Sobrecarga

Sobrecarga

Vendado. Comenzó con una sensación suave y caliente sobre la piel. Tan familiar en cierta forma, pero tan desconocida. Con un aroma extranjero impregnado en un tejido autóctono. Ese sentimiento sin nombre que solo pueden darte aquellos rostros marcados en tu memoria que vuelves a ver años después, cuando ya se han convertido en alguien distinto. Al principio fue un perdón, fue una cura, cargada de esperanza. La esperanza de que llegaría a curar tanto más.

Comenzó como una vibración placentera. Luego siguió creciendo. Creció hasta que mis oídos escuchaban tanto, mi piel palpaba tanto y a mi nariz llegaba tanto olor, a mi boca tanto sabor, que mis ojos se cerraron. Y mi corazón se hundió en los arbustos del bosque que eres. Se perdió entre tus ramas, entre tus flores enzarzadas y las raíces de tus cedros. Me interne en el laberinto, con los ojos cerrados. Camine entre sus muros, sin saber en qué momento chocaría con uno. Sentí tus hojas acariciando mi rostro, sin saber hasta que punto era accidental. Sentí tus espinas clavándose en mis brazos, sin saber hasta que punto era intencional.

Seguí caminando, sin saber exactamente donde estaba, pero con la seguridad de que todo lo que encontraría seria a ti. Llevaste mi corazón a sus limites y los rompiste. Entre mas te conozco, mas siento que no se que quien eres. Entre mas me sofocan mis emociones, mas me enamoro de ti.

¿Has visto a una rosa nacer? La forma en que crece, en que el botón asciende y se abre, la forma en que los pétalos se van extendiendo, cayendo y la flor se termina marchitando. Las emociones en mi funcionan un poco diferente. Como un tumor más bien. Creciendo y creciendo. Sin dejar de crecer. Un asesino inmortal. Que solo sabe crecer y crece tanto que empieza a matar, matar para tener más espacio para crecer.

Así ha ido creciendo todo lo que siento por ti, sin saber hacia dónde crecerá. Así he ido caminando entro de ti, sin saber hacia dónde me llevaras. Pero ya no hay marcha atrás. Ya no puedo parar. Estoy demasiado dentro de ti. Demasiado perdido, demasiado enredado. Con mis sentimientos haciendo fricción entre sí, soltando chispas por ti. Me induces una sobrecarga emocional, que me ahoga, que me asfixia, que me paraliza. Que me encanta. Jamás me había sentido tan vivo.

Atentamente, Apolo.

More Posts from Camaleondeplastilina and Others

300 micras

Estoy en ese punto de la noche, dos o tres horas después de que el papel se disolviera en la punta de mi lengua y que la dosis comenzará a producir ese curioso efecto en que puedo sentir las fluctuaciones de las dosis asociadas de THC que añado a la mezcla repetitivamente. Mis pupilas comienzan a examinar los rincones de la habitación bajo los efectos de las luces neon con la música Dance acaparando mis oídos mientras siento esa extraña vibración en mi piel y el vértigo placentero de perder el control.

Es entonces que percibo que hay muchas sombras de mis vidas que ya no son o nunca fueron en mis cuatro paredes. Fotos, arañones en la pared, lágrimas o rocío, plantas, planos y fotos y cartas.

Todo ruinas de desesperados intentos de amar y ser amado. De salvar y ser salvado.

Todos anhelamos salvación supongo. Pero tampoco hay nada de que ser salvados en realidad. Ni nada que salvar . Pero queremos sentirnos asi.

- S a l v a d o s -

Quizá por eso mi mente se aferraba tan intensamente al amor o a mi idealización del amor.

Porque llegó a estar tan rota que era lo único que le permitía anclarse a sobrevivir. Podía sentir su felicidad danzando sobre mi pie,l eso era literalmente como se sentía el amor para mi.

Pero cuanto más se sufre la resaca del amor que la de estás 300 micras de lucidez. Al menos con estas 300 micras no fantaseo con la salvación ficticia del mal inexistente. Yo soy mi único enemigo. No necesito salvarme de mi. Solo amarme.

Apollo Pontifice


Tags
3 years ago

Quisiera

Despertarte con una llamada

Llegar a tu casa por ti

Compartir un cigarro en silencio

Escuchar una historia de tu niñez

Dividir nuestra tristeza en lágrimas

Y suspirar algún anhelo perdido

Perder la noción del tiempo

Hasta encontrar el amanecer en el cielo

Quisiera...

