Mi mejor amigo dice
Que a veces soy frío y distante,
A ratos inalcanzable,
Que a veces mi silencio asfixia
Y mata.
Mi mamá dice
Que a menudo le preocupo
Cuando mis decisiones parecen erráticas,
Cuando me enamoro sin titubear,
Cuando me escabullo entre las nubes,
De mi mente.
Mi ex solia decir
Que cambio demasiado de pasiones,
Aún más rapido que de emociones,
Que a veces puedo ser tan desligado que rozo la crueldad,
Que a pesar de eso a veces soy muy lento para tomar acciones.
A veces me veo y no se decir,
Si la intensidad de mis emociones está ensombrecida
Por los medicamentos que recetó mi psiquiatra
O mis propios mecanismos de defensa;
Si mi rostro es el mismo de ayer
O ya es nuevo
De nuevo.
Soy un huracán
Y sus vientos a veces me gritan
Que no soy difícil de amar
Soy imposible.
Apolo
Dudo que exista una pregunta más difícil de responder. Es una respuesta que cambia cada día. Que ha cambiado a lo largo de los años. Que se transforma con las estaciones, con las personas que me rodean. Es una respuesta ambigua e insegura. Y la única persona que se lo pregunta, la única persona que lo puede responder y la persona más insegura al respecto, no tienen identidades separadas. Si fuera un pintor y lo expresara de esa forma, te juro que no me diría más que una hoja de papel sin tocar. Es un tema que todos los días discuto con las voces que habitan mi cabeza. Es un tema que me confunde, que me aturde, que me frustra. Me hace hundirme en mi cama, en mi pereza, en mi intento de ignorar a la misma existencia de mi propia persona.
Si vez la vida como un camino, para mi es una calle de doble vía, en la que yo disfruto caminar en medio, siguiendo una dirección y luego la otra. Si la moral es un espacio con dos polos, yo estoy parado en medio, con los brazos extendidos hacia los extremos. Con mis manos al alcance de lo bueno, con mis dedos rozando lo malo. Con la capacidad de tirar, de empujar y de alternar entre los dos. Porque no, no soy tan mala persona, pero no vendré a vender mi alma al precio de la de un santo. Un día le dije al amor que yo soy un ángel de alas negras y este me respondió que soy un demonio vestido de blanco.
Porque soy una tormenta. Soy un huracán, incapaz de entrar con calma, sin marcar el terreno, sin transformar el entorno. La pesadez de mi presencia, el estruendo de mis emociones, el vertiginoso movimiento de mis pensamientos; que en el centro solo ocultan un claro, donde todo yace en un absoluto silencio. Porque mi personalidad es una combinación ambivalente entre mi forma de sentir y mi forma de pensar. Porque al pensar soy un hombre de matices, que gusta de ver toda la gama de colores, para finalmente asentarse en una mezcla de los que le combinen. Pero al sentir soy un niño extremista, que si no ama no quiere y si no sufre no duele.
Me describirías como un drama, pero a veces mi vida se siente como una comedia. Puedo ser tan despectivo y a la vez tan egocéntrico que he llegado a sentirme el chiste favorito de Dios o el cuento más desabrido del mundo. Me han llamado impetuoso en la cara y luego me han criticado de frígido a mis espaldas. Es el precio de andar con medio rostro entre las sombras. Con media sonrisa oculta. Escondiendo a veces su amplitud, a veces su verdadera naturaleza y muchas otras su absoluta ausencia. Y es que después de caminar entre tantas mascaras que he fabricado, a veces me cuesta reconocer que rostros son reales.
Me han dicho inteligente y yo seguiré sintiéndome como un tonto. A veces un viejo tonto, con el cansancio de sus años y una vida que ya no puede darle nada nuevo. A veces un niño tonto, incapaz de decidir por su cuenta sin temblar de miedo al no tener una mano que lo sostenga. Mis comportamientos y mis emociones discordantes. Porque cuando más siento es cuando menos expreso. Cuando más silenciosa esta mi boca es cuando más ruidosa esta mi mente. Cuando más ausente me sientes es cuando más necesito de la presencia de alguien, que me ayude a no sentir la soledad, aun si quiero estar solo.
