Intento buscar una emoción que describa aquella sensación. La sensación de verte extraer la pequeña caja blanca de tu mochila. De que ofrecieras satisfacer a mis demonios. La sensación de escuchar el pestillo del encendedor produciendo chispas, encendiendo una llama. De ver a la llama danzar sobre el tabaco. De ver el delgado cilindro de papel deslizarse entre un par de dedos aún más delgados. No termino de entender que es lo que siento al ver todo eso suceder y que los dedos sean los tuyos.
¿Fue acaso decepción? ¿O es una profunda tristeza? ¿Es más parecido a vergüenza o a frustración? ¿O más bien la rendición de mi corazón ante una amalgama emotiva? Pero que no te confundan mis palabras, que si estoy decepcionado es de mí, por no haber sentido el aroma seco que se impregno a tu ropa antes. La profunda tristeza es por no poder ver tu mirada entre la cortina de humo. Si me siento avergonzado es de mi por haberlo hecho tantas veces frente a ti y la frustración es producto de las veces que me pediste que dejara de hacerlo y solo me reí en tu cara.
Y es que conozco esa expresión, a melancolía disfrazada de sonrisa. Conozco esa manera de inhalar, como intentando extraer toda la falsa satisfacción que este atrapada en un cigarro. Porque conozco esa manera ansiosa de buscar otro cigarro con los dedos, rascando entre los espacios vacíos del paquete. Porque he visto antes esa forma de exhalar, intentando sacar hasta la última gota de tristeza de tu alma. Reconozco ese desesperado comportamiento, que se aferra a ser fuerte a pesar de estar hundido en sí mismo. Reconozco tu comportamiento en mí.
Porque es lo mismo cuando bebes e intentas ahogar cualquier grito de derrota que este habitando en tu garganta. Es lo mismo cuando llegas al punto de quiebre y explotas, caes por trozos y te rindes al llanto, para luego callar. Callar hasta que las piezas vuelvan a encajar entre si y esperas. Esperas a que vuelvas a quebrarte. Todo para caer en un círculo más vicioso que los otros hábitos que has adquirido.
Es que la tristeza es un vicio, mi hermano. Es un vicio más mortal que cualquier hierba. Es un vicio que gusta de relacionarse con otros vicios. Es un vicio que en silencio te arrastra un barranco o una cuerda colgando de una viga de tu habitación. Es un vicio que te invita a la barra de una cantina o la esquina de un fumadero.
Es por eso que me duele verte hacerlo. Es por eso que me mata verte caer y saber que estas cayendo; y no saber si estas pidiendo ayuda o solo quieres dejar de sentir que te importa lo que sienten los demás. ¿Es que acaso no ves que acá estoy? ¿Es que no he sabido demostrarte que te amo? ¿Es que no entiendes que quiero la exclusividad de mis vicios y el monopolio de la tristeza, para que tu no la sufras?
Atte. Apolo
Recuerdo la primera carta que te escribí. Era un día soleado, en el cual el aire estaba invadido por el canto de gorriones y el ladrido de algún perro. Mi gato acechaba ronrones en las esquinas y el calor aplastaba mis brazos contra el escritorio. En mi mano la libreta sobre la que tantas veces había redactado. Un lápiz negro se deslizaba entre mis dedos, con el número 2 impreso en la madera y el borrador entre la ansiedad de mis muelas. Mis ojos bailaban sobre cada letra, cada signo. Desde la capital de cada oración hasta el desenlace en forma de punto. Mi corazón latía como perdido, confundido. Sin saber si era un error embriagarse de amor o si la mente era una irrazonable, que pensaba demasiado acerca de asuntos sobre los que no tenía el control. Un temor hacía temblar cada musculo de mi garganta. Tenía tanto que expresar que no había palabras que soportaran el peso de tantas emociones. No sabía ni que quería decirte. Contuve el aliento, pero este se amotino en mi contra y escapo como un doloroso suspiro. Forcé una lágrima desde la comisura de mis ojos, pero estas se negaban a salir y se volvió a escabullir a través de mis labios. Que tímidos eran mis sentimientos en aquel entonces. Un viento rebelde se deslizo entre las hojas de algún pino cercano y las hizo silbar. Uní mis dedos en una plegaria sobre mi cara. Sin saber si ya te amaba o me odiaba por sentirme de esta manera. Así de complicadas son las emociones en mi alma. Gotas de lluvia comenzaron a regarse sobre el suelo, a rodar por las paredes y a deslizarse sobre las ramas de los árboles. Mientras las gotas de mis ojos seguían en huelga, negándose a presentarse a trabajar. No sé cuánto dure en ese trance, ni cuál fue el impulso que consiguió hacerme salir. Solo sé que te escribí una sinfonía caótica y espiritual, que jamás llego a satisfacer todo lo que quería lograr.