Apolo


Tags
8 years ago

Círculos concentricos

Como las gotas de lluvia al caer, creando círculos concentricos en las lagunas. Ondas que colisionan para desaparecer, pero que no dejan de aparecer. Un círculo tras otro, una onda interminable. Así descienden los sucesos que nos conectan a ti y a mi, cual círculos concentricos que no paran de caer. Se desató una tormenta entre los dos, hasta que la cortina de agua fue tan densa que nos dejamos de ver, y la corriente del destino nos arrastró a la deriva de su voluntad. Pero seguias allí, en cada gota sostenida por una hoja, reflejando el sol sobre su superficie, refractandola cual prisma de hermosa naturaleza. Gotas que solo yo podía ver, allí seguías tu, en esas gotas sostenidas, que se deslizaban hasta caer. Que al caer sobre los charcos del suelo se disolvian, creando circulos concentricos en mi memoria. Un interminable desfile emocional. Cual círculos concentricos latía mi corazón. Sin dejar de sentir, renovando la intensidad del amor cuando este se acercaba a desaparecer. Cual círculos concentricos seguiran palpitando nuestras vidas. Como gotas de lluvia que caen sobre el mundo seguiremos existiendo, hasta que nuestros circulos concentricos se conecten otra vez y cual círculos concentricos sigamos latiendo... Atte. Apolo.

8 years ago

No me prometas amarme en vano

No, no me prometas nada; no ates tu lengua con palabras vacías. Y yo, yo tampoco te prometo nada; que las promesas se rompen, que la verdad se transforma, que la vida se cae y levanta constantemente. No te prometo la eternidad de un paraíso porque lo efímero me ha durado más tiempo. Tu no prometas siempre estar conmigo que el huracán de habita entre mis pensamientos a ahogado a más de un marinero. No me veas a los ojos y digas que soy el único, porque el universo está lleno de estrellas más llenas de luz que yo, de cometas más hermosos que yo, de agujeros negros más destructores que yo. Yo no te besare prometiendo que no te lastimare, que no son solo mis demonios, si no mis propios mecanismos de defensa, los que amenazan la integridad de tu corazón.

No me pidas que olvide un pasado que me ha marcado la memoria con la intensidad con que el sol me ha marcado la piel durante todos estos años. No te pediré que me abraces cuando siento que mi pequeño intento de fortaleza se viene sobre mí, porque el arquitecto y el obrero he sido yo, el único responsable de su colapso también. Sencillamente no lo hagas, no me llenes los oídos de palabras y los bolsillos de promesas, que es como comerciar con aire. Como vender globos que se ven tan rebosantes, pero con el tiempo se vacían y se caen. Porque las palabras solo son frascos, a los que nosotros llenamos, vaciamos, rompemos. Porque las promesas solo son recuerdos y esta carta solo es un aviso. Un aviso del contrato que acabas de firmar.

Ese contrato que firmaste, no con tinta, ni con sangre; fue con un beso bajo los árboles, manos entrelazadas sobre el césped, suspiros entre dos asientos de un automóvil. Así que ya no te detengas, ya no des marcha atrás. Ya no me des tiempo ni me pidas espacio. Que no somos dioses ni ladrones para dar lo que no nos pertenece. Entrégate al abismo que yo habito e intentemos llenarlo con tus errores y con mis culpas; con los demonios de tu presente y fantasmas de mi pasado. Llenemos este pozo hasta que salgamos y sepultemos todo eso que queremos dejar atrás o ahógate conmigo en el intento de ver la luz de algo mejor.

No te prometo un amor eterno, pero si te aseguro un amor intenso. Porque estoy cansado de los amores a medias, a escondidas, a pequeños pasos. Estoy cansado de las personas que se confunden en el camino o que me detienen en la puerta. Harto de amar a quienes no se atreven a gritar lo que sienten. A los que no sienten esa pasión que a mí me come las entrañas. Porque la vida es muy corta para tener emociones sobrias y amores flacos. Ámame con todo. Con cada beso, con cada caricia, con cada grito, con cada golpe, con cada insulto. Cuando quiera correr tómame de las muñecas y arrástrame contigo. Cuando quieras huir te tomare del cuello y te morderé las dudas.

Ábreme las puertas y cierra las ventanas. Deja fuera a todos los que quieran entrometerse, porque la gente es ponzoñosa, corrosiva. Ven, acércate, más cerca. Abrázame. Aférrate. No me prometas nada y solo ámame. Mientras podamos, mientras estemos juntos, que ya no estoy dispuesto a amar en vano.

Atte. Apolo.

