Mientras avanza, lenta, grácil. Con la elegancia de las rosas al florecer. Mientras camina, segura, distraída. Con la perfección de las gotas al llover. Mientras pasa, con los dorados mechones de su cabello, que conforman un manto suave cual seda y sus manos pérdidas en sus gestos misteriosos. Su conducta es tan curiosa, como tersa su piel. Con sus ojos profundos fijados en un horizonte desconocido y sus pequeños pies trazando una danza que no está escrita. Es entonces, cuando la veo. El mundo a su alrededor parece respirar, al ritmo al que palpita su corazón. Todo el mundo respira al unísono con ella cuando pasa, excepto yo. Yo que contengo un suspiro, un suspiro cargado de la excitación del instante. Cargado del anhelo de un contacto inexistente, de un roce de nuestros labios o de un encuentro de nuestros dedos. El viento revoloteando alrededor de su cuerpo, mientras el aire se aglutina en mi garganta. Mientras el corazón del mundo se detiene, para contemplarla, el mío se acelera, queriendo escapar o alcanzarla. Una lágrima invisible se escapa de mi alma de porcelana. Un susurro inaudible escapa de mi voz de vagabundo. Los rayos del sol la tocan, de la forma en que yo no me atrevo a tocarla. La envuelven en un velo dorado. Y ella pasa, a mi lado, inconsciente de que el mundo se ha quedado en silencio, sin darse cuenta que mi cuerpo ha gritado su nombre. Ella pasa y se aleja, y yo dejo que el suspiro escape de entre mis labios. Y al verla alejarse se, con certeza, que la amare por siempre, porque el amor es eterno y la eternidad dura un suspiro.
Atte. Apolo.
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Recuerdo la primera carta que te escribí. Era un día soleado, en el cual el aire estaba invadido por el canto de gorriones y el ladrido de algún perro. Mi gato acechaba ronrones en las esquinas y el calor aplastaba mis brazos contra el escritorio. En mi mano la libreta sobre la que tantas veces había redactado. Un lápiz negro se deslizaba entre mis dedos, con el número 2 impreso en la madera y el borrador entre la ansiedad de mis muelas. Mis ojos bailaban sobre cada letra, cada signo. Desde la capital de cada oración hasta el desenlace en forma de punto. Mi corazón latía como perdido, confundido. Sin saber si era un error embriagarse de amor o si la mente era una irrazonable, que pensaba demasiado acerca de asuntos sobre los que no tenía el control. Un temor hacía temblar cada musculo de mi garganta. Tenía tanto que expresar que no había palabras que soportaran el peso de tantas emociones. No sabía ni que quería decirte. Contuve el aliento, pero este se amotino en mi contra y escapo como un doloroso suspiro. Forcé una lágrima desde la comisura de mis ojos, pero estas se negaban a salir y se volvió a escabullir a través de mis labios. Que tímidos eran mis sentimientos en aquel entonces. Un viento rebelde se deslizo entre las hojas de algún pino cercano y las hizo silbar. Uní mis dedos en una plegaria sobre mi cara. Sin saber si ya te amaba o me odiaba por sentirme de esta manera. Así de complicadas son las emociones en mi alma. Gotas de lluvia comenzaron a regarse sobre el suelo, a rodar por las paredes y a deslizarse sobre las ramas de los árboles. Mientras las gotas de mis ojos seguían en huelga, negándose a presentarse a trabajar. No sé cuánto dure en ese trance, ni cuál fue el impulso que consiguió hacerme salir. Solo sé que te escribí una sinfonía caótica y espiritual, que jamás llego a satisfacer todo lo que quería lograr.