La hoja se fue haciendo vieja. Se arrugo y se manchó, la tinta de las letras se corrió. Los sentimientos plasmados envejecieron y algunos murieron. Pasaron los días y los meses, meses en que mis emociones por ti solo crecieron, hasta que lo nuestro adquirió un cáncer terminal y fue muriendo lentamente, sin que ninguno pudiera rescatarlo. Y aquí me tienes otra vez. Sentado en el mismo lugar. En un día que quiere llorar y no puede, en que los gorriones ya han muerto y son sus hijos o sus nietos, los que invaden el aire con sus voces. En que el perro se ha quedado sin voz y a mi gato le han crecido canas, si es que sucede tal cosa. El lápiz negro se acorto tanto que tuve que cambiarlo y nuevamente el borrador se consumió por la ansiedad. Tuve que comprar una nueva libreta, pues la vida dio tantas vueltas que se agotaron las hojas. Las hojas de los pinos, sobre las que silbaba el viento, se secaron y cayeron y fueron reemplazadas. Y ese amor con el que tanto peleaba, que tanto me atemorizaba y por el que tanto quería llorar se quedó. Finalmente las lágrimas decidieron ponerse a trabajar y cayeron y vuelven a caer cuando la herida hace contacto con un recuerdo. Han aparecido nuevas heridas y nuevos rostros me han llevado a escribir. He plasmado más batallas emocionales en una hoja de papel. Y el amor que siento por ti no se ha desvanecido. Es un constante compañero de mi batalla contra la vida. Dejo de ser mi amigo hace ya mucho tiempo y finalmente hicimos las paces en algún momento. Pero jamás me abandono. Acá sigue, a mi lado, preguntándome si se de ti.
atte. Apolo
Cuando muera sepultenme:
Con mi poema de Rimbaud
Para darme valor en el camino
Y mi álbum de Dan Reynolds
Para hacerme sentir comprendido
Con una cajetilla de Marlboro rojo
Para los días de nostalgia
Y una onza de sativa
Para las noches sin fragancia
Una botella de Carolina Herrera
Para sentir cerca a mi padre
Y un estuche de bolígrafos morados
Para pensar en mi madre
Mi baraja de tarot
En la bolsa azul que tejio mi abuela
Un par de guayabas
Del árbol que plantó mi abuelo
El control de la consola
Que compartía con mi hermano
Y el libro de mandalas
Que coloreaba con mi hermana
El peluche de pingüino
Que me regaló mi mejor amigo
Y una copia de la pelicula
Con la que llore con el que ya no está conmigo
La foto enmarcada de la tarde
En qué mi amor fue a buscarme
Y el primer poema que escribi
Cuando supe que no podría escaparme
Son pocas las cosas que amo
Que me hacen feliz cuando estoy roto
¿Alguna vez has visto al cielo, al errático movimiento de las nubes, lento y agraciado, intentando interpretar sus intenciones y llegando a la única conclusión, de que jamás podrás entenderlas? Así me siento cuando estoy contigo. Como si pudiera pasar durante horas, volviendo día tras día, por muchas semanas, a lo largo de muchos meses, con el pasar de muchos años y jamás podría entenderte. Esa extraña sensación que me recorre, cuando pienso en la enorme libertad que tienes. Porque lo eres, al menos conmigo, eres libre de ser lo que quieras y hacer lo que quieras, mientras sea lo que tú quieres. En verdad eres libre y esa libertad me resulta abrumadora. No es que te tema, le temo a lo que puedo llegar a sentir, pero he llegado a hacerme amigo del miedo. Cuando me siento en su compañía, frente a un café y el humo de mi cigarro, lo veo a los ojos y juego a las apuestas con él, para ver quien tendrá la razón al final del trayecto. Te podría decir, que no me preocupa que te marches. Que he visto tantas veces partir a las personas, que he tenido que decir adiós tantas veces y muchas