Avazan, paso a paso, caminan, poco a poco. Las manecillas del reloj de tu alma se mueven. Su dulce sonido me brinda nostálgicos pensamientos. Eres tú, mi niña con sonrisa del gato de la entropía. Eres tú, mi corazón dorado incorruptible. Como te mantienes tan pura, entre tanta malicia. Te admiro, realmente te admiro. Mantienes tanta fortaleza y aunque por dentro estas tan quebrada. Mantienes tanta luz escondida entre tantas sombras. Ves al mundo con unos ojos que ya pocos tienen. Ves en una piedra la belleza que uno busca toda la vida en un espejo. Tan especial y tan única. Excéntricamente dulce. Jamás llegaras a comprender lo que me importas, lo que vales para mí. Eres un escalón al que aferrarme cuando caigo al vacio. Un débil candil que se agota con el tiempo que pasa encendido en el túnel de mi vida. Y yo tan tonto, tan idiota, lo olvido. Eres tú, tú que a pesar de que jamás ha charlado con los demonios de mi vida, los ha visto a los ojos. Los ha oído reír y ha observado el negro de sus ojos, pero jamás se aparto de mi lado. Tu, princesa que espera, en su castillo de cristal, tan herida y tan fuerte. Tan pura y tan inteligente. Tu mi consejera en la poesía de las palabras, que le agregas a mi vida el sentimentalismo que he perdido. Tú que me sonríes y me haces querer llorar, pero me lo trago y te sonrió devuelta. No sé cómo llegar a hacerte entender lo que me importas, pero lo intentare expresar en los frascos que son las palabras escritas. Tu mi aliada, tu mi pozo de los secretos, tu mi amiga. Solo te quiero decir cuánto te quiero y cuanto me importas, cuanto temo perderte y cuanto me preocupa que no lo sepas. Solo quiero recordaros que acá tienes un amigo, un hombro y un oído. Siempre listos, siempre juntos, siempre el uno para el otro. Y así avanzan las manecillas del reloj de nuestra amistad.
Atte. Apolo
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Una vida de tristeza ajena. A eso se resume esto. Así se siente ser codependiente. A una constante serie de terapias de reparación de vidas. Aclarando mentes confundidas, disipando el humo de sus temores, cubriendo heridas sangrantes hasta que cicatricen. Y es allí donde duele, donde cicatrizan. Porque se van, porque te dejan, porque te olvidan. Como un huérfano olvidado. Es una extraña sensación haber pasado días, semanas, meses, quizá años; despertando cada día con la intención de reparar la vida de alguien, dispuesto a atender las necesidades que te presenten, dispuesto a brindar todo lo que tienes y conseguir lo que no para que no le falte a alguien más. Es una extraña sensación darlo todo por alguien que cuando lo tenga solo se dará la vuelta y se marchara, con un paso reconstruido, sin volver a ver toda la basura que te dejo en el camino. Así se siente ser como yo, a veces, muchas veces. Tengo un problema con las despedidas, curioso porque las he vivido toda mi vida. no despedidas de personas que llegas y sabes que se irán, despedidas de personas que quisieras que nunca se marcharan. Al final el patrón se aprende y sencillamente comienzas a esperar que todo mundo se marche eventualmente. Es lo que siempre hacen. “¿Por qué no hablas más? ¿Por qué no nos cuentas un poco de ti? ¿Qué opinas al respecto?" ¿para qué quieren saberlo? Creo que soy yo el que está mal. El que espera más porque está dispuesto a dar más y ese mas, sencillamente esta de más. Porque llegan, se reúnen, se intercambian y se marchan; y yo me quedo, sin entender porque no se quedaron más. Un cuartel de invierno, que buscas cuando estás perdido, cuando sabes que la época será demasiado dura para continuar el viaje. Cuando necesitas establecerte en un lugar solo mientras pasa la ventisca. Así me siento. Como un cuartel de invierno. Como una cabaña de verano, donde te retiras a pensar, a aclarar las ideas, a recuperar la noción de quien solías ser y hacia dónde vas, para luego regresar a tu cotidianidad en la gran ciudad. Como un retiro espiritual. No soy más que un retiro espiritual. ¿Dónde estabas cuando yo pase mis inviernos? ¿Dónde podía refugiarme? Creo que soy yo el que no sabe amar, porque no puede detenerlo, porque no conoce el modo de controlarlo. Los amigos no existen, me dijo mi madre. Pero yo existo. Acá estoy, dispuesto a escucharte, dispuesto a ayudarte, a esperarte, a levantarte. ¿Estoy equivocado? ¿En qué momento me equivoque? Ser codependiente es una maldición. Esperar que la gente te espere, que al menos te espere a que puedas levantarte, es doloroso. Al final por eso siempre vuelven, porque saben que su cuartel de invierno siempre estará en el bosque, su cabaña de verano siempre estará en esa playa, su retiro espiritual siempre se celebra en noviembre. Saben que yo siempre estaré acá. ¿Para qué quedarse entonces? ¿Para qué esperar? Creo que mi problema no radica en amar y no ser amado, si no en esperar ser amado en la misma forma en que yo amo. Atte. Apolo
Tan egocéntrico soy, que sonrió de saber que alguien me lee. Siempre.