La hoja se fue haciendo vieja. Se arrugo y se manchó, la tinta de las letras se corrió. Los sentimientos plasmados envejecieron y algunos murieron. Pasaron los días y los meses, meses en que mis emociones por ti solo crecieron, hasta que lo nuestro adquirió un cáncer terminal y fue muriendo lentamente, sin que ninguno pudiera rescatarlo. Y aquí me tienes otra vez. Sentado en el mismo lugar. En un día que quiere llorar y no puede, en que los gorriones ya han muerto y son sus hijos o sus nietos, los que invaden el aire con sus voces. En que el perro se ha quedado sin voz y a mi gato le han crecido canas, si es que sucede tal cosa. El lápiz negro se acorto tanto que tuve que cambiarlo y nuevamente el borrador se consumió por la ansiedad. Tuve que comprar una nueva libreta, pues la vida dio tantas vueltas que se agotaron las hojas. Las hojas de los pinos, sobre las que silbaba el viento, se secaron y cayeron y fueron reemplazadas. Y ese amor con el que tanto peleaba, que tanto me atemorizaba y por el que tanto quería llorar se quedó. Finalmente las lágrimas decidieron ponerse a trabajar y cayeron y vuelven a caer cuando la herida hace contacto con un recuerdo. Han aparecido nuevas heridas y nuevos rostros me han llevado a escribir. He plasmado más batallas emocionales en una hoja de papel. Y el amor que siento por ti no se ha desvanecido. Es un constante compañero de mi batalla contra la vida. Dejo de ser mi amigo hace ya mucho tiempo y finalmente hicimos las paces en algún momento. Pero jamás me abandono. Acá sigue, a mi lado, preguntándome si se de ti.
atte. Apolo
I hate to say it but, these are fucking hot 😅👣🔥
Graba con fuego en tu alma mis palabras, que si no consigo marcarte de por vida todo será una pérdida de tiempo. toma mi nombre y ponle derechos de autoría si deseas, pero grítalo al viento hasta que te escuche, que no me conformare con ser un susurro entre tus labios. Quiero ser un grito de euforia a mitad del día, que espante a las aves y despierte la expectación. Una llamada de atención al destino, que se entere que ha perdido su independencia. Tómame de la mano hasta que nos duelan los huesos. Con tal fuerza que ya no sepas diferenciar entre tus dedos y los míos. No me aburras con charlas sobre el tráfico y la cotidianidad. Cuéntame de aquel amigo imaginario que no pudiste olvidar y de esa pesadilla que aun te hace temblar. Bésame hasta que los labios se resequen y nos sangre la boca. Déjame ver toda tu gama de colores emocional. No me conformo con verte desbordante de incontenible felicidad. Exijo verte ahogándote de tanto llorar y a tu corazón ardiendo de tanta furia. No me importa recibir el conjunto holístico de tus demonios, mientras me cubras con tus alas cuando el cielo este gris y tenga miedo de enfrentar a los míos. Quiero que seas mi pecado capital personal, ese que me dé la absolución absoluta. No quiero tu cielo si no me das también tu infierno, ni quiero tu absoluta confianza si no me darás tus celos sin sentido. Cúbreme de tus miedos cada vez que des tus esperanzas, los guardare juntos y forjare un camino con ellos. quiero bailar contigo, aunque no sepa bailar. No me basta con ser tu novio, quiero ser también tu amante. Quiero sesiones de sexo animal por las noches y madrugadas abrazados tiernamente. Quiero despertarte al amanecer para animarte a seguir un día más. Quiero esperarte al atardecer para felicitarte por cada paso que hallas dado. Dame la totalidad de tu vida y complementa tus carencias con la mía. Que esto será un romance de jóvenes en verano y un matrimonio viejo en los inviernos. Quiero que te vuelvas la rutina que cambia todos los días. Si vas a amarme que sea así como yo te amo, en la totalidad de sus aspectos y en cada una de sus facetas. Inhala mi amor, exhala tu dolor y dejemos que la vida se alborote a nuestro alrededor. Déjala que gire, que se revuelque, que nos arroje a todos los agujeros que le queden, que te amare con tal fuerza que no le quedara más alternativa que ajustarse a nuestro ritmo y seguirnos el paso.
