas, pensando en tantas cosas que al final no pensaba en nada. Solo quería una respuesta y entonces, allí estabas. Sentado, tan tranquilo y me mirabas. Tu mirada parecía penetrar en mí ser y perderse en el interior de mi debilidad humana. Sonreías y yo no podía dejar de verte temblando. Me sentía tan vulnerable e indefenso, pero tampoco sentía necesidad alguna de protegerme. Mi corazón convulsionaba en mi interior y por unos segundos, me volví a sentir tan vivo.
Recuerdo que los encuentros entre tu mirada y la mía se repitieron varias veces. Cada uno era igual de intenso que el anterior. Cada uno me hacía pensar más y más tiempo en ti. Preguntarme quien eras y que era lo que buscabas en mis ojos. Aun así no me preocupaba. Tenía tanto encima que no tenía tiempo para sentirme atrapado por ti, puesto que me sentía amordazado por mis pesares y mis culpas. Aun así cada vez que te miraba me sentía más tranquilo, porque de alguna manera sentía que nos acompañaba la misma soledad y que eso de alguna manera, significaba que nos acompañábamos mutuamente. Al menos así me sentía yo.
Recuerdo que el día que eso cambio el sol me quemaba los ojos. La nicotina aun transitaba mis venas y la risa salía forzosamente por mi garganta, no era más que un ejercicio para no perder la habilidad. Yo escuchaba las voces que me rodeaban y tenía la mirada perdida en el paisaje. Entonces paso. Tu esencia se difundió por el aire y en el instante sentí tu mirada sobre mí. Te veía sonreír y tú me veías temblar, aunque no sabías que estaba temblando. Me sonroje y no te pude quitarte la vista de encima. Cuando desapareciste recuerdo que me quede tan vacío y tan intrigado. Ese fue el día en que comencé a buscar tu mirada. Cada vez que caminaba entre las personas, que me sentaba bajo la sombra o que inhalaba un poco del aliento de la muerte, buscaba tus ojos. Solo quería volver a sentirme vivo.
Recuerdo que los días pasaron y tus ojos no se asomaron, hasta que me encontraste. Sabias mi nombre y ahora yo conocía el tuyo. La emoción era embriagante y no sabía que sentimiento era más fuerte, el miedo o la alegría. La intensidad de lo que tus ojos provocan en mi me atemoriza, pero la belleza de la sensación que dejan me hace sonreír esperanzado. De repente luchaba con una imagen en un monitor, intentando buscar en ella el mínimo rastro de lo que tus ojos provocan en mí. Durante horas estuve observando tu imagen, deseando encontrar en ella algún indicio del porqué de esta conexión. Al día siguiente todo lo que quería era verte y que tu no me vieras. Quería observarte desde la distancia y solo verte pasar. Verte sonreír. Ver que estabas vivo y averiguar si eso me hacía sentir igual de vivo. Me encontraba en un dilema en que no quería verte porque no quería me vieras y al mismo tiempo moría por hacerlo porque necesitaba observarte.
Recuerdo que, por cosas de la vida tu presencia parecía atraerme, pues te encontré. Estabas de espaldas y yo solo me paralice. Te observaba leer y esforzarte por aprender alguna lección. Por un momento pensé en sentarme a tu lado y solo verte, sonreír y luego marcharme. Sin embargo el miedo era más fuerte que el deseo y comencé a huir silenciosamente. Aun así tu tienes un efecto adictivo sobre mí, pues las ganas de sentirte cerca solo aumentaron. Cuando volviste a aparecer y me viste, apenas pude aguantarte la mirada. Comencé una lucha masoquista entre la opresión de tus ojos sobre mí y mi enorme deseo de verlos. Te posicionaste de tal manera que nos separaba una puerta de madera y lo único que podía ver eran tus pies. Comencé el fracasado intento de leer tus pensamientos por medio de tus pasos. Me preguntaba si me habías visto, si querías verme. Como todo tiende al equilibrio en esta vida, de la misma manera en que apareciste, te desvaneciste. De repente no estabas y yo me quedaba tan vacío. Con ganas de salir corriendo a buscarte.