Pregúntame quien soy y no puedo responderte. Pregúntame quien soy y me debato en una mesa hexagonal. Pregúntame quien soy y te responderé que no se ni si quiera como estoy. Porque mis amigos te dirán que yo pienso demasiado, pero yo te cuento que el problema es que siento demasiado.
Atte. Jasper
Entendí que el problema no es que te cedi en cada aspecto de mi vida. El problema fue que no exigi lo mismo a cambio.
Éramos como adolescentes, culpando a los demás por no entender los sentimientos de los que nunca nos atrevimos a hablar. Éramos como ancianos, viendo en las nubes la silueta de momentos muertos y en la lluvia los reflejos de una vida que jamás llegaríamos a tener.
Realmente éramos atemporales, con una mente vieja, fragmentada, atormentada. Con un cuerpo joven, lleno de un instintivo deseo por experimentar las sensaciones del mundo por toda la piel.
Eras mi intento de redención y yo tu prorroga de vida. Me quisiste inadecuadamente, yo te quise insatisfactoriamente. Y nos amábamos, pero tu amabas mas a tu monopolio del dolor y yo a mi misión de supervivencia.
La noche de tu partida me dio una bofetada en el alma, equivalente a un camión de carga golpeándome de lleno en el pecho. Me entumeciste las ganas de sentir, de querer. Mas los recuerdos de nuestros atardeceres silenciosos a orillas del Atlántico volvieron, junto a las risas en cafeterías perdidas y los llantos compartidos bajo un centenar de cielos nocturnos.
Te solté
Como esa exhalación cuando te piden que respires previo a una punción.
Te deje ir
Como el metro que no podría parar ni con el cuerpo entero sembrado sobre los rieles.
Tu te marchaste a la fría ciudad de tu inspiración. Yo armo las maletas para perseguir el sueño de un mejor yo, más allá de la frontera, más allá de toda expectativa.
Renuncie a la misión de sobrevivir porque se me quedo pequeña, así como renuncie a ti porque el refugio que nos construí se te quedo pequeño.
Renuncio a ti
A odiarte
A quererte
Me entrego a mi
Y mis recuerdos de ti se los entrego al silencio, ese que queda entre cada palpitar.
-Apolo pontífice-
Te extraño tanto
Que no quiero que vuelvas
Nunca mas
Aunque me lo pidas no podría encontrar el inicio de la soga que nos une a ti y a mí. Tu fuiste la reacción química que nunca predije y los poemas que nunca quise escribir.
Nunca quise enamorarme de tu evasiva pero arrolladora sonrisa, ni pensé romperme con el tacto de tus dedos en mis nudillos. Aún así te grabaste en mi alma, forjandola con cada golpe que dabas a mi vida. Un impacto breve y sonoro, seguido de ausencia, luego repetir.
Podría contar cada uno de los besos que nos hemos dado, pues en todos ellos he dejado un trozo de mi, aún así, en ninguno de ellos has Sido mío. Porque tu corazón tiene grabado el nombre de alguien que nunca he sido yo y cuando ha sido efimeramente libre, el del corazón comprometido he sido yo. Cómo si estuviéramos condenados a solo amarnos en realidades alternas y solo tocarnos en las noches de luna llena.
Puesto que nuestra historia carece de que inicios y no alcanza un final. Es solo un nudo, un nudo eterno, que ninguno de los dos se atreve a cortar. Y no he podido dejar de hacerle barquitos de papel al amor que te tengo, ni he dejado el vicio de encenderle un cigarrillo a tu nombre cuando mi boca comienza a extrañar tu aliento. A pesar de eso le agradezco a la vida el que siempre, de alguna manera, seré tuyo, a pesar de jamás te he pertenecido.