Atte. Apolo
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¿lo sentiste? ¿Al morir, lo viste? Siempre he considerado que la belleza de lo efímero yace en que el dolor que produce el final, solamente realza la hermosura del momento. los humanos siempre tan enamorados de la tragedia. Estarás de acuerdo conmigo al decir que fue una muerte dulce y suave, como el batir de alas de un colibrí. Pero debo decirte que no la considero una muerte limpia, la manera tan política en que lo manejamos, como dos rivales que se conocen tanto que toda contienda está destinada al empate, me resulta repulsiva. Ese momento en que convertimos el vínculo en negocio y nuestra delicada y sobrevalorada estabilidad se convirtió en prioridad. Allí fue cuando el tumor se convirtió en maligno y la fecha de caducidad fue impresa. Algunos dirán que resulta deprimente pensar en tanto tiempo invertido, en tanto esfuerzo, tanto llanto, tantos momentos, tanto valor, tanto cariño, tanto daño, tantos secretos. Tanto que hicimos para terminar convirtiéndonos en dos extraños que se conocen demasiado bien. A mí me parece que fue una inversión que valió cada pequeño gesto. En su momento fue mi pilar de salvación. Efímera pero necesaria, como todo en la vida. ¿Qué es infinito sino el cambio, cuando todo lo que es se convierte en algo más y no tiene otro destino más que ese? Progresa o muere, crece o disminuye, pero siempre existe. La verdad es que no puedo evitar que el olor a pasto en el viento me haga pensar en aquellas tardes sentados sobre alguna colina, observando el atardecer como si nuestra juventud fuera eterna. No puedo evitar extrañar aquellas noches desprovistas de sueño que llenábamos de un dialogo cómico y existencial. Escucharte llorar llego a ser una experiencia más íntima que la que trae el sexo a los amantes. Dime que tu no piensas en el dolor que compartimos al ver una orquídea. Dímelo y sabré que estas mintiendo. Si seguiremos entrelazados como gotas de lluvia cayendo sobre un charco, uniéndose en círculos concéntricos perpetuos, es verdaderamente incierto. Quizá permanecerás como una sombra en mi rostro, debajo de la comisura de mi sonrisa. Como una ojera que no me abandona, de aquel descanso que siempre me hará falta. Al final lo inevitable que tanto quisimos evadir nos atrapó. Esos cambios contra los que tanto luchamos juntos nos alcanzaron y nos cambiaron a nosotros también. Tú ya no eres esa niña que me hacía querer llorar cuando caía y era incapaz de admitir que le dolió. Yo ya no soy ese niño que no podía decir que no al momento de amar a alguien. Tú te has convertido en la incertidumbre del mismísimo océano y yo no soy más que un cobarde, que construyo una fortaleza rodeada de murallas para no ser tocado otra vez. Dime que no te produce al menos soltar un suspiro saber que esos días en que nos sentíamos infinitos se acabaron. Dime que no sentiste un escalofrió al darte cuenta que llego el fin del infinito. Atte. Apolo.
Nunca me ha gustado el color rosa, ni las fantasías o los cuentos. Jamás he sido amigo de las hadas o fan de la ignorancia. Por eso no me pidas que ignore verdades, quizá duras, pero necesarias. No me gusta que me mientas y me digas que es porque me quieres. No existen las mentiras por amor. Los engaños y el amor no son compatibles. Me gusta el café amargo, así que no intentes endulzarme la vida. Tengo pasión por las cicatrices, así que no te las maquilles. Me gustan las personas con defectos, así que no pretendas ser perfecto. Me enamore de una persona, no de algo superior, me enamore de ti.
Si vas a quererme, hazlo con todo. No intentes tratarme con suavidad y delicadeza todo el tiempo. quiero que me beses con pasión desbordante, que me tomes con la certeza de que este amor te pertenece y que me acaricies con ternura cuando el tiempo lo amerite. No me marees como una ola lenta y amansada. Arrástrame como un maremoto y déjame sentir toda tu intensidad. No te pido un amor como una tormenta constante, pero tampoco me escondas entre cuatro paredes sin poder ver el sol. No existe la felicidad sin tristeza, ni puedes sentir placer sin conocer el dolor. No puedes quererme sin herirme, ni puedes ocultarme que estas dañado. Yo soy imperfecto, roto y descompuesto, pero tu consigues que funcione la oxidada maquinaria de mi corazón. Tu estas descocido e incompleto, déjame ayudarte a reunir tus piezas.
