Recuerdo bien ese día. Me encontraba yo entre la sociedad, entre una multitud de rostros. Muecas despreciables y engañosas. Bocas torcidas y gestos perversos. Miradas heridas y tristes, tantas miradas y entre todas esas miradas, estaba la tuya. Me mirabas y mi mundo entero parecía concentrarse en esos ojos. En el único par de ojos que no huían de la oscuridad de mis pupilas. Allí estabas, sonriendo. Con tu sonrisa triste y cansada, tan tierna que estremece cada fragmento de mi quebrada existencia. Allí estabas tú, parado en medio de la nada, tan solo. Allí estaba yo, temblando de frio y cansado de vivir, completamente abandonado. Ambos rodeados de tantos rostros vacíos. Ambos acompañados únicamente de la soledad.
El sol entraba a través de cristales empañados con lágrimas secas. Recuerdo que apenas pude sostener la intensidad de la conexión entre nuestros ojos, pero fue suficiente para que tu rostro quedara grabado en mi memoria y tu sonrisa en mi corazón, mi temeroso y débil corazón. Ese momento domino completamente los torcidos pensamientos de mi cabeza durante todo el día y lo escondí, en lo más recóndito de mi mente. No quería que nadie viera. Poco me imaginaba que ese día comenzaría lo que sería, la más intensa de mis aventuras hasta ahora. Me encontraba yo tan frágil y débil en ese momento. A penas habiendo salido de una cruenta batalla en que mis sentimientos habían salido desgarrados. Tu solo me mirabas. La verdad no sé cuánto tiempo lo hiciste, pero la sensación que embargaba todo mi ser se mantuvo en el ambiente por el resto del día.
Recuerdo que los días pasaron y que poco a poco la sensación se fue apagando, hasta desvanecerse. Caminaba yo sin pensarlo. Vivía solo porque no estaba muerto y me movía con las masas, pensando en tantas cosas que al final no pensaba en nada. Solo quería una respuesta y entonces, allí estabas. Sentado, tan tranquilo y me mirabas. Tu mirada parecía penetrar en mí ser y perderse en el interior de mi debilidad humana. Sonreías y yo no podía dejar de verte temblando. Me sentía tan vulnerable e indefenso, pero tampoco sentía necesidad alguna de protegerme. Mi corazón convulsionaba en mi interior y por unos segundos, me volví a sentir tan vivo.
Recuerdo que los encuentros entre tu mirada y la mía se repitieron varias veces. Cada uno era igual de intenso que el anterior. Cada uno me hacía pensar más y más tiempo en ti. Preguntarme quien eras y que era lo que buscabas en mis ojos. Aun así no me preocupaba. Tenía tanto encima que no tenía tiempo para sentirme atrapado por ti, puesto que me sentía amordazado por mis pesares y mis culpas. Aun así cada vez que te miraba me sentía más tranquilo, porque de alguna manera sentía que nos acompañaba la misma soledad y que eso de alguna manera, significaba que nos acompañábamos mutuamente. Al menos así me sentía yo.
Recuerdo que el día que eso cambio el sol me quemaba los ojos. La nicotina aun transitaba mis venas y la risa salía forzosamente por mi garganta, no era más que un ejercicio para no perder la habilidad. Yo escuchaba las voces que me rodeaban y tenía la mirada perdida en el paisaje. Entonces paso. Tu esencia se difundió por el aire y en el instante sentí tu mirada sobre mí. Te veía sonreír y tú me veías temblar, aunque no sabías que estaba temblando. Me sonroje y no te pude quitarte la vista de encima. Cuando desapareciste recuerdo que me quede tan vacío y tan intrigado. Ese fue el día en que comencé a buscar tu mirada. Cada vez que caminaba entre las personas, que me sentaba bajo la sombra o que inhalaba un poco del aliento de la muerte, buscaba tus ojos. Solo quería volver a sentirme vivo.