8 years ago

No tengo mas sentido que escribir

Un farol en la avenida y un viejo roble en la intersección. Un horizonte de verde y café. Un montículo de pino seco y una acera húmeda. Una calle negra y un ejército de luciérnagas. Todo bañado en las sombras de la noche. Todo vigilado por las lejanas estrellas. Esta es la cuna de mis pensamientos, inciertos y complejos. El cine de mis recuerdos, los pasados y los soñados. El silencio roto por el silbido del viento, que se lleva consigo el melancólico ritmo de mi respiración y la triste sinfonía de mis suspiros. La neblina cayendo a mí alrededor, como una cortina divina. Como si Dios regara al mundo con su aliento. Con gracia y un peso para el que muchos son insensibles, cae al suelo. Al chocar se desvanece, como si nunca hubiera existido, como todos aquellos a los que he querido. Cual espectros danzantes, aparecieron frente a mis ojos, para luego desvanecerse, como la niebla de esta calle. Aun puedo verlos en las noches, como sombras difusas, deformadas por lo confuso de mi memoria y lo opaco de mi mirada. La luz que atraviesa mis lágrimas secas, no tiene diferencia con las frías gotas de rocío que mojan mis pasos. Mi piel ya no siente frio, ni calor, ni amor. Una prótesis de sonrisa, una máscara de alegría. Ni pena, ni vergüenza. Ni miedo, ni esperanza. Que sencilla es la vida cuando ya no se siente nada. Poco importa ya lo que encuentre o lo que pierda. Si acaso siento algo, es la absoluta inexistencia. Como el último zombi sobre la tierra. Movido por un instinto sin sentido, esperando a morir de hambre, si es que acaso es posible. Sin la voluntad para morir, sin la motivación para vivir. Un corazón que no conoce otra función, más que la de bombear sangre a las arterias.

A veces me pregunto si alguien ama de verdad, si en alguna parte existe tal cosa. Me pregunto si algún día tendré esa experiencia, porque si el amor verdadero es aquel que he conocido, prefiero seguir sin él, porque no vale la pena. Eso de tener sentimientos es un mal negocio, se arriesga mucho y rara vez se obtiene una retribución de igual valor, nunca mayor. Como apostarle a un caballo cojo, así es amar como yo lo he hecho. Seguramente soy yo el que no sabe amar. Mi corazón seguramente tenía una fuga, por la que gota a gota se rebalsaron mis emociones, hasta que mi cuerpo quedo vacío. Como un barril de vino en noche de fiesta. Unas cuantas horas, uno que otro trago y ya no había nada. ¿Será acaso que me equivoco al llamar a los demás espectros, cuando en realidad el fantasma soy yo? ¿Seré en realidad soy yo, el que se parece a la neblina? Debe ser así. Antes temía arriesgarlo todo, luego temía perderlo, luego temía jamás recuperarlo. Ahora ya no siento miedo de perderlo todo, porque ya no tengo nada. Se fue con esos ojos, se fue con esas risas, se fue con esas manos, con todos aquellos a los que he amado. El valor no es la ausencia del miedo. El valor nace del miedo, cuando uno lo enfrenta. Por lo tanto el carecer de miedo, es carecer de valor. Yo no valgo nada. No escribo para sentir pena de mí mismo, ni para que las sienta aquel que me lee. No escribo para desahogarme pues mis entrañas están secas. Escribo porque es, creo, el único sentimiento que me queda. Escribo porque me ayuda a recordar aquellos días, en que estuve vivo, aquellos días en que ame. No escribo para despedirme ni para presentarme. No escribo por arte ni por pasatiempo. Antes escribía porque me hacía sentir vivo, porque expresaba lo que no podía decir de otra manera. Ahora escribo porque es, lo único que aún guarda un sentido.

Un cigarro no es más que viento y un trago no es más que agua. El amor no es más que un rato y el querer no es más que agrado. No tengo más sentido, que escribir. Por eso escribo, desde esta banqueta gris, en esta calle negra, con el roble en la intersección y el farol en la avenida. Con las luciérnagas a mi alrededor y las sombras sobre mí. Con el silbido del viento llevándose mi respiración, llevándose mis suspiros. No tengo más sentido que escribir y ni si quiera tengo el talento para hacerlo.

Atte. Apolo.