Quiero la lluvia y días soleados. Quiero días fríos y noches calurosas. Quiero que la dualidad de tu alma se entrelace con la mía y giren, revolviéndonos entre abrazos y miradas. Quiero sentir todo eso que te hace estar vivo, aunque duela, aunque sea duro. No vengo a querer cambiarte, vengo a quererte con todo lo tu estés dispuesto a darme. No quiero una relación que me reste, me trunque, me divida y me detenga. Quiero una historia que me sume, me empuje, me aumente y me haga mejorar. Quiero verte triunfar sobre tus demonios, pero no puedo hacerlo si no los conozco primero. No temas ser tú mismo que es a quien pretendo conocer. No me escondas tu dolor, porque lo único que quiero es sanarlo. Entenderé aquellas batallas que debas librar solo, pero no me ciegues ni me mantengas a distancia.
Dame tu mano cuando no sepas a donde ir, yo te soltare cuando estés listo para andar solo. Ayúdame a levantarme cuando caiga, déjame que te limpie las heridas que aun supuran. No busco truncar tu libertad, al contrario, deseo disfrutarla junto a la mía. Verte crecer por tu cuenta, saber que he estado allí para presenciarlo. No intento acorralarte y dominarte, deja de impedirme que te toque, que te cuide, que te proteja. Si no encuentras respuesta a tus dudas, yo te acompañare a buscarlas hasta donde debamos llegar. Si no puedes terminar de atravesar las pruebas que te ponga la vida, yo te sostendré para que no caigas, para que sepas que no estás solo, que jamás lo estarás.
Solo te pido que no me mientas por amor, porque no existe tal cosa. Mentimos por miedo, es la única verdad. Miedo a no poder controlar la situación, miedo a lastimar a los demás, miedo a que nos lastimen a nosotros. No me temas, no temas lastimarme. Probablemente me hieras más de una vez a lo largo de nuestras vidas mientras sigamos juntos, seguramente yo lo hare contigo. Pero serán esas heridas las que nos hagan más fuertes, las que yo mismo te curare y dejare que tu sanes en mí. Quiere como el mar a la tierra. Variando entre intensos maremotos y oleadas suaves en la playa. Solo déjame ser como soy y amarte, déjate ser como eres y llora sobre mí.
Atte. Apolo.
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Me toco un destino peor que la muerte
Me tocó seguir viviendo con su luto encrustado en la frente
Creo que los cristianos inventaron el infierno solo para pensar que los muertos sufren tanto como ellos.
Una vida de tristeza ajena. A eso se resume esto. Así se siente ser codependiente. A una constante serie de terapias de reparación de vidas. Aclarando mentes confundidas, disipando el humo de sus temores, cubriendo heridas sangrantes hasta que cicatricen. Y es allí donde duele, donde cicatrizan. Porque se van, porque te dejan, porque te olvidan. Como un huérfano olvidado. Es una extraña sensación haber pasado días, semanas, meses, quizá años; despertando cada día con la intención de reparar la vida de alguien, dispuesto a atender las necesidades que te presenten, dispuesto a brindar todo lo que tienes y conseguir lo que no para que no le falte a alguien más. Es una extraña sensación darlo todo por alguien que cuando lo tenga solo se dará la vuelta y se marchara, con un paso reconstruido, sin volver a ver toda la basura que te dejo en el camino. Así se siente ser como yo, a veces, muchas veces. Tengo un problema con las despedidas, curioso porque las he vivido toda mi vida. no despedidas de personas que llegas y sabes que se irán, despedidas de personas que quisieras que nunca se marcharan. Al final el patrón se aprende y sencillamente comienzas a esperar que todo mundo se marche eventualmente. Es lo que siempre hacen. “¿Por qué no hablas más? ¿Por qué no nos cuentas un poco de ti? ¿Qué opinas al respecto?" ¿para qué quieren saberlo? Creo que soy yo el que está mal. El que espera más porque