otras me he quedado con las ganas de decirlo, que incontables veces he vuelto la mirada para descubrir que quien estaba se ha desvanecido. Te podría decir que estoy tranquilo disfrutando del tiempo que nos toque convivir, que he madurado y que sé que las personas tienen un tiempo de bendición en nuestras vidas, que cuando ese tiempo se acaba deben marcharse, pero todo eso sería una gran mentira. Hay un nudo en mi garganta cuando piense en el día en que ya no estarás al otro lado del cristal. Cuando pienso en el día en que ya no sentiré tu lejana presencia. Por eso evito el pensamiento, para no preocuparme por el final y solo disfrutar del viaje. Porque por extraño que parezca, aun cuando estamos en silencio, apartados el uno del otro, sé que estas allí y eso, de alguna forma, me reconforta. Quisiera que me vieras llorar para que sepas que soy tan humano como tú. Quisiera ver tus lágrimas para saber que no me equivoco. Quiero que tomes un martillo o un mazo, si prefieres usar tus manos no importa, y derribes cada una de las murallas que he levantado alrededor de mi alma, con las que he construido un laberinto, del cual todos pueden salir, pero pocas personas han conseguido entrar sin perderse entre los jeroglíficos que dibuje en las paredes. Quiero que tomes cada uno de mis miedos y los tritures con tus largos dedos. Quiero que tomes mis esperanzas e ilusiones y las tritures con la fuerza de tus propias pasiones. Quiero ver como pasas sobre mis sueños con paso de conquista y lo aplastas. Quiero ver como destruyes mi intangible corazón. Ese corazón que no es más que un espectro; un niño fúnebre sentado sobre su propia tumba, cavada con los huesos de amores perdidos. Quiero que tomes mi mano y desmorones mis defensas. Que desquebrajes cada una de mis convicciones. Que me demuestres que me equivoco y el mundo no está plagado de egoísmo y rencor. Táchame de loco si eso le da sentido a mis palabras o llámame un niño si eso te sirve para tomar una decisión sobre mí. Parecerá contradictorio la manera en la que te ruego que termines de lacerarme o me sanes de mis heridas, pero es que no me importa lo que hagas, solo quiero que lo hagas. La verdad es que no sé quién eres y aun así siento que te conozco. La realidad es que no sabes todo lo que escondo, porque has visto esbozos de mis rostros. De los seis rostros taciturnos que se sientan alrededor de una mesa hexagonal, intentando decidir si avanzar o girarse y volver atrás. Si te pido mucho, no hagas nada. Si sientes que no vale la pena, solo vuelve sobre tus pasos. Pero hagas lo que hagas la decisión ya está tomada. Serás tú, quien romperá lo que hay en mí. Ya sean mis miedos y decepciones o lo que queda de lo que alguna vez fueron sentimientos y emociones tan hermosas. Solo quiero que lo hagas. Que me tomes y me veas a los ojos. Que sonrías y estés convencido que no quiero hacerte daño. Que me rompas y me marques con tus dedos. Que me cambies para siempre y yo te haga sentir vivo.
Atte. Apolo.
'Te conté cuanto me gustaba armar cosas. Tu me dijiste que para ti era difícil. Respondi que no importaba, que contigo cualquier cosa era mejor y que mejor armaramos... Y corte la frase, por miedo a tu reacción, por miedo a ir muy rápido. Insististe en que la completará. Entonces añadí "una linda relación". Me respondiste que estabas de acuerdo, que la idea te encantaba. Yo sonreí y me quede viendo al techo, sabiendo que te había mentido, porque lo que realmente quiero armar, es una vida contigo. Así de seguro estoy de lo que siento y eso me aterra, porque la decisión no es solamente mía.'