_�&�

8 years ago

la exclusividad de mis vicios

Intento buscar una emoción que describa aquella sensación. La sensación de verte extraer la pequeña caja blanca de tu mochila. De que ofrecieras satisfacer a mis demonios. La sensación de escuchar el pestillo del encendedor produciendo chispas, encendiendo una llama. De ver a la llama danzar sobre el tabaco. De ver el delgado cilindro de papel deslizarse entre un par de dedos aún más delgados. No termino de entender que es lo que siento al ver todo eso suceder y que los dedos sean los tuyos.

¿Fue acaso decepción? ¿O es una profunda tristeza? ¿Es más parecido a vergüenza o a frustración? ¿O más bien la rendición de mi corazón ante una amalgama emotiva? Pero que no te confundan mis palabras, que si estoy decepcionado es de mí, por no haber sentido el aroma seco que se impregno a tu ropa antes. La profunda tristeza es por no poder ver tu mirada entre la cortina de humo. Si me siento avergonzado es de mi por haberlo hecho tantas veces frente a ti y la frustración es producto de las veces que me pediste que dejara de hacerlo y solo me reí en tu cara.

Y es que conozco esa expresión, a melancolía disfrazada de sonrisa. Conozco esa manera de inhalar, como intentando extraer toda la falsa satisfacción que este atrapada en un cigarro. Porque conozco esa manera ansiosa de buscar otro cigarro con los dedos, rascando entre los espacios vacíos del paquete. Porque he visto antes esa forma de exhalar, intentando sacar hasta la última gota de tristeza de tu alma. Reconozco ese desesperado comportamiento, que se aferra a ser fuerte a pesar de estar hundido en sí mismo. Reconozco tu comportamiento en mí.

Porque es lo mismo cuando bebes e intentas ahogar cualquier grito de derrota que este habitando en tu garganta. Es lo mismo cuando llegas al punto de quiebre y explotas, caes por trozos y te rindes al llanto, para luego callar. Callar hasta que las piezas vuelvan a encajar entre si y esperas. Esperas a que vuelvas a quebrarte. Todo para caer en un círculo más vicioso que los otros hábitos que has adquirido.

Es que la tristeza es un vicio, mi hermano. Es un vicio más mortal que cualquier hierba. Es un vicio que gusta de relacionarse con otros vicios. Es un vicio que en silencio te arrastra un barranco o una cuerda colgando de una viga de tu habitación. Es un vicio que te invita a la barra de una cantina o la esquina de un fumadero.

Es por eso que me duele verte hacerlo. Es por eso que me mata verte caer y saber que estas cayendo; y no saber si estas pidiendo ayuda o solo quieres dejar de sentir que te importa lo que sienten los demás. ¿Es que acaso no ves que acá estoy? ¿Es que no he sabido demostrarte que te amo? ¿Es que no entiendes que quiero la exclusividad de mis vicios y el monopolio de la tristeza, para que tu no la sufras?

Atte. Apolo

8 years ago

El fin del infinito

¿lo sentiste? ¿Al morir, lo viste? Siempre he considerado que la belleza de lo efímero yace en que el dolor que produce el final, solamente realza la hermosura del momento. los humanos siempre tan enamorados de la tragedia. Estarás de acuerdo conmigo al decir que fue una muerte dulce y suave, como el batir de alas de un colibrí. Pero debo decirte que no la considero una muerte limpia, la manera tan política en que lo manejamos, como dos rivales que se conocen tanto que toda contienda está destinada al empate, me resulta repulsiva. Ese momento en que convertimos el vínculo en negocio y nuestra delicada y sobrevalorada estabilidad se convirtió en prioridad. Allí fue cuando el tumor se convirtió en maligno y la fecha de caducidad fue impresa. Algunos dirán que resulta deprimente pensar en tanto tiempo invertido, en tanto esfuerzo, tanto llanto, tantos momentos, tanto valor, tanto cariño, tanto daño, tantos secretos. Tanto que hicimos para terminar convirtiéndonos en dos extraños que se conocen demasiado bien. A mí me parece que fue una inversión que valió cada pequeño gesto. En su momento fue mi pilar de salvación. Efímera pero necesaria, como todo en la vida. ¿Qué es infinito sino el cambio, cuando todo lo que es se convierte en algo más y no tiene otro destino más que ese? Progresa o muere, crece o disminuye, pero siempre existe. La verdad es que no puedo evitar que el olor a pasto en el viento me haga pensar en aquellas tardes sentados sobre alguna colina, observando el atardecer como si nuestra juventud fuera eterna. No puedo evitar extrañar aquellas noches desprovistas de sueño que llenábamos de un dialogo cómico y existencial. Escucharte llorar llego a ser una experiencia más íntima que la que trae el sexo a los amantes. Dime que tu no piensas en el dolor que compartimos al ver una orquídea. Dímelo y sabré que estas mintiendo. Si seguiremos entrelazados como gotas de lluvia cayendo sobre un charco, uniéndose en círculos concéntricos perpetuos, es verdaderamente incierto. Quizá permanecerás como una sombra en mi rostro, debajo de la comisura de mi sonrisa. Como una ojera que no me abandona, de aquel descanso que siempre me hará falta. Al final lo inevitable que tanto quisimos evadir nos atrapó. Esos cambios contra los que tanto luchamos juntos nos alcanzaron y nos cambiaron a nosotros también. Tú ya no eres esa niña que me hacía querer llorar cuando caía y era incapaz de admitir que le dolió. Yo ya no soy ese niño que no podía decir que no al momento de amar a alguien. Tú te has convertido en la incertidumbre del mismísimo océano y yo no soy más que un cobarde, que construyo una fortaleza rodeada de murallas para no ser tocado otra vez. Dime que no te produce al menos soltar un suspiro saber que esos días en que nos sentíamos infinitos se acabaron. Dime que no sentiste un escalofrió al darte cuenta que llego el fin del infinito. Atte. Apolo.