está dispuesto a dar más y ese mas, sencillamente esta de más. Porque llegan, se reúnen, se intercambian y se marchan; y yo me quedo, sin entender porque no se quedaron más. Un cuartel de invierno, que buscas cuando estás perdido, cuando sabes que la época será demasiado dura para continuar el viaje. Cuando necesitas establecerte en un lugar solo mientras pasa la ventisca. Así me siento. Como un cuartel de invierno. Como una cabaña de verano, donde te retiras a pensar, a aclarar las ideas, a recuperar la noción de quien solías ser y hacia dónde vas, para luego regresar a tu cotidianidad en la gran ciudad. Como un retiro espiritual. No soy más que un retiro espiritual. ¿Dónde estabas cuando yo pase mis inviernos? ¿Dónde podía refugiarme? Creo que soy yo el que no sabe amar, porque no puede detenerlo, porque no conoce el modo de controlarlo. Los amigos no existen, me dijo mi madre. Pero yo existo. Acá estoy, dispuesto a escucharte, dispuesto a ayudarte, a esperarte, a levantarte. ¿Estoy equivocado? ¿En qué momento me equivoque? Ser codependiente es una maldición. Esperar que la gente te espere, que al menos te espere a que puedas levantarte, es doloroso. Al final por eso siempre vuelven, porque saben que su cuartel de invierno siempre estará en el bosque, su cabaña de verano siempre estará en esa playa, su retiro espiritual siempre se celebra en noviembre. Saben que yo siempre estaré acá. ¿Para qué quedarse entonces? ¿Para qué esperar? Creo que mi problema no radica en amar y no ser amado, si no en esperar ser amado en la misma forma en que yo amo. Atte. Apolo
Mi mejor amigo dice
Que a veces soy frío y distante,
A ratos inalcanzable,
Que a veces mi silencio asfixia
Y mata.
Mi mamá dice
Que a menudo le preocupo
Cuando mis decisiones parecen erráticas,
Cuando me enamoro sin titubear,
Cuando me escabullo entre las nubes,
De mi mente.
Mi ex solia decir
Que cambio demasiado de pasiones,
Aún más rapido que de emociones,
Que a veces puedo ser tan desligado que rozo la crueldad,
Que a pesar de eso a veces soy muy lento para tomar acciones.
A veces me veo y no se decir,
Si la intensidad de mis emociones está ensombrecida
Por los medicamentos que recetó mi psiquiatra
O mis propios mecanismos de defensa;
Si mi rostro es el mismo de ayer
O ya es nuevo
De nuevo.
Soy un huracán
Y sus vientos a veces me gritan
Que no soy difícil de amar
Soy imposible.
Apolo
A los 21 le rogaba al mundo llegar a los 23. Lo rogaba. Como si fuera una meta imposible y como si la vida fuese a ser más fácil después. Los 22 fueron para probarme a mi mismo que podía ser mas mio que de alguien más y los 23 fueron para volverme a equivocar y desatar a la peor versión de mi software que ha existido.
El Javier de 22 no soportaría al de 24, se enamoraría del de 25, mataría al de 26 y sentiría pena del de 27.
El Javier de 24 tuvo esperanza, el de 25 tuvo dudas, el de 26 decepciones y el de 27 soledad.
Que terrible es la nostalgia cuando estás seguro de que no haces falta.
La irreprocidad emocional es un tipo diferente de herida que no deja de doler, solamente se aprende a vivir con ello. Cómo una quemadura incandescente. Que no te odie quien odias, que no te ame quien amas y lo peor de todo: que no te extrañe a quien te hace tanta falta.
Que extraño tener 27 cuando pensé que moriría antes de los 23. Aunque esta perenne sensacion de muerte, frío y entumecimiento va creciendo con los días.
Pero sigo muerto.
Quiza si morí a los 23.
Quizá soy un fantasma.
Quizá solo necesito un exorcismo, un club de rezadoras católicas con sus rosarios y una esquela circulando en historias de Instagram para terminar de desprenderme de la vida.
Quizá sigo,
Pero sigo muerto.
Pensamientos nocturnos y cosas por el estilo. Javier/Bipolar/SaberQueSexual pero sexual/Causipoeta
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