Dudo que exista una pregunta más difícil de responder. Es una respuesta que cambia cada día. Que ha cambiado a lo largo de los años. Que se transforma con las estaciones, con las personas que me rodean. Es una respuesta ambigua e insegura. Y la única persona que se lo pregunta, la única persona que lo puede responder y la persona más insegura al respecto, no tienen identidades separadas. Si fuera un pintor y lo expresara de esa forma, te juro que no me diría más que una hoja de papel sin tocar. Es un tema que todos los días discuto con las voces que habitan mi cabeza. Es un tema que me confunde, que me aturde, que me frustra. Me hace hundirme en mi cama, en mi pereza, en mi intento de ignorar a la misma existencia de mi propia persona.
Si vez la vida como un camino, para mi es una calle de doble vía, en la que yo disfruto caminar en medio, siguiendo una dirección y luego la otra. Si la moral es un espacio con dos polos, yo estoy parado en medio, con los brazos extendidos hacia los extremos. Con mis manos al alcance de lo bueno, con mis dedos rozando lo malo. Con la capacidad de tirar, de empujar y de alternar entre los dos. Porque no, no soy tan mala persona, pero no vendré a vender mi alma al precio de la de un santo. Un día le dije al amor que yo soy un ángel de alas negras y este me respondió que soy un demonio vestido de blanco.
Porque soy una tormenta. Soy un huracán, incapaz de entrar con calma, sin marcar el terreno, sin transformar el entorno. La pesadez de mi presencia, el estruendo de mis emociones, el vertiginoso movimiento de mis pensamientos; que en el centro solo ocultan un claro, donde todo yace en un absoluto silencio. Porque mi personalidad es una combinación ambivalente entre mi forma de sentir y mi forma de pensar. Porque al pensar soy un hombre de matices, que gusta de ver toda la gama de colores, para finalmente asentarse en una mezcla de los que le combinen. Pero al sentir soy un niño extremista, que si no ama no quiere y si no sufre no duele.
Me describirías como un drama, pero a veces mi vida se siente como una comedia. Puedo ser tan despectivo y a la vez tan egocéntrico que he llegado a sentirme el chiste favorito de Dios o el cuento más desabrido del mundo. Me han llamado impetuoso en la cara y luego me han criticado de frígido a mis espaldas. Es el precio de andar con medio rostro entre las sombras. Con media sonrisa oculta. Escondiendo a veces su amplitud, a veces su verdadera naturaleza y muchas otras su absoluta ausencia. Y es que después de caminar entre tantas mascaras que he fabricado, a veces me cuesta reconocer que rostros son reales.
Me han dicho inteligente y yo seguiré sintiéndome como un tonto. A veces un viejo tonto, con el cansancio de sus años y una vida que ya no puede darle nada nuevo. A veces un niño tonto, incapaz de decidir por su cuenta sin temblar de miedo al no tener una mano que lo sostenga. Mis comportamientos y mis emociones discordantes. Porque cuando más siento es cuando menos expreso. Cuando más silenciosa esta mi boca es cuando más ruidosa esta mi mente. Cuando más ausente me sientes es cuando más necesito de la presencia de alguien, que me ayude a no sentir la soledad, aun si quiero estar solo.
Pregúntame quien soy y no puedo responderte. Pregúntame quien soy y me debato en una mesa hexagonal. Pregúntame quien soy y te responderé que no se ni si quiera como estoy. Porque mis amigos te dirán que yo pienso demasiado, pero yo te cuento que el problema es que siento demasiado.