9 months ago

Nunca le creí a nadie las promesas de amor

Pero a ti te creo hasta la forma en que me miras

Nunca Le Creí A Nadie Las Promesas De Amor

Tags
8 years ago

¿Los hombres se regalan flores?

Recuerdo bien ese día. Me encontraba yo entre la sociedad, entre una multitud de rostros. Muecas despreciables y engañosas. Bocas torcidas y gestos perversos. Miradas heridas y tristes, tantas miradas y entre todas esas miradas, estaba la tuya. Me mirabas y mi mundo entero parecía concentrarse en esos ojos. En el único par de ojos que no huían de la oscuridad de mis pupilas. Allí estabas, sonriendo. Con tu sonrisa triste y cansada, tan tierna que estremece cada fragmento de mi quebrada existencia. Allí estabas tú, parado en medio de la nada, tan solo. Allí estaba yo, temblando de frio y cansado de vivir, completamente abandonado. Ambos rodeados de tantos rostros vacíos. Ambos acompañados únicamente de la soledad.

El sol entraba a través de cristales empañados con lágrimas secas. Recuerdo que apenas pude sostener la intensidad de la conexión entre nuestros ojos, pero fue suficiente para que tu rostro quedara grabado en mi memoria y tu sonrisa en mi corazón, mi temeroso y débil corazón. Ese momento domino completamente los torcidos pensamientos de mi cabeza durante todo el día y lo escondí, en lo más recóndito de mi mente. No quería que nadie viera. Poco me imaginaba que ese día comenzaría lo que sería, la más intensa de mis aventuras hasta ahora. Me encontraba yo tan frágil y débil en ese momento. A penas habiendo salido de una cruenta batalla en que mis sentimientos habían salido desgarrados. Tu solo me mirabas. La verdad no sé cuánto tiempo lo hiciste, pero la sensación que embargaba todo mi ser se mantuvo en el ambiente por el resto del día.

Recuerdo que los días pasaron y que poco a poco la sensación se fue apagando, hasta desvanecerse. Caminaba yo sin pensarlo. Vivía solo porque no estaba muerto y me movía con las masas, pensando en tantas cosas que al final no pensaba en nada. Solo quería una respuesta y entonces, allí estabas. Sentado, tan tranquilo y me mirabas. Tu mirada parecía penetrar en mí ser y perderse en el interior de mi debilidad humana. Sonreías y yo no podía dejar de verte temblando. Me sentía tan vulnerable e indefenso, pero tampoco sentía necesidad alguna de protegerme. Mi corazón convulsionaba en mi interior y por unos segundos, me volví a sentir tan vivo.

Recuerdo que los encuentros entre tu mirada y la mía se repitieron varias veces. Cada uno era igual de intenso que el anterior. Cada uno me hacía pensar más y más tiempo en ti. Preguntarme quien eras y que era lo que buscabas en mis ojos. Aun así no me preocupaba. Tenía tanto encima que no tenía tiempo para sentirme atrapado por ti, puesto que me sentía amordazado por mis pesares y mis culpas. Aun así cada vez que te miraba me sentía más tranquilo, porque de alguna manera sentía que nos acompañaba la misma soledad y que eso de alguna manera, significaba que nos acompañábamos mutuamente. Al menos así me sentía yo.