Recuerdo que los días pasaron y tus ojos no se asomaron, hasta que me encontraste. Sabias mi nombre y ahora yo conocía el tuyo. La emoción era embriagante y no sabía que sentimiento era más fuerte, el miedo o la alegría. La intensidad de lo que tus ojos provocan en mi me atemoriza, pero la belleza de la sensación que dejan me hace sonreír esperanzado. De repente luchaba con una imagen en un monitor, intentando buscar en ella el mínimo rastro de lo que tus ojos provocan en mí. Durante horas estuve observando tu imagen, deseando encontrar en ella algún indicio del porqué de esta conexión. Al día siguiente todo lo que quería era verte y que tu no me vieras. Quería observarte desde la distancia y solo verte pasar. Verte sonreír. Ver que estabas vivo y averiguar si eso me hacía sentir igual de vivo. Me encontraba en un dilema en que no quería verte porque no quería me vieras y al mismo tiempo moría por hacerlo porque necesitaba observarte.
Recuerdo que, por cosas de la vida tu presencia parecía atraerme, pues te encontré. Estabas de espaldas y yo solo me paralice. Te observaba leer y esforzarte por aprender alguna lección. Por un momento pensé en sentarme a tu lado y solo verte, sonreír y luego marcharme. Sin embargo el miedo era más fuerte que el deseo y comencé a huir silenciosamente. Aun así tu tienes un efecto adictivo sobre mí, pues las ganas de sentirte cerca solo aumentaron. Cuando volviste a aparecer y me viste, apenas pude aguantarte la mirada. Comencé una lucha masoquista entre la opresión de tus ojos sobre mí y mi enorme deseo de verlos. Te posicionaste de tal manera que nos separaba una puerta de madera y lo único que podía ver eran tus pies. Comencé el fracasado intento de leer tus pensamientos por medio de tus pasos. Me preguntaba si me habías visto, si querías verme. Como todo tiende al equilibrio en esta vida, de la misma manera en que apareciste, te desvaneciste. De repente no estabas y yo me quedaba tan vacío. Con ganas de salir corriendo a buscarte.
Recuerdo que esa noche charlamos. En cuanto vi tu mensaje el mundo parecía contraerse y luego explotar entorno a mí. En cuestión de segundos calcule cada posibilidad, cada respuesta y sencillamente te respondí. Yo te pregunte el “por qué” que tanto me atormentaba y tú frenaste mi impulsividad. Propusiste un juego que me resulto de lo más encantador, después de tanto tiempo sin jugar la experiencia me parecía fascinante. Recuerdo que tú preguntabas y yo respondía, que posteriormente los papeles se invertían. Yo media cada pregunta, la planificaba intensamente y a través de preguntas aparentemente simples intentaba leer las palabras escondidas de tus respuestas. En contraste total con mis preguntas, mis respuestas en cambio eran totalmente espontaneas, tan sinceras y tan honestas, que dejaban al desnudo todo mi ser, pero nunca sentí necesidad de cubrirlo. Hablar contigo me resultaba tan natural.
Recuerdo que las preguntas lentamente iban aumentando de profundidad y sin avisar todo sencillamente exploto. No sé quién de los dos detono la bomba, solo sé que ambos la armamos. Nuestra tristeza, nuestra soledad y nuestros miedos comenzaron a brotar como hormigas defendiendo su hogar, pero no peleaban entre ellas, si no que de alguna manera parecían complementarse. La sinfonía de tu boca y los versos de la mía parecían formar una bella pieza musical. Esa noche acordamos vernos al día siguiente y yo no sabía que esperar de esto, de ti, de mí.
Recuerdo que me levante muy emocionado. No sabía ni que ponerme y tampoco importaba realmente, solo esperaba que hiciera que me vieras. El camino se me hizo eterno y deseaba no ser gato, sino ser un águila o al menos un colibrí, para salir volando y evadir los obstáculos terrestres. Cuando te vi deseaba sorprenderte, no tenía idea de qué hacer cuando te tuviera cerca, pero intente acercarme sigilosamente. Aun así mi nerviosismo y mis ganas de ver tus ojos parecieron delatarme. Por primera vez hice contacto con tu piel y aunque solo fue por unos segundos que tu mano choco con la mía, grabe la sensación en mi memoria para el resto del día, quizá para el resto de la vida.
Recuerdo que entramos a un salón y nos retiramos al fondo. Tú comenzaste a pelear contra el silencio contándome de tus aficiones. Yo solo quería verte hablar y grabar tu voz en mi memoria. Escuchaba atentamente a todas tus manías y tus excentricidades. Atentamente veía y oía todas tus peculiares aficiones que me parecen tan bellas y tiernas. Tu mirada ya no me hacía temblar, pero aún me hacía sentir muy vivo. Me preguntaba cómo se sentía tu piel y cuál era el olor de tu cabello. Me cuestionaba que pasaba por tu cabeza. Salimos de allí y nos fuimos a sentar. Me senté primero deseado que te sentaras a mi lado, en cambio elegiste poner una mesa de muralla entre nosotros. Pensé por un momento cambiarme de lugar, pero no quería incomodarte, pues ya conocía tus miedos. Recuerdo que terminamos hablando de tus temores y solo conseguiste remover en mí el recuerdo de cómo me sentía yo cuando los tenia.