Atte. Jasper
Recuerdo bien ese día. Me encontraba yo entre la sociedad, entre una multitud de rostros. Muecas despreciables y engañosas. Bocas torcidas y gestos perversos. Miradas heridas y tristes, tantas miradas y entre todas esas miradas, estaba la tuya. Me mirabas y mi mundo entero parecía concentrarse en esos ojos. En el único par de ojos que no huían de la oscuridad de mis pupilas. Allí estabas, sonriendo. Con tu sonrisa triste y cansada, tan tierna que estremece cada fragmento de mi quebrada existencia. Allí estabas tú, parado en medio de la nada, tan solo. Allí estaba yo, temblando de frio y cansado de vivir, completamente abandonado. Ambos rodeados de tantos rostros vacíos. Ambos acompañados únicamente de la soledad.
El sol entraba a través de cristales empañados con lágrimas secas. Recuerdo que apenas pude sostener la intensidad de la conexión entre nuestros ojos, pero fue suficiente para que tu rostro quedara grabado en mi memoria y tu sonrisa en mi corazón, mi temeroso y débil corazón. Ese momento domino completamente los torcidos pensamientos de mi cabeza durante todo el día y lo escondí, en lo más recóndito de mi mente. No quería que nadie viera. Poco me imaginaba que ese día comenzaría lo que sería, la más intensa de mis aventuras hasta ahora. Me encontraba yo tan frágil y débil en ese momento. A penas habiendo salido de una cruenta batalla en que mis sentimientos habían salido desgarrados. Tu solo me mirabas. La verdad no sé cuánto tiempo lo hiciste, pero la sensación que embargaba todo mi ser se mantuvo en el ambiente por el resto del día.
Recuerdo que los días pasaron y que poco a poco la sensación se fue apagando, hasta desvanecerse. Caminaba yo sin pensarlo. Vivía solo porque no estaba muerto y me movía con las masas, pensando en tantas cosas que al final no pensaba en nada. Solo quería una respuesta y entonces, allí estabas. Sentado, tan tranquilo y me mirabas. Tu mirada parecía penetrar en mí ser y perderse en el interior de mi debilidad humana. Sonreías y yo no podía dejar de verte temblando. Me sentía tan vulnerable e indefenso, pero tampoco sentía necesidad alguna de protegerme. Mi corazón convulsionaba en mi interior y por unos segundos, me volví a sentir tan vivo.
Recuerdo que los encuentros entre tu mirada y la mía se repitieron varias veces. Cada uno era igual de intenso que el anterior. Cada uno me hacía pensar más y más tiempo en ti. Preguntarme quien eras y que era lo que buscabas en mis ojos. Aun así no me preocupaba. Tenía tanto encima que no tenía tiempo para sentirme atrapado por ti, puesto que me sentía amordazado por mis pesares y mis culpas. Aun así cada vez que te miraba me sentía más tranquilo, porque de alguna manera sentía que nos acompañaba la misma soledad y que eso de alguna manera, significaba que nos acompañábamos mutuamente. Al menos así me sentía yo.
Recuerdo que el día que eso cambio el sol me quemaba los ojos. La nicotina aun transitaba mis venas y la risa salía forzosamente por mi garganta, no era más que un ejercicio para no perder la habilidad. Yo escuchaba las voces que me rodeaban y tenía la mirada perdida en el paisaje. Entonces paso. Tu esencia se difundió por el aire y en el instante sentí tu mirada sobre mí. Te veía sonreír y tú me veías temblar, aunque no sabías que estaba temblando. Me sonroje y no te pude quitarte la vista de encima. Cuando desapareciste recuerdo que me quede tan vacío y tan intrigado. Ese fue el día en que comencé a buscar tu mirada. Cada vez que caminaba entre las personas, que me sentaba bajo la sombra o que inhalaba un poco del aliento de la muerte, buscaba tus ojos. Solo quería volver a sentirme vivo.
Recuerdo que los días pasaron y tus ojos no se asomaron, hasta que me encontraste. Sabias mi nombre y ahora yo conocía el tuyo. La emoción era embriagante y no sabía que sentimiento era más fuerte, el miedo o la alegría. La intensidad de lo que tus ojos provocan en mi me atemoriza, pero la belleza de la sensación que dejan me hace sonreír esperanzado. De repente luchaba con una imagen en un monitor, intentando buscar en ella el mínimo rastro de lo que tus ojos provocan en mí. Durante horas estuve observando tu imagen, deseando encontrar en ella algún indicio del porqué de esta conexión. Al día siguiente todo lo que quería era verte y que tu no me vieras. Quería observarte desde la distancia y solo verte pasar. Verte sonreír. Ver que estabas vivo y averiguar si eso me hacía sentir igual de vivo. Me encontraba en un dilema en que no quería verte porque no quería me vieras y al mismo tiempo moría por hacerlo porque necesitaba observarte.