Apolo
¿Alguna vez has visto al cielo, al errático movimiento de las nubes, lento y agraciado, intentando interpretar sus intenciones y llegando a la única conclusión, de que jamás podrás entenderlas? Así me siento cuando estoy contigo. Como si pudiera pasar durante horas, volviendo día tras día, por muchas semanas, a lo largo de muchos meses, con el pasar de muchos años y jamás podría entenderte. Esa extraña sensación que me recorre, cuando pienso en la enorme libertad que tienes. Porque lo eres, al menos conmigo, eres libre de ser lo que quieras y hacer lo que quieras, mientras sea lo que tú quieres. En verdad eres libre y esa libertad me resulta abrumadora. No es que te tema, le temo a lo que puedo llegar a sentir, pero he llegado a hacerme amigo del miedo. Cuando me siento en su compañía, frente a un café y el humo de mi cigarro, lo veo a los ojos y juego a las apuestas con él, para ver quien tendrá la razón al final del trayecto. Te podría decir, que no me preocupa que te marches. Que he visto tantas veces partir a las personas, que he tenido que decir adiós tantas veces y muchas otras me he quedado con las ganas de decirlo, que incontables veces he vuelto la mirada para descubrir que quien estaba se ha desvanecido. Te podría decir que estoy tranquilo disfrutando del tiempo que nos toque convivir, que he madurado y que sé que las personas tienen un tiempo de bendición en nuestras vidas, que cuando ese tiempo se acaba deben marcharse, pero todo eso sería una gran mentira. Hay un nudo en mi garganta cuando piense en el día en que ya no estarás al otro lado del cristal. Cuando pienso en el día en que ya no sentiré tu lejana presencia. Por eso evito el pensamiento, para no preocuparme por el final y solo disfrutar del viaje. Porque por extraño que parezca, aun cuando estamos en silencio, apartados el uno del otro, sé que estas allí y eso, de alguna forma, me reconforta. Quisiera que me vieras llorar para que sepas que soy tan humano como tú. Quisiera ver tus lágrimas para saber que no me equivoco. Quiero que tomes un martillo o un mazo, si prefieres usar tus manos no importa, y derribes cada una de las murallas que he levantado alrededor de mi alma, con las que he construido un laberinto, del cual todos pueden salir, pero pocas personas han conseguido entrar sin perderse entre los jeroglíficos que dibuje en las paredes. Quiero que tomes cada uno de mis miedos y los tritures con tus largos dedos. Quiero que tomes mis esperanzas e ilusiones y las tritures con la fuerza de tus propias pasiones. Quiero ver como pasas sobre mis sueños con paso de conquista y lo aplastas. Quiero ver como destruyes mi intangible corazón. Ese corazón que no es más que un espectro; un niño fúnebre sentado sobre su propia tumba, cavada con los huesos de amores perdidos. Quiero que tomes mi mano y desmorones mis defensas. Que desquebrajes cada una de mis convicciones. Que me demuestres que me equivoco y el mundo no está plagado de egoísmo y rencor. Táchame de loco si eso le da sentido a mis palabras o llámame un niño si eso te sirve para tomar una decisión sobre mí. Parecerá contradictorio la manera en la que te ruego que termines de lacerarme o me sanes de mis heridas, pero es que no me importa lo que hagas, solo quiero que lo hagas. La verdad es que no sé quién eres y aun así siento que te conozco. La realidad es que no sabes todo lo que escondo, porque has visto esbozos de mis rostros. De los seis rostros taciturnos que se sientan alrededor de una mesa hexagonal, intentando decidir si avanzar o girarse y volver atrás. Si te pido mucho, no hagas nada. Si sientes que no vale la pena, solo vuelve sobre tus pasos. Pero hagas lo que hagas la decisión ya está tomada. Serás tú, quien romperá lo que hay en mí. Ya sean mis miedos y decepciones o lo que queda de lo que alguna vez fueron sentimientos y emociones tan hermosas. Solo quiero que lo hagas. Que me tomes y me veas a los ojos. Que sonrías y estés convencido que no quiero hacerte daño. Que me rompas y me marques con tus dedos. Que me cambies para siempre y yo te haga sentir vivo.
Atte. Apolo.
No estoy enamorado. Despierto y siento sin abrir los ojos tus manos en mi pecho, tu aliento en mi cuello, los pequeños temblores que te producen tus constantes pesadillas. Siento el vapor del baño al entrar en la ducha, deslizo mis dedos sobre los rincones que tocaste anoche, los rincones dónde me amaste. Me limpio con delicadeza, con miedo de romper el encantamiento de tu amor sobre mi piel. Nos despedimos, tu aliento a café por la mañana, mientras bailas al ritmo de tu pop excesivamente dulce que no soporto, pero como me disfruto verte bailar. Sostengo tu cara cuando te beso, cuando te digo adiós, para grabar en mi memoria lo más fresco posible tu rostro, para estás horas en qué te voy a extrañar.