Entendí que el problema no es que te cedi en cada aspecto de mi vida. El problema fue que no exigi lo mismo a cambio.
Lo intente. Te juro que lo intente. Sentarme y dejarme llevar. Dejar que mis manos danzaran con la tonada de mi mente y escribieran una sinfonía de mis sentimientos, pero no pude. Se me ha vuelto tan difícil explicar todo lo que siento. Se me ha hecho tan raro eso de expresarme. Como si mis emociones no fueran propias. Fueran implantadas desde otra alma. Ajenas a mi mundo interno. Me siento un extraño en mi propio cuerpo. Desconozco a mi propia mente. Pregúntame como estoy y mi mente se encuentra en blanco. No se ya si me siento de una u otra forma o sencillamente estoy tan acostumbrado a determinadas sensaciones que cualquier otra opción me resulta imposible de reconocer. Como si estuviera encerrado en una caja sin la capacidad de ver más allá de cuatro paredes, un techo y un suelo. Es como vivir con un extraño sin dirigirle la palabra. Intentando entender costumbres que no son tuyas. Es como caminar en un cuarto oscuro, en el que no importa a donde avances todo te resultara igual. La misma mierda cada día. Despertar de madrugada, sudando, después de una pesadilla. Abrazar la almohada sin poder llorar porque no sé si lo que siento es miedo, pero algo en mí me dice que esa es la respuesta natural. ¿Queda algo de natural en mí? Volver a conciliar el sueño solo para despertar por la mañana sintiendo que es todo un sueño. Reír cuando los otros ríen; sonreír, saludar, comer. El tabaco me sabe a ceniza. La lluvia me moja porque es agua, pero yo no lo siento. Escuchar mi voz como si fuera un instrumento extranjero y desafinado. Verme en el espejo y tener esa sensación de ver fotografías familiares viejas, con tantos rostros que a personas cercanas a mí les pueden resultar familiares, más a mí no me producen ni ternura ni rencor. Un extraño con quien estoy tan familiarizado. ¿Estoy cansado? ¿De qué estoy cansado? ¿De tanto hacer nada? Es el efecto de aquella herida, cuyo dolor ha pasado tanto tiempo contigo que ya no duele, solo existe. Es lo que pasa cuando estás tan mojado que ya no sientes frio, pero si dejara de llover comenzarías a temblar. ¿Es que acaso estoy temblando y no lo noto? ¿O es que ardo en llamas y mi piel ya se ha carbonizado? ¿Qué ocurre cuando acá todos me entienden menos yo? ¿Cómo estas, querido extraño que vives conmigo?