Recuerdo que, por cosas de la vida tu presencia parecía atraerme, pues te encontré. Estabas de espaldas y yo solo me paralice. Te observaba leer y esforzarte por aprender alguna lección. Por un momento pensé en sentarme a tu lado y solo verte, sonreír y luego marcharme. Sin embargo el miedo era más fuerte que el deseo y comencé a huir silenciosamente. Aun así tu tienes un efecto adictivo sobre mí, pues las ganas de sentirte cerca solo aumentaron. Cuando volviste a aparecer y me viste, apenas pude aguantarte la mirada. Comencé una lucha masoquista entre la opresión de tus ojos sobre mí y mi enorme deseo de verlos. Te posicionaste de tal manera que nos separaba una puerta de madera y lo único que podía ver eran tus pies. Comencé el fracasado intento de leer tus pensamientos por medio de tus pasos. Me preguntaba si me habías visto, si querías verme. Como todo tiende al equilibrio en esta vida, de la misma manera en que apareciste, te desvaneciste. De repente no estabas y yo me quedaba tan vacío. Con ganas de salir corriendo a buscarte.
Recuerdo que esa noche charlamos. En cuanto vi tu mensaje el mundo parecía contraerse y luego explotar entorno a mí. En cuestión de segundos calcule cada posibilidad, cada respuesta y sencillamente te respondí. Yo te pregunte el “por qué” que tanto me atormentaba y tú frenaste mi impulsividad. Propusiste un juego que me resulto de lo más encantador, después de tanto tiempo sin jugar la experiencia me parecía fascinante. Recuerdo que tú preguntabas y yo respondía, que posteriormente los papeles se invertían. Yo media cada pregunta, la planificaba intensamente y a través de preguntas aparentemente simples intentaba leer las palabras escondidas de tus respuestas. En contraste total con mis preguntas, mis respuestas en cambio eran totalmente espontaneas, tan sinceras y tan honestas, que dejaban al desnudo todo mi ser, pero nunca sentí necesidad de cubrirlo. Hablar contigo me resultaba tan natural.
Recuerdo que las preguntas lentamente iban aumentando de profundidad y sin avisar todo sencillamente exploto. No sé quién de los dos detono la bomba, solo sé que ambos la armamos. Nuestra tristeza, nuestra soledad y nuestros miedos comenzaron a brotar como hormigas defendiendo su hogar, pero no peleaban entre ellas, si no que de alguna manera parecían complementarse. La sinfonía de tu boca y los versos de la mía parecían formar una bella pieza musical. Esa noche acordamos vernos al día siguiente y yo no sabía que esperar de esto, de ti, de mí.
Recuerdo que me levante muy emocionado. No sabía ni que ponerme y tampoco importaba realmente, solo esperaba que hiciera que me vieras. El camino se me hizo eterno y deseaba no ser gato, sino ser un águila o al menos un colibrí, para salir volando y evadir los obstáculos terrestres. Cuando te vi deseaba sorprenderte, no tenía idea de qué hacer cuando te tuviera cerca, pero intente acercarme sigilosamente. Aun así mi nerviosismo y mis ganas de ver tus ojos parecieron delatarme. Por primera vez hice contacto con tu piel y aunque solo fue por unos segundos que tu mano choco con la mía, grabe la sensación en mi memoria para el resto del día, quizá para el resto de la vida.