 Recuerdo que el día que eso cambio el sol me quemaba los ojos. La nicotina aun transitaba mis venas y la risa salía forzosamente por mi garganta, no era más que un ejercicio para no perder la habilidad. Yo escuchaba las voces que me rodeaban y tenía la mirada perdida en el paisaje. Entonces paso. Tu esencia se difundió por el aire y en el instante sentí tu mirada sobre mí. Te veía sonreír y tú me veías temblar, aunque no sabías que estaba temblando. Me sonroje y no te pude quitarte la vista de encima. Cuando desapareciste recuerdo que me quede tan vacío y tan intrigado. Ese fue el día en que comencé a buscar tu mirada. Cada vez que caminaba entre las personas, que me sentaba bajo la sombra o que inhalaba un poco del aliento de la muerte, buscaba tus ojos. Solo quería volver a sentirme vivo.

Recuerdo que los días pasaron y tus ojos no se asomaron, hasta que me encontraste. Sabias mi nombre y ahora yo conocía el tuyo. La emoción era embriagante y no sabía que sentimiento era más fuerte, el miedo o la alegría. La intensidad de lo que tus ojos provocan en mi me atemoriza, pero la belleza de la sensación que dejan me hace sonreír esperanzado. De repente luchaba con una imagen en un monitor, intentando buscar en ella el mínimo rastro de lo que tus ojos provocan en mí. Durante horas estuve observando tu imagen, deseando encontrar en ella algún indicio del porqué de esta conexión. Al día siguiente todo lo que quería era verte y que tu no me vieras. Quería observarte desde la distancia y solo verte pasar. Verte sonreír. Ver que estabas vivo y averiguar si eso me hacía sentir igual de vivo. Me encontraba en un dilema en que no quería verte porque no quería me vieras y al mismo tiempo moría por hacerlo porque necesitaba observarte.

Recuerdo que, por cosas de la vida tu presencia parecía atraerme, pues te encontré. Estabas de espaldas y yo solo me paralice. Te observaba leer y esforzarte por aprender alguna lección. Por un momento pensé en sentarme a tu lado y solo verte, sonreír y luego marcharme. Sin embargo el miedo era más fuerte que el deseo y comencé a huir silenciosamente. Aun así tu tienes un efecto adictivo sobre mí, pues las ganas de sentirte cerca solo aumentaron. Cuando volviste a aparecer y me viste, apenas pude aguantarte la mirada. Comencé una lucha masoquista entre la opresión de tus ojos sobre mí y mi enorme deseo de verlos. Te posicionaste de tal manera que nos separaba una puerta de madera y lo único que podía ver eran tus pies. Comencé el fracasado intento de leer tus pensamientos por medio de tus pasos. Me preguntaba si me habías visto, si querías verme. Como todo tiende al equilibrio en esta vida, de la misma manera en que apareciste, te desvaneciste. De repente no estabas y yo me quedaba tan vacío. Con ganas de salir corriendo a buscarte.

Recuerdo que esa noche charlamos. En cuanto vi tu mensaje el mundo parecía contraerse y luego explotar entorno a mí. En cuestión de segundos calcule cada posibilidad, cada respuesta y sencillamente te respondí. Yo te pregunte el “por qué” que tanto me atormentaba y tú frenaste mi impulsividad. Propusiste un juego que me resulto de lo más encantador, después de tanto tiempo sin jugar la experiencia me parecía fascinante. Recuerdo que tú preguntabas y yo respondía, que posteriormente los papeles se invertían. Yo media cada pregunta, la planificaba intensamente y a través de preguntas aparentemente simples intentaba leer las palabras escondidas de tus respuestas. En contraste total con mis preguntas, mis respuestas en cambio eran totalmente espontaneas, tan sinceras y tan honestas, que dejaban al desnudo todo mi ser, pero nunca sentí necesidad de cubrirlo. Hablar contigo me resultaba tan natural.

Recuerdo que las preguntas lentamente iban aumentando de profundidad y sin avisar todo sencillamente exploto. No sé quién de los dos detono la bomba, solo sé que ambos la armamos. Nuestra tristeza, nuestra soledad y nuestros miedos comenzaron a brotar como hormigas defendiendo su hogar, pero no peleaban entre ellas, si no que de alguna manera parecían complementarse. La sinfonía de tu boca y los versos de la mía parecían formar una bella pieza musical. Esa noche acordamos vernos al día siguiente y yo no sabía que esperar de esto, de ti, de mí.