Recuerdo que esa noche charlamos. En cuanto vi tu mensaje el mundo parecía contraerse y luego explotar entorno a mí. En cuestión de segundos calcule cada posibilidad, cada respuesta y sencillamente te respondí. Yo te pregunte el “por qué” que tanto me atormentaba y tú frenaste mi impulsividad. Propusiste un juego que me resulto de lo más encantador, después de tanto tiempo sin jugar la experiencia me parecía fascinante. Recuerdo que tú preguntabas y yo respondía, que posteriormente los papeles se invertían. Yo media cada pregunta, la planificaba intensamente y a través de preguntas aparentemente simples intentaba leer las palabras escondidas de tus respuestas. En contraste total con mis preguntas, mis respuestas en cambio eran totalmente espontaneas, tan sinceras y tan honestas, que dejaban al desnudo todo mi ser, pero nunca sentí necesidad de cubrirlo. Hablar contigo me resultaba tan natural.
Recuerdo que las preguntas lentamente iban aumentando de profundidad y sin avisar todo sencillamente exploto. No sé quién de los dos detono la bomba, solo sé que ambos la armamos. Nuestra tristeza, nuestra soledad y nuestros miedos comenzaron a brotar como hormigas defendiendo su hogar, pero no peleaban entre ellas, si no que de alguna manera parecían complementarse. La sinfonía de tu boca y los versos de la mía parecían formar una bella pieza musical. Esa noche acordamos vernos al día siguiente y yo no sabía que esperar de esto, de ti, de mí.
Recuerdo que me levante muy emocionado. No sabía ni que ponerme y tampoco importaba realmente, solo esperaba que hiciera que me vieras. El camino se me hizo eterno y deseaba no ser gato, sino ser un águila o al menos un colibrí, para salir volando y evadir los obstáculos terrestres. Cuando te vi deseaba sorprenderte, no tenía idea de qué hacer cuando te tuviera cerca, pero intente acercarme sigilosamente. Aun así mi nerviosismo y mis ganas de ver tus ojos parecieron delatarme. Por primera vez hice contacto con tu piel y aunque solo fue por unos segundos que tu mano choco con la mía, grabe la sensación en mi memoria para el resto del día, quizá para el resto de la vida.
Recuerdo que entramos a un salón y nos retiramos al fondo. Tú comenzaste a pelear contra el silencio contándome de tus aficiones. Yo solo quería verte hablar y grabar tu voz en mi memoria. Escuchaba atentamente a todas tus manías y tus excentricidades. Atentamente veía y oía todas tus peculiares aficiones que me parecen tan bellas y tiernas. Tu mirada ya no me hacía temblar, pero aún me hacía sentir muy vivo. Me preguntaba cómo se sentía tu piel y cuál era el olor de tu cabello. Me cuestionaba que pasaba por tu cabeza. Salimos de allí y nos fuimos a sentar. Me senté primero deseado que te sentaras a mi lado, en cambio elegiste poner una mesa de muralla entre nosotros. Pensé por un momento cambiarme de lugar, pero no quería incomodarte, pues ya conocía tus miedos. Recuerdo que terminamos hablando de tus temores y solo conseguiste remover en mí el recuerdo de cómo me sentía yo cuando los tenia.
Recuerdo que me dijiste que lo que querías era un amigo, no era que no desearas otra cosa, sencillamente preferías un amigo y quizá, solo quizá, podría ser que algún día de una amistad saliera algo más. Notaste la decepción en mi mirada o la escuchaste en mi tono de voz, no sé qué fue lo que me delato. Yo solo te mentí con la verdad. Al final te dije que lo único que quería era darte lo que querías, lo cual es cierto. Te dije que lo mejor que podía hacer seria acompañarte, lo cual es verdad. Te dije que sabía que tarde o temprano me lastimarías, de lo que estoy seguro. Te dije que eso no significaba que me alejaría de ti, cosa que es un hecho. Lo que no te dije, era que en el fondo moría por besarte. Lo que no te conté, era que yo tengo más miedo que tú, pero yo tengo más experiencia ocultándolo. Lo que te oculte es que en el fondo, solo soy un niño asustado que ruega por un poco de amor reciproco. Porque si, mi corazón funciona de manera diferente de la del resto de personas. Nunca he necesitado que me quieran para querer, ni que me amen para amar. Quiero por decisión propia, amo por razones de mi corazón. En lo que te mentí, fue cuando te dije que no estaba decepcionado, porque si lo estoy, profundamente decepcionado… de mí. De no poder hacer más. De no poder arrancarte el miedo como quisiera. De no poder demostrarte que el amor no se elige y que venga de donde venga, el amor es amor.