Atte. Apolo
Siento como me devoran largas noches de velar ideas inconclusas, mientras escucho el crujir de mis nudillos sincronizarse con el de las ramas azotadas por el viento. Dejare que sea el frio abrigo de la incertidumbre el que me acoja y veré un amanecer gris dibujarse con lápiz sobre el lienzo de Dios. Quizá una gota de nostalgia escape de mis acorazados ojos negros o un diluvio fluya desde la caverna de mis palabras. Esperare pacientemente en un letargo añorante la llegada del futuro. Dibujare con mis falanges círculos concéntricos y veré aproximarse la próxima estación de mi vida. No busco otra gloria que la de vivir a mi manera, ni codicio otra riqueza que la de ser libre. No añoro otra aventura que no sea la que me espera, ni pretendo interpretar otro personaje, más que el de mi carne. Abrazare a la tristeza mi lúgubre amiga y me despediré de ella por un tiempo. Cantare a mi amada luna y sus destellos perdidos, y ella se alejara al compás de la sinfonía del tiempo. Soñare que estoy perdido en un abismo y quizá allí pueda encontrarme, conversando con el polvo. Me hundiré en un mar de interrogantes, sin ahogarme en la desesperación de la duda. Tomare tu mano como un niño, inseguro y torpe. Primero me aferrare a tu meñique y dejare que tires suavemente de mis pasos. Luego entrelazare nuestros dedos y te llevare la colina en que algún día, deje escapar un suspiro eterno. Te pediré que me mientas y me digas, que todo estará bien. Te sonreiré y te creeré, que no vas a lastimarme. Aunque quiera reparar todos los corazones que he roto, no puedo reparar aquello que me mata. Negociare la paz con mis fantasmas y les construiré tumbas para que puedan descansar. Fundiré las cadenas que me atan, con las llamas que prenderé de mi culpa acumulada a lo largo de estos años. Me dejare fluir con la corriente de los eventos que llaman y veré el reflejo de mi esperanza en tus ojos. Dejare de tener miedo para darte a ti el valor de partir conmigo. Trazare un nuevo pacto conmigo y buscare la fotografía de mi felicidad, para reproducirla. Me atreveré a deslizar una vez más por la ladera y profundizar el bosque de crecientes posibilidades y plantare en el los planos de mis sueños. Dejare de existir como un niño asustado, para vivir como un joven, aunque me sienta tan viejo. Seré un insensato y arriesgare mi vida, con tal de sentirla llenando mi pecho. Sobreviviré a esta noche con los mil temores que me atormentan y a la mañana gris que precede a la tormenta. Y cuando caigan las primeras lágrimas de lluvia, las beberé para comenzar este viaje. Pues esta es la última noche, de los años largos…
Atte. Apolo
Suficientemente viejo
Para deberle la mitad de mi vida al estado
Y la otra mitad al plástico del banco
Suficientemente joven
Para que cuestionen lo mucho que se del amor
Lo tantísimo más que se del sufrir
Soy un toro de polvo de recuerdos
Un huracán atrapado en un globo rojo
Un camaleón de plastilina
Hijo de la madre que me pario
Con más dolor en su corazón
Que en sus entrañas
Hijo del padre que me abandono
Sin tartamudear o tocar su corazón
Cuando se trató de su felicidad o la mía
Hijo del padre que me adoptó
Que me amo con el gran miedo
De que yo no lo amara tanto como el a mi
Médico de los cuerpos de mis pacientes
Médico de las almas de mis amigos
Pero nunca médico de mi
Bipolar
Bisexual
Bicolor
Bugambilias
Cactus
Y mi árbol de San juan
28 años de ver a mi gente ir y venir
A mis amigos irse sin despedir
A mis amores arrancar pedazos de mi
Sigo vivo
A ratos sin ganas
A ratos sin intención
Pero sigo vivo
Con ganas de ver mas
Con ganas de amar mas
Porque Dios me dió el talento de amar
Y quiero enamorarme de mil paisajes
Enamorarme de un millón de sabores
Cuando era niño mi papá (el adoptivo) solía
Decirme que yo tenía tres papás
El que se quedó, el que me dejó y el divino
El primero me enseñó a dar todo al amar
El segundo me enseñó a tenerle miedo al amor
El tercero me regaló una capacidad inmesurable de amar
Dónde pongo todo este amor
Que duele si no se da
No sé hacer otra cosa que amar
Que amar y llorar cuando duele
Que amar y sanar cuando hiere
Que amar y sobrevivir cuando mata
-Apolo Pontífice-
Cuando uno es niño, o al menos a la gran mayoría de niños, le meten en la cabeza el cuento de un gordo barbudo vestido de rojo que baja por chimeneas repartiendo regalos y explota duendes y renos. Uno se lo traga y vive feliz esperando diciembre. A otros es sobre un ratón, que a veces es un hada, que se mete bajo tu almohada para buscar dientes llenos de caries, como si a alguien le fueran a servir de algo, y para colmo te deja dinero. ¿Qué ratón más pendejo no? ¿O era un hada? Ya no lo recuerdo. Y así, cada niño tiene una enorme mentira, o varias, metidas en la cabeza, que tarde o temprano termina desvaneciéndose como una nube. La vez alejarse lentamente, moviéndose con el viento. Un movimiento tan perezoso que sientes que jamás se ira pero aun así la ves muy lejana y no puedes alcanzarla. Algo así es