Recuerdo que entramos a un salón y nos retiramos al fondo. Tú comenzaste a pelear contra el silencio contándome de tus aficiones. Yo solo quería verte hablar y grabar tu voz en mi memoria. Escuchaba atentamente a todas tus manías y tus excentricidades. Atentamente veía y oía todas tus peculiares aficiones que me parecen tan bellas y tiernas. Tu mirada ya no me hacía temblar, pero aún me hacía sentir muy vivo. Me preguntaba cómo se sentía tu piel y cuál era el olor de tu cabello. Me cuestionaba que pasaba por tu cabeza. Salimos de allí y nos fuimos a sentar. Me senté primero deseado que te sentaras a mi lado, en cambio elegiste poner una mesa de muralla entre nosotros. Pensé por un momento cambiarme de lugar, pero no quería incomodarte, pues ya conocía tus miedos. Recuerdo que terminamos hablando de tus temores y solo conseguiste remover en mí el recuerdo de cómo me sentía yo cuando los tenia.
Recuerdo que me dijiste que lo que querías era un amigo, no era que no desearas otra cosa, sencillamente preferías un amigo y quizá, solo quizá, podría ser que algún día de una amistad saliera algo más. Notaste la decepción en mi mirada o la escuchaste en mi tono de voz, no sé qué fue lo que me delato. Yo solo te mentí con la verdad. Al final te dije que lo único que quería era darte lo que querías, lo cual es cierto. Te dije que lo mejor que podía hacer seria acompañarte, lo cual es verdad. Te dije que sabía que tarde o temprano me lastimarías, de lo que estoy seguro. Te dije que eso no significaba que me alejaría de ti, cosa que es un hecho. Lo que no te dije, era que en el fondo moría por besarte. Lo que no te conté, era que yo tengo más miedo que tú, pero yo tengo más experiencia ocultándolo. Lo que te oculte es que en el fondo, solo soy un niño asustado que ruega por un poco de amor reciproco. Porque si, mi corazón funciona de manera diferente de la del resto de personas. Nunca he necesitado que me quieran para querer, ni que me amen para amar. Quiero por decisión propia, amo por razones de mi corazón. En lo que te mentí, fue cuando te dije que no estaba decepcionado, porque si lo estoy, profundamente decepcionado… de mí. De no poder hacer más. De no poder arrancarte el miedo como quisiera. De no poder demostrarte que el amor no se elige y que venga de donde venga, el amor es amor.
Recuerdo que comencé a pensar en cuanto tiempo pase en el mismo dilema que tú. Por un momento comencé a discutir con todas las voces de mi cabeza intentado decidir si debía alejarme por ti, por mí o no debía hacerlo. Sencillamente concluí que era tonto pensarlo puesto que, aunque quisiera alejarme, aunque me lastimara estar contigo, ya era adicto a tu presencia. No importa lo que pase, va en contra de mi naturaleza abandonar a las personas. Tome tu mano por primera vez y solo quería entrelazar nuestros dedos, pero no quería aferrarme a ti. Comencé a leer cada uno de tus falanges sin decirte una palabra de lo que halle. Tú escribiste mi nombre en tu cuaderno y me lo regalaste. Subestimaste el valor que yo le doy a las cosas insinuando que podía desecharlo si quería. Realmente no te imaginas que las cosas más simples son las que más valor tienen para mí. No tienes idea alguna de lo que esa hoja significara para mí el resto de mi solitaria existencia.
Recuerdo que nos levantamos y caminamos otro rato, buscando un sitio que no tuviera una barrera entre nosotros. Volví entonces, después de mucho tiempo, a un sitio donde había dejado muchas emociones. Donde había derramado muchas lágrimas. Donde había dado tantos besos. Donde me habían apuñalado no por la espalda, si no lentamente por el pecho. Mas el estar contigo, hacía que no importara. El dolor de esa herida parecía haberse desvanecido ya para siempre. Tú cortaste una flor de un árbol y me la regalaste. Sentí su aroma y comencé a pensar tantas cosas. ¿Los hombres se regalan flores? Esa flor. Esos pétalos amarillos me parecieron un regalo tan extraño, peculiar e inusual. Aun así, me parecía el regalo más sencillamente tierno y lindo que alguien me haya hecho. Jugué un rato con la flor en mi mano y la guarde. Me trague las ganas de llorar y comencé a abrir aún más mi corazón contigo, esperando así sacarte un poco de tristeza, al meterla dentro de mi alma. Mis esfuerzos fueron en vano pues éstas fuertemente sellado.