Recuerdo que me dijiste que lo que querías era un amigo, no era que no desearas otra cosa, sencillamente preferías un amigo y quizá, solo quizá, podría ser que algún día de una amistad saliera algo más. Notaste la decepción en mi mirada o la escuchaste en mi tono de voz, no sé qué fue lo que me delato. Yo solo te mentí con la verdad. Al final te dije que lo único que quería era darte lo que querías, lo cual es cierto. Te dije que lo mejor que podía hacer seria acompañarte, lo cual es verdad. Te dije que sabía que tarde o temprano me lastimarías, de lo que estoy seguro. Te dije que eso no significaba que me alejaría de ti, cosa que es un hecho. Lo que no te dije, era que en el fondo moría por besarte. Lo que no te conté, era que yo tengo más miedo que tú, pero yo tengo más experiencia ocultándolo. Lo que te oculte es que en el fondo, solo soy un niño asustado que ruega por un poco de amor reciproco. Porque si, mi corazón funciona de manera diferente de la del resto de personas. Nunca he necesitado que me quieran para querer, ni que me amen para amar. Quiero por decisión propia, amo por razones de mi corazón. En lo que te mentí, fue cuando te dije que no estaba decepcionado, porque si lo estoy, profundamente decepcionado… de mí. De no poder hacer más. De no poder arrancarte el miedo como quisiera. De no poder demostrarte que el amor no se elige y que venga de donde venga, el amor es amor.
Recuerdo que comencé a pensar en cuanto tiempo pase en el mismo dilema que tú. Por un momento comencé a discutir con todas las voces de mi cabeza intentado decidir si debía alejarme por ti, por mí o no debía hacerlo. Sencillamente concluí que era tonto pensarlo puesto que, aunque quisiera alejarme, aunque me lastimara estar contigo, ya era adicto a tu presencia. No importa lo que pase, va en contra de mi naturaleza abandonar a las personas. Tome tu mano por primera vez y solo quería entrelazar nuestros dedos, pero no quería aferrarme a ti. Comencé a leer cada uno de tus falanges sin decirte una palabra de lo que halle. Tú escribiste mi nombre en tu cuaderno y me lo regalaste. Subestimaste el valor que yo le doy a las cosas insinuando que podía desecharlo si quería. Realmente no te imaginas que las cosas más simples son las que más valor tienen para mí. No tienes idea alguna de lo que esa hoja significara para mí el resto de mi solitaria existencia.
Recuerdo que nos levantamos y caminamos otro rato, buscando un sitio que no tuviera una barrera entre nosotros. Volví entonces, después de mucho tiempo, a un sitio donde había dejado muchas emociones. Donde había derramado muchas lágrimas. Donde había dado tantos besos. Donde me habían apuñalado no por la espalda, si no lentamente por el pecho. Mas el estar contigo, hacía que no importara. El dolor de esa herida parecía haberse desvanecido ya para siempre. Tú cortaste una flor de un árbol y me la regalaste. Sentí su aroma y comencé a pensar tantas cosas. ¿Los hombres se regalan flores? Esa flor. Esos pétalos amarillos me parecieron un regalo tan extraño, peculiar e inusual. Aun así, me parecía el regalo más sencillamente tierno y lindo que alguien me haya hecho. Jugué un rato con la flor en mi mano y la guarde. Me trague las ganas de llorar y comencé a abrir aún más mi corazón contigo, esperando así sacarte un poco de tristeza, al meterla dentro de mi alma. Mis esfuerzos fueron en vano pues éstas fuertemente sellado.