cuando estos llamados cuentos infantiles, que a mí me parecen una cruel manera de los padres de enseñarle a sus hijos a no confiar en nadie, se esfuman. Se queman y luego no queda más que negra y sucia ceniza. Supongo que algo así paso conmigo. Mis padres jamás me mintieron con Santa Claus o un Reno con un foco rojo en vez de nariz. Supongo que sabían que yo era demasiado inteligente para tragarme un absurdo cuento de tal magnitud. Aun así todos necesitamos creer en algo y yo termine creyéndome una gran mentira. Una enorme mentira que conseguí esconder en algún sitio, para que el tiempo no la oxidara. Yo me creí la enorme mentira del amor perfecto, del dulce enamoramiento. Me creí la enorme farsa de que un día terminaría conociendo una bella señorita. Nos veríamos, sonreiríamos y tímidamente nos tomaríamos de la mano. Nos conoceríamos y pasaríamos todo el tiempo juntos. Sabríamos cada maña, cada gusto del otro. Nos veríamos a los ojos y nos diríamos todo con solo intercambiar miradas. Yo sería ella y ella sería yo. Claro que no todo sería alegría. Habrían celos, habrían llantos, habrían errores, habrían cosas que no entenderíamos del otro, pero eso lo fui aprendiendo con el tiempo. Aun así, el sentimiento sería tan grande, el vínculo tan perfecto, que nada podría quebrantar la esencia de lo que es.
Al pasar el tiempo, con un poco más de discernimiento y análisis de mis tendencias y mis gustos, descubrí que, para comenzar, no tenía interés solo por ellas, si no que por ellos también. Lo cual hizo que mi enorme mentira comenzara a tambalearse. A pesar de eso, al terminar mi conflicto interno, la solución para mantener mi mentira fue bastante sencilla. Solo tuve que cambiar un par de letras a por letras o y la mentira funcionaba igual de bien. Luego comenzaron las preguntas. Quien sería la persona indicada, donde nos conoceríamos, como sabría que es el… o ella.
Primero comencé a experimentar con ellas. Claro, era más fácil. Me ahorraba el conflicto social y moral que aún no estaba dispuesto a enfrentar. El primer intento fue resultado de una oportunidad con pocos riesgos. Me lance y probé poco. Con cuidado, precavido y jamás encontré el gusto a su sabor. Me confundía un poco, porque me sentía bien en su presencia. Reíamos de lo mismo. Disfrutábamos de lo mismo. Sin ser completamente iguales. Pero no encontré por ningún lado ese vínculo de complementación perfecta que estaba buscando. Entonces aprendí, que el que una persona te agrade, por mucho que te agrade, no es regla de que puedas llegar a amarle. Al menos no de la manera en que yo estaba buscando. Cuando finalmente tuve el valor de dejarla, sin entrar mucho en los detalles de mi partida, continúe mi trayecto sin meterme en líos durante un buen tiempo.
La siguiente vez que puse a prueba mi mentira, fue con el primero de ellos. Ese en particular, me enseño algo muy importante. Me enseño que las palabras son solo eso, palabras. Por lindas que sean, jamás serán más que sonidos con significado, o signos en caso de que sea escrito. De él aprendí, que si algo de lo que nos enseña la televisión es cierto. Es que en el mundo hay personas que en verdad, no tienen interés alguno en los sentimientos. Su interés no es precisamente conocer tus miedos y tus sueños para compartirlos. Si les interesan tus gustos, pero solo aquellos que te ponen a temblar sobre un colchón, uno barato si aparte de mañoso es pobre. El me enseño por las malas, que aunque algunos queramos algo basado más en cariño y en aprecio, admiración y respeto y todas esas cosas bonitas que nos venden, otros no quieren más que la palabra con s que no pienso decir. Me hubiera dolido más, de no ser porque conseguí convencerme de que yo había disfrutado tanto del sexo… ups, lo dije… como él. El tercer intento, ojala hubiera sido el último, pero solo fue el comienzo. Este fue un poco complicado, porque la persona a la que yo le di todo lo lindo que quería dar, no era la persona a quien quería dárselo. Ella solo estaba remplazando a otra de ellas. De ella aprendí que yo también podía lastimar a otros. Pasado un tiempo, no me enorgullece decir que fue poco, tuve el cuarto intento con la tercera de ellas. Está en particular fue breve. Ella era una niña y yo ya no era tan inmaduro. Ella no fue que no me agradara, si me agradara. Tampoco fue que no gustara, por ponerle un término al sentimiento, si me gustaba. Si me interesaba y yo también a ella. Dudo mucho que ella quisiera solo sexo, al menos sé que yo no lo quería. Pero aun así, no quería estar con ella, porque sabía que mi sentimiento por ella quizá nunca llegara más, porque en ese momento yo me sentía muy inseguro. Mi vida era muy inestable y yo no podía darle a ella lo que ella quería. Tengo el orgullo de decir que a ella la deje, no porque no pudiera o quisiera estar con ella, sino porque tuve la madurez de ver que no nos convenía. Ese día aprendí que el querer estar con alguien no es motivo suficiente para estar con esa persona.