Recuerdo que me levante muy emocionado. No sabía ni que ponerme y tampoco importaba realmente, solo esperaba que hiciera que me vieras. El camino se me hizo eterno y deseaba no ser gato, sino ser un águila o al menos un colibrí, para salir volando y evadir los obstáculos terrestres. Cuando te vi deseaba sorprenderte, no tenía idea de qué hacer cuando te tuviera cerca, pero intente acercarme sigilosamente. Aun así mi nerviosismo y mis ganas de ver tus ojos parecieron delatarme. Por primera vez hice contacto con tu piel y aunque solo fue por unos segundos que tu mano choco con la mía, grabe la sensación en mi memoria para el resto del día, quizá para el resto de la vida.

Recuerdo que entramos a un salón y nos retiramos al fondo. Tú comenzaste a pelear contra el silencio contándome de tus aficiones. Yo solo quería verte hablar y grabar tu voz en mi memoria. Escuchaba atentamente a todas tus manías y tus excentricidades. Atentamente veía y oía todas tus peculiares aficiones que me parecen tan bellas y tiernas. Tu mirada ya no me hacía temblar, pero aún me hacía sentir muy vivo. Me preguntaba cómo se sentía tu piel y cuál era el olor de tu cabello. Me cuestionaba que pasaba por tu cabeza. Salimos de allí y nos fuimos a sentar. Me senté primero deseado que te sentaras a mi lado, en cambio elegiste poner una mesa de muralla entre nosotros. Pensé por un momento cambiarme de lugar, pero no quería incomodarte, pues ya conocía tus miedos. Recuerdo que terminamos hablando de tus temores y solo conseguiste remover en mí el recuerdo de cómo me sentía yo cuando los tenia.

Recuerdo que me dijiste que lo que querías era un amigo, no era que no desearas otra cosa, sencillamente preferías un amigo y quizá, solo quizá, podría ser que algún día de una amistad saliera algo más. Notaste la decepción en mi mirada o la escuchaste en mi tono de voz, no sé qué fue lo que me delato. Yo solo te mentí con la verdad. Al final te dije que lo único que quería era darte lo que querías, lo cual es cierto. Te dije que lo mejor que podía hacer seria acompañarte, lo cual es verdad. Te dije que sabía que tarde o temprano me lastimarías, de lo que estoy seguro. Te dije que eso no significaba que me alejaría de ti, cosa que es un hecho. Lo que no te dije, era que en el fondo moría por besarte. Lo que no te conté, era que yo tengo más miedo que tú, pero yo tengo más experiencia ocultándolo. Lo que te oculte es que en el fondo, solo soy un niño asustado que ruega por un poco de amor reciproco. Porque si, mi corazón funciona de manera diferente de la del resto de personas. Nunca he necesitado que me quieran para querer, ni que me amen para amar. Quiero por decisión propia, amo por razones de mi corazón. En lo que te mentí, fue cuando te dije que no estaba decepcionado, porque si lo estoy, profundamente decepcionado… de mí. De no poder hacer más. De no poder arrancarte el miedo como quisiera. De no poder demostrarte que el amor no se elige y que venga de donde venga, el amor es amor.

Recuerdo que comencé a pensar en cuanto tiempo pase en el mismo dilema que tú. Por un momento comencé a discutir con todas las voces de mi cabeza intentado decidir si debía alejarme por ti, por mí o no debía hacerlo. Sencillamente concluí que era tonto pensarlo puesto que, aunque quisiera alejarme, aunque me lastimara estar contigo, ya era adicto a tu presencia.  No importa lo que pase, va en contra de mi naturaleza abandonar a las personas. Tome tu mano por primera vez y solo quería entrelazar nuestros dedos, pero no quería aferrarme a ti. Comencé a leer cada uno de tus falanges sin decirte una palabra de lo que halle. Tú escribiste mi nombre en tu cuaderno y me lo regalaste. Subestimaste el valor que yo le doy a las cosas insinuando que podía desecharlo si quería. Realmente no te imaginas que las cosas más simples son las que más valor tienen para mí. No tienes idea alguna de lo que esa hoja significara para mí el resto de mi solitaria existencia.