Recuerdo que fui sincero contigo y te conté mi propósito en este mundo. Te hable de lo triste que se ha vuelto mi vida y de cómo he dejado de interesarme por ella. Te revele que mi principal propósito en este momento es hacerte sonreír de verdad. Tu solo me abrazaste. Yo moría por hacerlo también. Por aferrarme por un momento a ti y sentirme seguro, a la vez que te protegía. Pero sabía que si lo hacía terminaría llorando en tu hombro y quizá no podría controlar las malditas ganas de arrancarte la tristeza. Me calle tantas cosas y solo te pedí que me dejaras acompañarte. Nos ocultamos de la lluvia y nos sentamos un poco más cerca. El calor de tu cuerpo parecía tener un efecto hipnótico sobre el mío. Bese tu mejilla y tú te recostaste en mi hombro. Te rodee con un brazo y tomaste mi mano. La besaste y yo quería llorar en ese momento. Termine recostado sobre tu pierna y charlamos otro rato. Tu intentabas decirme algo de muchas maneras diferentes y yo no entendía nada de lo que decías, estaba muy ocupado traduciendo el único lenguaje que sé que no puede mentir, el de tus ojos. Parecías sentirte feliz o al menos contento. Esperaba así fuera, eso me hacía sentir un poco mejor conmigo mismo. El tiempo pareció escaparse de mis manos y llego la hora en que te marchaste. Cuando te fuiste y te vi alejándote, solo sentía como gradualmente me arrancaban la sensación de estar vivo y pasaba a un profundo estado catatónico.
Recuerdo bien todo esto. Ahora me acompañara por toda mi vida. Solo espero que no sea el final de nuestros recuerdos, pues hay mucho que quiero hacer contigo. Tanto que voy a mostrarte. Solo espero que me lo permitas. Quisiera que entendieras que cuando te veo a los ojos y te sonrió tiernamente, es porque cuando hago eso consigo enterrar mis lágrimas dentro de mí. Quisiera que supieras que cada vez que suspiro es un beso que no te doy, aunque muero por hacerlo, pues sé que es quizá el método más eficaz para extirpar la depresión. Quisiera que vieras las cosas como yo, pues no puede ser que el amor, que no daña a nadie más que a quienes lo sienten, este mal. Quisiera que me creyeras cuando te digo que yo solo quiero hacerte feliz y no podría hacerte daño ni abandonarte. Quisiera estar contigo y nunca dejar de sentirme vivo. Quisiera, solo quisiera, saber porque es tan malo es que los hombres se regalen flores. Quisiera tanto decírtelo. Decirte este sentimiento inexplicable que comienza a quebrantar mis murallas nuevamente buscando salir. Pero sé que no me creerías. Yo tampoco lo creería de no ser porque lo siento. Porque no puedo evitar sentirlo. Aunque acabamos de conocernos. Aunque para ti este mal. Aunque tus temores sean tan enormes. Aunque yo esté tan quebrado. Aunque el mundo esté en contra de ello. Aunque tú no puedas creerlo. Aunque parezca completamente imposible e ilógico que suceda esto tan rápido. Aunque tú no quieras que pase todo tan aceleradamente. A pesar de todo eso no puedo evitar sentir, que de alguna manera, la profunda tristeza de tus ojos y la soledad que compartimos. Lo hermoso de tu ser y las sensaciones que provocas en mí. La flor que me regalaste y mi nombre en tu cuaderno han provocado que yo me esté enamorando, tan alocadamente, como mi corazón hexagonal puede hacerlo.
Atte.: Apolo.
Wish for me
Apenas caben
Mis antologías de poesía francesa y española,
Tus litografías de la prensa francesa de 1800,
Mis pósters de cine independiente
Y tu discografia de Taylor Swift.
Mis pastas maridadas con vino,
Tus recados con la receta tradicional,
Mis videojuegos en edición limitada
Y tus incontables pares de zapatos
Tus abrazos que saben a hogar seguro,
Mis ojos que te reflejan la belleza de tu alma,
Tus dedos estrujando mis entrañas
Y los míos tirando de tu líbido.
Solo eso cabe en el pequeño espacio,
Ese que queda entre tu yo y todo el amor que nos tenemos.
Solo tu, yo, infinitos sueños del futuro
Y nuestro gato ronroneando a los pies de la cama.
Ni si quiera el miedo que te da que me lleve mi amor lejos de ti .
Ni si quiera el miedo que me da ser poco refugio para tu corazon.
Ni si quiera nuestros errores de pasado caben
En el espacio que dejamos cuando nos entregamos al amor.
Te amo Xodó.