Recuerdo que fui sincero contigo y te conté mi propósito en este mundo. Te hable de lo triste que se ha vuelto mi vida y de cómo he dejado de interesarme por ella. Te revele que mi principal propósito en este momento es hacerte sonreír de verdad. Tu solo me abrazaste. Yo moría por hacerlo también. Por aferrarme por un momento a ti y sentirme seguro, a la vez que te protegía. Pero sabía que si lo hacía terminaría llorando en tu hombro y quizá no podría controlar las malditas ganas de arrancarte la tristeza. Me calle tantas cosas y solo te pedí que me dejaras acompañarte. Nos ocultamos de la lluvia y nos sentamos un poco más cerca. El calor de tu cuerpo parecía tener un efecto hipnótico sobre el mío. Bese tu mejilla y tú te recostaste en mi hombro. Te rodee con un brazo y tomaste mi mano. La besaste y yo quería llorar en ese momento. Termine recostado sobre tu pierna y charlamos otro rato. Tu intentabas decirme algo de muchas maneras diferentes y yo no entendía nada de lo que decías, estaba muy ocupado traduciendo el único lenguaje que sé que no puede mentir, el de tus ojos. Parecías sentirte feliz o al menos contento. Esperaba así fuera, eso me hacía sentir un poco mejor conmigo mismo. El tiempo pareció escaparse de mis manos y llego la hora en que te marchaste. Cuando te fuiste y te vi alejándote, solo sentía como gradualmente me arrancaban la sensación de estar vivo y pasaba a un profundo estado catatónico.
Recuerdo bien todo esto. Ahora me acompañara por toda mi vida. Solo espero que no sea el final de nuestros recuerdos, pues hay mucho que quiero hacer contigo. Tanto que voy a mostrarte. Solo espero que me lo permitas. Quisiera que entendieras que cuando te veo a los ojos y te sonrió tiernamente, es porque cuando hago eso consigo enterrar mis lágrimas dentro de mí. Quisiera que supieras que cada vez que suspiro es un beso que no te doy, aunque muero por hacerlo, pues sé que es quizá el método más eficaz para extirpar la depresión. Quisiera que vieras las cosas como yo, pues no puede ser que el amor, que no daña a nadie más que a quienes lo sienten, este mal. Quisiera que me creyeras cuando te digo que yo solo quiero hacerte feliz y no podría hacerte daño ni abandonarte. Quisiera estar contigo y nunca dejar de sentirme vivo. Quisiera, solo quisiera, saber porque es tan malo es que los hombres se regalen flores. Quisiera tanto decírtelo. Decirte este sentimiento inexplicable que comienza a quebrantar mis murallas nuevamente buscando salir. Pero sé que no me creerías. Yo tampoco lo creería de no ser porque lo siento. Porque no puedo evitar sentirlo. Aunque acabamos de conocernos. Aunque para ti este mal. Aunque tus temores sean tan enormes. Aunque yo esté tan quebrado. Aunque el mundo esté en contra de ello. Aunque tú no puedas creerlo. Aunque parezca completamente imposible e ilógico que suceda esto tan rápido. Aunque tú no quieras que pase todo tan aceleradamente. A pesar de todo eso no puedo evitar sentir, que de alguna manera, la profunda tristeza de tus ojos y la soledad que compartimos. Lo hermoso de tu ser y las sensaciones que provocas en mí. La flor que me regalaste y mi nombre en tu cuaderno han provocado que yo me esté enamorando, tan alocadamente, como mi corazón hexagonal puede hacerlo.
Atte.: Apolo.
Adoro tu forma de quitarme las ganas de dormir pero no la de soñar.
Te extraño tanto
Que no quiero que vuelvas
Nunca mas
Pensamientos nocturnos y cosas por el estilo. Javier/Bipolar/SaberQueSexual pero sexual/Causipoeta
116 posts