Después de ella llego quien fue la primera. La primera con quien encontré lo que tanto había buscado sin estarlo buscando, solo para darme cuenta que no era lo que pensaba. Cuando ella apareció, yo ya no estaba buscando nada. Comenzaba a pensar que nunca lo hallaría. Para terminar de hacerlo complicado, yo al conocerla jamás pensé en ella de esa manera, ni quería hacerlo. Ella tenía tantas cosas que no me gustaban. Me irritaban. Me confundían. Pero creo que eso fue lo que más me gusto. La confusión. Solo necesito una charla para interesarme, una semana para acostumbrarme y un mes para enamorarme. Cuando finalmente comenzamos a estar juntos, a la muy cabrona, con todo el amor del mundo se lo digo, no le tomo más que unas semanas para convencerme que ese sueño que yo tenía, esa mentira que me decía, si existía. Llegue a amarla. A ella y cada uno de sus pétalos, cada una de sus espinas. Llegue a amarla tanto que evitaba a toda costa perturbarla. La ame a tal punto que la deje hacer conmigo lo que ella quisiera mientras lo hiciera conmigo. La hice parte de mi vida a tal punto, que mis planes eran tomándola en cuenta a ella. Ya no visualizaba mi enorme comedor con un plato en el desayuno sino dos. Ya no veía seis autos en mi cochera para mi uso, sino miraba el mío, el de ella y el resto los compartiríamos. Deje de ser yo, para convertirme en nosotros A ella y cada uno de sus pétalos, cada una de sus espinas. Llegue a amarla tanto que evitaba a toda costa perturbarla. La ame a tal punto que la deje hacer conmigo lo que ella quisiera mientras lo hiciera conmigo.
La hice parte de mi vida a tal punto, que mis planes eran tomándola en cuenta a ella. Ya no visualizaba mi enorme comedor con un plato en el desayuno sino dos. Ya no veía seis autos en mi cochera para mi uso, sino miraba el mío, el de ella y el resto los compartiríamos. Deje de ser yo, para convertirme en nosotros y me dolió. Vaya que me dolió. Cuando ella decidió ya no estar conmigo, porque no se sentía bien con sigo misma, ni conmigo, ni con nada, y me arranco de las manos mi amado sueño, me quede sin nada. De ella aprendí que cuando uno ama, cuando uno de verdad ama, uno si nota los defectos de la persona, pero tiene la capacidad de ver por encima de ellos. Cuando uno ama, uno encuentra una manera de hacer que los errores de la otra persona no sean más que un molesto mosquito que aplastamos contra la pared y dejamos de escuchar por un tiempo. De ella aprendí lo que era la felicidad y de la ausencia de ella, lo que era el dolor. Por ella llore y por ella me perdí. Por ella es que creo, ya no he podido volver a intentarlo con otra de ellas. Porque ninguna de ellas tendrá todo lo que ella tenía. Toda la ternura envuelta en un caos, en una armonía tan perfecta que parece mentira. El amor de mi vida ya lo tuve y fue ella. No dudo ni titubeo al decirlo, pero eso no significa que ella haya sido el final. Solo fue la que más impacto ha tenido en mi esencia, al menos hasta este momento.