Pienso en ti, entre cada expediente, entre cada paciente, entre cada latido de cada corazón que escucho. Hay rastros de ti por toda mi vida. Suspiro, no estoy enamorado, pienso. No estoy enamorado. Vuelvo a casa, a la hora dorada, a ver el sol cayendo en el balcón. A esperar el sonido clave que hace vibrar mi corazón. El golpe de tus dedos en la puerta, el movimiento del mecanismo de la chapa girando, tus pasos. Estás devuelta. Busco tus manos y tus besos y tus ojos.
Al anochecer empezamos siempre igual. Mi oído sobre tu pecho, mi mano recorriendo el tatuaje del viajero sobre tu esternón, dibujando hechizos para grabar mi amor sobre tu cuerpo. No estoy enamorado. Esto contigo es más penetrante que un enamoramiento. No estoy enamorado. Cuando estoy contigo me convierto en el amor mismo. Cuando estoy contigo quiero más de esta vida. Del sufrimiento, del dolor, de la tristeza. De todas esas cosas malas que tú rompes con una sonrisa y uno de tus besos.
No te mentire, cualquier sentimiento desconocido me aterra, el perder todo esto hermoso me aterra aún más. Que miedo tan angustiante imaginar el sufrimiento de perderte. Pero cuando estoy contigo me convierto en el amor mismo. No estoy enamorado de ti, el enamoramiento es un sentimiento perecedero. Lo que siento por ti es un Arcano mayor en mi vida. Si te vas tendré que crearme una nueva vida.
Mientras avanza, lenta, grácil. Con la elegancia de las rosas al florecer. Mientras camina, segura, distraída. Con la perfección de las gotas al llover. Mientras pasa, con los dorados mechones de su cabello, que conforman un manto suave cual seda y sus manos pérdidas en sus gestos misteriosos. Su conducta es tan curiosa, como tersa su piel. Con sus ojos profundos fijados en un horizonte desconocido y sus pequeños pies trazando una danza que no está escrita. Es entonces, cuando la veo. El mundo a su alrededor parece respirar, al ritmo al que palpita su corazón. Todo el mundo respira al unísono con ella cuando pasa, excepto yo. Yo que contengo un suspiro, un suspiro cargado de la excitación del instante. Cargado del anhelo de un contacto inexistente, de un roce de nuestros labios o de un encuentro de nuestros dedos. El viento revoloteando alrededor de su cuerpo, mientras el aire se aglutina en mi garganta. Mientras el corazón del mundo se detiene, para contemplarla, el mío se acelera, queriendo escapar o alcanzarla. Una lágrima invisible se escapa de mi alma de porcelana. Un susurro inaudible escapa de mi voz de vagabundo. Los rayos del sol la tocan, de la forma en que yo no me atrevo a tocarla. La envuelven en un velo dorado. Y ella pasa, a mi lado, inconsciente de que el mundo se ha quedado en silencio, sin darse cuenta que mi cuerpo ha gritado su nombre. Ella pasa y se aleja, y yo dejo que el suspiro escape de entre mis labios. Y al verla alejarse se, con certeza, que la amare por siempre, porque el amor es eterno y la eternidad dura un suspiro.
Atte. Apolo.
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Pregúntame si estoy enamorado
Mientras te muerdes el labio y deslizas tus dedos por el interior de mi muslo. Pregúntame si estoy enamorado mientras conduces y las canciones que parecen profecías sobre nosotros suenan en el radio de tu automóvil. Pregúntame si estoy enamorado con tu sonrisa en la cara, esa que me despoja de cualquier armadura que haya construido y me hace querer penetrar con mi cráneo en tu pecho para sumergirme en la tibia luz de tu alma.
Pregúntame si estoy enamorado sin verme a la cara, con la sombra del miedo en los ojos, junto al lunar de tu escalera, y ese tremor fino en tus manos, de cuando sientes que el mundo y tus fantasmas te persiguen y yi solo quisiera blindarme de amor para hacerte sentir seguro.
Que no, que no estás solo.
Que si, que si te cuidaré.
Que estoy enamorado de tí.
Pero preguntame una vez más, con un cigarrillo en la mano, que en este momento nada me da más placer que romper tu realidad y responderte con actos estruendosos pero sin una sola palabra, cuan enamorado estoy de ti.
Pensamientos nocturnos y cosas por el estilo. Javier/Bipolar/SaberQueSexual pero sexual/Causipoeta
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