Recuerdo que nos levantamos y caminamos otro rato, buscando un sitio que no tuviera una barrera entre nosotros. Volví entonces, después de mucho tiempo, a un sitio donde había dejado muchas emociones. Donde había derramado muchas lágrimas. Donde había dado tantos besos. Donde me habían apuñalado no por la espalda, si no lentamente por el pecho. Mas el estar contigo, hacía que no importara. El dolor de esa herida parecía haberse desvanecido ya para siempre. Tú cortaste una flor de un árbol y me la regalaste. Sentí su aroma y comencé a pensar tantas cosas. ¿Los hombres se regalan flores? Esa flor. Esos pétalos amarillos me parecieron un regalo tan extraño, peculiar e inusual. Aun así, me parecía el regalo más sencillamente tierno y lindo que alguien me haya hecho. Jugué un rato con la flor en mi mano y la guarde. Me trague las ganas de llorar y comencé a abrir aún más mi corazón contigo, esperando así sacarte un poco de tristeza, al meterla dentro de mi alma. Mis esfuerzos fueron en vano pues éstas fuertemente sellado.

Recuerdo que fui sincero contigo y te conté mi propósito en este mundo. Te hable de lo triste que se ha vuelto mi vida y de cómo he dejado de interesarme por ella. Te revele que mi principal propósito en este momento es hacerte sonreír de verdad. Tu solo me abrazaste. Yo moría por hacerlo también. Por aferrarme por un momento a ti y sentirme seguro, a la vez que te protegía. Pero sabía que si lo hacía terminaría llorando en tu hombro y quizá no podría controlar las malditas ganas de arrancarte la tristeza. Me calle tantas cosas y solo te pedí que me dejaras acompañarte. Nos ocultamos de la lluvia y nos sentamos un poco más cerca. El calor de tu cuerpo parecía tener un efecto hipnótico sobre el mío. Bese tu mejilla y tú te recostaste en mi hombro. Te rodee con un brazo y tomaste mi mano. La besaste y yo quería llorar en ese momento. Termine recostado sobre tu pierna y charlamos otro rato. Tu intentabas decirme algo de muchas maneras diferentes y yo no entendía nada de lo que decías, estaba muy ocupado traduciendo el único lenguaje que sé que no puede mentir, el de tus ojos. Parecías sentirte feliz o al menos contento. Esperaba así fuera, eso me hacía sentir un poco mejor conmigo mismo. El tiempo pareció escaparse de mis manos y llego la hora en que te marchaste. Cuando te fuiste y te vi alejándote, solo sentía como gradualmente me arrancaban la sensación de estar vivo y pasaba a un profundo estado catatónico.

Recuerdo bien todo esto. Ahora me acompañara por toda mi vida. Solo espero que no sea el final de nuestros recuerdos, pues hay mucho que quiero hacer contigo. Tanto que voy a mostrarte. Solo espero que me lo permitas. Quisiera que entendieras que cuando te veo a los ojos y te sonrió tiernamente, es porque cuando hago eso consigo enterrar mis lágrimas dentro de mí. Quisiera que supieras que cada vez que suspiro es un beso que no te doy, aunque muero por hacerlo, pues sé que es quizá el método más eficaz para extirpar la depresión. Quisiera que vieras las cosas como yo, pues no puede ser que el amor, que no daña a nadie más que a quienes lo sienten, este mal. Quisiera que me creyeras cuando te digo que yo solo quiero hacerte feliz y no podría hacerte daño ni abandonarte. Quisiera estar contigo y nunca dejar de sentirme vivo. Quisiera, solo quisiera, saber porque es tan malo es que los hombres se regalen flores. Quisiera tanto decírtelo. Decirte este sentimiento inexplicable que comienza a quebrantar mis murallas nuevamente buscando salir. Pero sé que no me creerías. Yo tampoco lo creería de no ser porque lo siento. Porque no puedo evitar sentirlo. Aunque acabamos de conocernos. Aunque para ti este mal. Aunque tus temores sean tan enormes. Aunque yo esté tan quebrado. Aunque el mundo esté en contra de ello. Aunque tú no puedas creerlo. Aunque parezca completamente imposible e ilógico que suceda esto tan rápido. Aunque tú no quieras que pase todo tan aceleradamente. A pesar de todo eso no puedo evitar sentir, que de alguna manera, la profunda tristeza de tus ojos y la soledad que compartimos. Lo hermoso de tu ser y las sensaciones que provocas en mí. La flor que me regalaste y mi nombre en tu cuaderno han provocado que yo me esté enamorando, tan alocadamente, como mi corazón hexagonal puede hacerlo.

Atte.: Apolo.

  • camaleondeplastilina
    camaleondeplastilina reblogged this · 7 years ago
camaleondeplastilina - Superposición emocional
Superposición emocional

Pensamientos nocturnos y cosas por el estilo. Javier/Bipolar/SaberQueSexual pero sexual/Causipoeta

116 posts

Explore Tumblr Blog
Search Through Tumblr Tags