Epitáfios
Tengo que disculparme, supongo, por mis ausencias programadas. Por esos periodos de tristeza gris ceniza que son parte del ciclo normal de mi deambular emocional. Esa tristeza gris que se aglomera como neblina espesa que forma nubes, que pasan de difuminar mi silueta a desaparecerla, para luego formar bloques imaginarios pero tangibles. Que te dejan saber que sigo ahí pero en un plano existencial paralelo al tuyo.
Esa sensación de estar rodeado de una burbuja de cristal se ha vuelto cotidiana como la náusea después de ingerir mis medicamentos o el escozor del aire frío en mis narinas por la mañana.
Es como ver un documental en sentido inverso. Los veo viéndome, los escucho comentando, pero se que si me estirará e intentará romper la cuarta pared está no cedería ni al impacto de todo mi cuerpo y tan solo sentiría el crujir de todos mis huesos al fragmentarse con el contundente golpe contra ese muro virtual que me aísla de todos los demás.
Te juro que no he quemado ningún puente. Es solo que el caos de mi mente y está maldición, que mi psiquiatra llama trastorno, dinamitan cualquier estructura que me conecte con alguien más.
No es que me culpe de toda la lista de despedidas, ya sea a gritos o con silencio. Pero no puedo negar que el amarme parece ser corrosivo como la sal.
He sido para muchos trinchera en tiempos de guerra o refugio en tiempos de invierno. Chaleco salvavidas en sus naufragios o cápsula de escape en sus catástrofes. He sido muchas veces el papel secundario en la obra de alguien mas, ese secundario con una sentencia de muerte y capitulos contados en la novela.
Con todos estos lazos rotos por los años tuve que construir un cementerio en mi corazon, donde entierro las osamentas de cada uno de mis vinculos putrefactos. Lo visito a diario y jamás he dejado de ponerle flores a todos los mausoleos. Es que de alguna forma ninguno de ustedes ha dejado de ocupar espacio en mi memoria. Ninguno de ustedes me ha abandonado del todo. Aún hay una parte espectral y eternamente embalsamada de todos los que he amado conservada en mi.
Todavía siguen aquí. Todos siguen aquí. Eso solo hace a la ausencia más terrible.
-Apollo Pontifice-
Cuando muera sepultenme:
Con mi poema de Rimbaud
Para darme valor en el camino
Y mi álbum de Dan Reynolds
Para hacerme sentir comprendido
Con una cajetilla de Marlboro rojo
Para los días de nostalgia
Y una onza de sativa
Para las noches sin fragancia
Una botella de Carolina Herrera
Para sentir cerca a mi padre
Y un estuche de bolígrafos morados
Para pensar en mi madre
Mi baraja de tarot
En la bolsa azul que tejio mi abuela
Un par de guayabas
Del árbol que plantó mi abuelo
El control de la consola
Que compartía con mi hermano
Y el libro de mandalas
Que coloreaba con mi hermana
El peluche de pingüino
Que me regaló mi mejor amigo
Y una copia de la pelicula
Con la que llore con el que ya no está conmigo
La foto enmarcada de la tarde
En qué mi amor fue a buscarme
Y el primer poema que escribi
Cuando supe que no podría escaparme
Son pocas las cosas que amo
Que me hacen feliz cuando estoy roto
Enjoy breakfast 🦶🏼🔥👅🦶🏼🔥👅🦶🏼🔥👅🦶🏼🔥👅🦶🏼🔥👅
IG:@pedropablo.photo
Éramos como adolescentes, culpando a los demás por no entender los sentimientos de los que nunca nos atrevimos a hablar. Éramos como ancianos, viendo en las nubes la silueta de momentos muertos y en la lluvia los reflejos de una vida que jamás llegaríamos a tener.
Realmente éramos atemporales, con una mente vieja, fragmentada, atormentada. Con un cuerpo joven, lleno de un instintivo deseo por experimentar las sensaciones del mundo por toda la piel.
Eras mi intento de redención y yo tu prorroga de vida. Me quisiste inadecuadamente, yo te quise insatisfactoriamente. Y nos amábamos, pero tu amabas mas a tu monopolio del dolor y yo a mi misión de supervivencia.
La noche de tu partida me dio una bofetada en el alma, equivalente a un camión de carga golpeándome de lleno en el pecho. Me entumeciste las ganas de sentir, de querer. Mas los recuerdos de nuestros atardeceres silenciosos a orillas del Atlántico volvieron, junto a las risas en cafeterías perdidas y los llantos compartidos bajo un centenar de cielos nocturnos.