Recuerdo que comencé a pensar en cuanto tiempo pase en el mismo dilema que tú. Por un momento comencé a discutir con todas las voces de mi cabeza intentado decidir si debía alejarme por ti, por mí o no debía hacerlo. Sencillamente concluí que era tonto pensarlo puesto que, aunque quisiera alejarme, aunque me lastimara estar contigo, ya era adicto a tu presencia. No importa lo que pase, va en contra de mi naturaleza abandonar a las personas. Tome tu mano por primera vez y solo quería entrelazar nuestros dedos, pero no quería aferrarme a ti. Comencé a leer cada uno de tus falanges sin decirte una palabra de lo que halle. Tú escribiste mi nombre en tu cuaderno y me lo regalaste. Subestimaste el valor que yo le doy a las cosas insinuando que podía desecharlo si quería. Realmente no te imaginas que las cosas más simples son las que más valor tienen para mí. No tienes idea alguna de lo que esa hoja significara para mí el resto de mi solitaria existencia.
Recuerdo que nos levantamos y caminamos otro rato, buscando un sitio que no tuviera una barrera entre nosotros. Volví entonces, después de mucho tiempo, a un sitio donde había dejado muchas emociones. Donde había derramado muchas lágrimas. Donde había dado tantos besos. Donde me habían apuñalado no por la espalda, si no lentamente por el pecho. Mas el estar contigo, hacía que no importara. El dolor de esa herida parecía haberse desvanecido ya para siempre. Tú cortaste una flor de un árbol y me la regalaste. Sentí su aroma y comencé a pensar tantas cosas. ¿Los hombres se regalan flores? Esa flor. Esos pétalos amarillos me parecieron un regalo tan extraño, peculiar e inusual. Aun así, me parecía el regalo más sencillamente tierno y lindo que alguien me haya hecho. Jugué un rato con la flor en mi mano y la guarde. Me trague las ganas de llorar y comencé a abrir aún más mi corazón contigo, esperando así sacarte un poco de tristeza, al meterla dentro de mi alma. Mis esfuerzos fueron en vano pues éstas fuertemente sellado.
Recuerdo que fui sincero contigo y te conté mi propósito en este mundo. Te hable de lo triste que se ha vuelto mi vida y de cómo he dejado de interesarme por ella. Te revele que mi principal propósito en este momento es hacerte sonreír de verdad. Tu solo me abrazaste. Yo moría por hacerlo también. Por aferrarme por un momento a ti y sentirme seguro, a la vez que te protegía. Pero sabía que si lo hacía terminaría llorando en tu hombro y quizá no podría controlar las malditas ganas de arrancarte la tristeza. Me calle tantas cosas y solo te pedí que me dejaras acompañarte. Nos ocultamos de la lluvia y nos sentamos un poco más cerca. El calor de tu cuerpo parecía tener un efecto hipnótico sobre el mío. Bese tu mejilla y tú te recostaste en mi hombro. Te rodee con un brazo y tomaste mi mano. La besaste y yo quería llorar en ese momento. Termine recostado sobre tu pierna y charlamos otro rato. Tu intentabas decirme algo de muchas maneras diferentes y yo no entendía nada de lo que decías, estaba muy ocupado traduciendo el único lenguaje que sé que no puede mentir, el de tus ojos. Parecías sentirte feliz o al menos contento. Esperaba así fuera, eso me hacía sentir un poco mejor conmigo mismo. El tiempo pareció escaparse de mis manos y llego la hora en que te marchaste. Cuando te fuiste y te vi alejándote, solo sentía como gradualmente me arrancaban la sensación de estar vivo y pasaba a un profundo estado catatónico.