Después de ella, escape al dolor con el segundo de ellos. De él, no me atrevería a decir que me enamore, pero definitivamente me encapriche. El caballero tenía una capacidad como ninguna de ilusionarme. De hacerme que me creyera sus mentiras, aunque sabía que eran mentiras. Por eso, cuando me engaño, no me dolió el engaño, pues yo sabía lo que él era. Podía haberlo perdonado, sobrepasar mi dolor y seguir adelante. Lo que me mato de él fue el desinterés. La facilidad con que hizo lo nuestro tan pequeño en insignificante que hasta pedir perdón era mucho esfuerzo. De él aprendí a no ilusionarme. De él aprendí que cualquiera puede venir y pintarte un futuro perfecto, pero pocos, si es que alguno, tendrá la dedicación de hacerlo realidad.
Después llego uno que me hizo dar vueltas y vueltas a mi universo. Uno con quien pensé, llegaríamos a tener algo hermoso. Alguien cuya vida pensé yo podía llegar y arreglar. Alguien a quien quería salvar de sí mismo. Por el destruí vínculos con personas que me importaban, por el perdí noches de sueño, tardes de estudio, sonrisas al medio día y sueños a media noche. Por el hice tantas cosas de las que no me arrepiento. De él también aprendí mucho. De él aprendí que yo realmente no me quiero. De él aprendí que hay personas que no quieren ser salvadas. De él aprendí que hay personas que disfrutan estando en un pozo sin salida. Una salida que ellos mismos cerraron. De él aprendí que hay personas que lo único que quieren es que las escuchen llorar. No que le sequen las lágrimas. Solo quieren la atención que eso les trae. De él aprendí que hay personas que no te quieren a ti, si no a lo que les das. De él aprendí que me gusta más dar que recibir… piénselo de todas las maneras que quieran, incluso las morbosas, que también son válidas aquí. Lo que más me dolió de él no fue la relación. Lo que más me dolió de él fue como me culpo de todo al final, y sigue haciéndolo. Aunque tiene razón en que es mi culpa. Es mi culpa por siempre tomar la culpa. Lo mal acostumbre y consentí cada uno de sus caprichos infantiles. Me deje engañar por su fragilidad y me olvide de que todos tienen la capacidad de causar daño, sin importar cuan dañados estén.
Luego vino el más extraño de todos. De él, bueno, él fue más como un repaso. De él recordé que como se siente el estúpido deseo de querer sacar un clavo con otro clavo. Al final solo dejaras un agujero más grande. También me recordó como no todas las personas quieren lo mismo que tu pero para algunas es muy fácil fingir que lo quieren. Aunque creo que él no sabe lo que quiere. De él aprendí que si he aprendido de tantas personas, es porque valgo la pena. Si no he sido suficiente como para quererme, al menos lo he sido para darme una buena colección de duras lecciones. Después del vino un intento más por tener algo con una de ellas. Si volvemos un poco al pasado, recordaras que hubo una de ellas que solo fue un intento por olvidar a otra. Pues ella, no la que use si no la otra, fue con quien lo intente de nuevo. De ella, aprendí que las oportunidades son una vez en la vida. Que el que alguien te quiere y tú le quieras tampoco es motivo suficiente para estar juntos. De ella aprendí que la vida y el amor no esperan. Que se apaga, lentamente. Quizá ella y yo no éramos el uno para el otro, quizá sí y lo perdimos para siempre. No lo sé. Así, he venido aprendiendo por las malas lecciones que he escuchado por las buenas. Poco a poco he ido descubriendo y desmintiendo ese gran engaño que creía desde niño. Al final he terminado aquí. Donde me encuentras. Conociendo a muchas personas sin querer interesarme por ninguna. Pero topándome con muchas que valen la pena. Lo sé y saberlo me aterra. Acá me han traído tantas lecciones. Al conflictivo momento de querer algo hermoso pero no estar dispuesto a correr el riesgo de conseguirlo, por miedo. A esto he llegado con tanto conocimiento, al no saber que quiero.
Atte. Apolo.
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Enjoy breakfast 🦶🏼🔥👅🦶🏼🔥👅🦶🏼🔥👅🦶🏼🔥👅🦶🏼🔥👅
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Te extraño tanto
Que no quiero que vuelvas
Nunca mas
Who’s down to be my boy next? 🦶🏼🔥🦶🏼🔥🦶🏼🔥🦶🏼🔥🦶🏼🔥🦶🏼🔥🦶🏼🔥👅👅👅👅
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Pensamientos nocturnos y cosas por el estilo. Javier/Bipolar/SaberQueSexual pero sexual/Causipoeta
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