Te solté
Como esa exhalación cuando te piden que respires previo a una punción.
Te deje ir
Como el metro que no podría parar ni con el cuerpo entero sembrado sobre los rieles.
Tu te marchaste a la fría ciudad de tu inspiración. Yo armo las maletas para perseguir el sueño de un mejor yo, más allá de la frontera, más allá de toda expectativa.
Renuncie a la misión de sobrevivir porque se me quedo pequeña, así como renuncie a ti porque el refugio que nos construí se te quedo pequeño.
Renuncio a ti
A odiarte
A quererte
Me entrego a mi
Y mis recuerdos de ti se los entrego al silencio, ese que queda entre cada palpitar.
-Apolo pontífice-
¿lo sentiste? ¿Al morir, lo viste? Siempre he considerado que la belleza de lo efímero yace en que el dolor que produce el final, solamente realza la hermosura del momento. los humanos siempre tan enamorados de la tragedia. Estarás de acuerdo conmigo al decir que fue una muerte dulce y suave, como el batir de alas de un colibrí. Pero debo decirte que no la considero una muerte limpia, la manera tan política en que lo manejamos, como dos rivales que se conocen tanto que toda contienda está destinada al empate, me resulta repulsiva. Ese momento en que convertimos el vínculo en negocio y nuestra delicada y sobrevalorada estabilidad se convirtió en prioridad. Allí fue cuando el tumor se convirtió en maligno y la fecha de caducidad fue impresa. Algunos dirán que resulta deprimente pensar en tanto tiempo invertido, en tanto esfuerzo, tanto llanto, tantos momentos, tanto valor, tanto cariño, tanto daño, tantos secretos. Tanto que hicimos para terminar convirtiéndonos en dos extraños que se conocen demasiado bien. A mí me parece que fue una inversión que valió cada pequeño gesto. En su momento fue mi pilar de salvación. Efímera pero necesaria, como todo en la vida. ¿Qué es infinito sino el cambio, cuando todo lo que es se convierte en algo más y no tiene otro destino más que ese? Progresa o muere, crece o disminuye, pero siempre existe. La verdad es que no puedo evitar que el olor a pasto en el viento me haga pensar en aquellas tardes sentados sobre alguna colina, observando el atardecer como si nuestra juventud fuera eterna. No puedo evitar extrañar aquellas noches desprovistas de sueño que llenábamos de un dialogo cómico y existencial. Escucharte llorar llego a ser una experiencia más íntima que la que trae el sexo a los amantes. Dime que tu no piensas en el dolor que compartimos al ver una orquídea. Dímelo y sabré que estas mintiendo. Si seguiremos entrelazados como gotas de lluvia cayendo sobre un charco, uniéndose en círculos concéntricos perpetuos, es verdaderamente incierto. Quizá permanecerás como una sombra en mi rostro, debajo de la comisura de mi sonrisa. Como una ojera que no me abandona, de aquel descanso que siempre me hará falta. Al final lo inevitable que tanto quisimos evadir nos atrapó. Esos cambios contra los que tanto luchamos juntos nos alcanzaron y nos cambiaron a nosotros también. Tú ya no eres esa niña que me hacía querer llorar cuando caía y era incapaz de admitir que le dolió. Yo ya no soy ese niño que no podía decir que no al momento de amar a alguien. Tú te has convertido en la incertidumbre del mismísimo océano y yo no soy más que un cobarde, que construyo una fortaleza rodeada de murallas para no ser tocado otra vez. Dime que no te produce al menos soltar un suspiro saber que esos días en que nos sentíamos infinitos se acabaron. Dime que no sentiste un escalofrió al darte cuenta que llego el fin del infinito. Atte. Apolo.
I told you how much I like to build things. You said that it is hard for you. I replied that it didn't mattered, that with you anything it's better and instead we should build a... And I cut the phrase, because I was afraid about your reaction, about going to fast. You insisted me to finish it. So I added "a beautiful relationship". You answered that you agreed, that you loved the idea. I smiled, looking at the ceiling, knowing I had lied, cause what I really want to build is a life with you. That's how sure I am from what I feel and it frightens me, because the decision isn't only mine.
Pensamientos nocturnos y cosas por el estilo. Javier/Bipolar/SaberQueSexual pero sexual/Causipoeta
116 posts