Recuerdo bien todo esto. Ahora me acompañara por toda mi vida. Solo espero que no sea el final de nuestros recuerdos, pues hay mucho que quiero hacer contigo. Tanto que voy a mostrarte. Solo espero que me lo permitas. Quisiera que entendieras que cuando te veo a los ojos y te sonrió tiernamente, es porque cuando hago eso consigo enterrar mis lágrimas dentro de mí. Quisiera que supieras que cada vez que suspiro es un beso que no te doy, aunque muero por hacerlo, pues sé que es quizá el método más eficaz para extirpar la depresión. Quisiera que vieras las cosas como yo, pues no puede ser que el amor, que no daña a nadie más que a quienes lo sienten, este mal. Quisiera que me creyeras cuando te digo que yo solo quiero hacerte feliz y no podría hacerte daño ni abandonarte. Quisiera estar contigo y nunca dejar de sentirme vivo. Quisiera, solo quisiera, saber porque es tan malo es que los hombres se regalen flores. Quisiera tanto decírtelo. Decirte este sentimiento inexplicable que comienza a quebrantar mis murallas nuevamente buscando salir. Pero sé que no me creerías. Yo tampoco lo creería de no ser porque lo siento. Porque no puedo evitar sentirlo. Aunque acabamos de conocernos. Aunque para ti este mal. Aunque tus temores sean tan enormes. Aunque yo esté tan quebrado. Aunque el mundo esté en contra de ello. Aunque tú no puedas creerlo. Aunque parezca completamente imposible e ilógico que suceda esto tan rápido. Aunque tú no quieras que pase todo tan aceleradamente. A pesar de todo eso no puedo evitar sentir, que de alguna manera, la profunda tristeza de tus ojos y la soledad que compartimos. Lo hermoso de tu ser y las sensaciones que provocas en mí. La flor que me regalaste y mi nombre en tu cuaderno han provocado que yo me esté enamorando, tan alocadamente, como mi corazón hexagonal puede hacerlo.
Atte.: Apolo.
Siento como me devoran largas noches de velar ideas inconclusas, mientras escucho el crujir de mis nudillos sincronizarse con el de las ramas azotadas por el viento. Dejare que sea el frio abrigo de la incertidumbre el que me acoja y veré un amanecer gris dibujarse con lápiz sobre el lienzo de Dios. Quizá una gota de nostalgia escape de mis acorazados ojos negros o un diluvio fluya desde la caverna de mis palabras. Esperare pacientemente en un letargo añorante la llegada del futuro. Dibujare con mis falanges círculos concéntricos y veré aproximarse la próxima estación de mi vida. No busco otra gloria que la de vivir a mi manera, ni codicio otra riqueza que la de ser libre. No añoro otra aventura que no sea la que me espera, ni pretendo interpretar otro personaje, más que el de mi carne. Abrazare a la tristeza mi lúgubre amiga y me despediré de ella por un tiempo. Cantare a mi amada luna y sus destellos perdidos, y ella se alejara al compás de la sinfonía del tiempo. Soñare que estoy perdido en un abismo y quizá allí pueda encontrarme, conversando con el polvo. Me hundiré en un mar de interrogantes, sin ahogarme en la desesperación de la duda. Tomare tu mano como un niño, inseguro y torpe. Primero me aferrare a tu meñique y dejare que tires suavemente de mis pasos. Luego entrelazare nuestros dedos y te llevare la colina en que algún día, deje escapar un suspiro eterno. Te pediré que me mientas y me digas, que todo estará bien. Te sonreiré y te creeré, que no vas a lastimarme. Aunque quiera reparar todos los corazones que he roto, no puedo reparar aquello que me mata. Negociare la paz con mis fantasmas y les construiré tumbas para que puedan descansar. Fundiré las cadenas que me atan, con las llamas que prenderé de mi culpa acumulada a lo largo de estos años. Me dejare fluir con la corriente de los eventos que llaman y veré el reflejo de mi esperanza en tus ojos. Dejare de tener miedo para darte a ti el valor de partir conmigo. Trazare un nuevo pacto conmigo y buscare la fotografía de mi felicidad, para reproducirla. Me atreveré a deslizar una vez más por la ladera y profundizar el bosque de crecientes posibilidades y plantare en el los planos de mis sueños. Dejare de existir como un niño asustado, para vivir como un joven, aunque me sienta tan viejo. Seré un insensato y arriesgare mi vida, con tal de sentirla llenando mi pecho. Sobreviviré a esta noche con los mil temores que me atormentan y a la mañana gris que precede a la tormenta. Y cuando caigan las primeras lágrimas de lluvia, las beberé para comenzar este viaje. Pues esta es la última noche, de los años largos…
Atte. Apolo
The shape of this guy's feet is phenomenal 👀
Pensamientos nocturnos y cosas por el estilo. Javier/Bipolar/SaberQueSexual pero sexual/Causipoeta
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