Esto no es más que una declaración de amor a media noche, bajo un manto estrellado que me recuerda cuán lejos estas de mí. Una respuesta a aquella duda que ha crecido con los años, aquella incógnita de si acabaremos amándonos u odiándonos. Resolver esta encrucijada en que me encuentro, intentando decidir si lo mejor es marcharme o tomarte en mis brazos y dejarte llorar. Absorber tu tristeza y todas tus preocupaciones, como aquella noche en que bailamos al compás del silencio, sin movernos. Nuestro romance no es más que un cruce de miradas, con una intensidad mayor que la de una noche de lujuria. Unas manos entrelazadas, transmitiéndose un amor que ambos aseguramos un existe, pero lo sentimos. Yo por ti y tú por mí. Con la certeza de que no sabemos qué es esto y la confusión de no saber si el sentimiento es mutuo, o nos estamos engañando el uno al otro. Promesas rotas por un temor implacable. Las heridas que mi ausencia ha ocasionado en la misma esencia de tu alma. Cuando irónicamente yo solo quiero protegerla de los demonios que habitan en mí, en la profundidad de mi propia existencia. Los besos que tanto me gusta posar en tu frente y la rosa que deje marchitar en tus dedos, eso es todo lo que te he dado. La cobardía, la maldita cobardía que no me ha permitido averiguar la textura de tus labios, ni el sabor de tu aliento. Tu que me desarmas de todos mis engaños y yo que te he visto sin tu impenetrable armadura. Mis torpes manos que han rasgado la delicadeza de tus emociones, tristemente lo único que querían era acariciarlas. Aquellos juegos de azar en que ambos hemos participado, apostando nuestros corazones como si no valieran nada.
Esto es todo lo que tenemos, todo lo que somos y sentimos… ¿Qué somos? Me preguntan. Somos la incertidumbre y la posibilidad. Esa oportunidad que nos dio la vida, pero no he sabido aprovechar. Cúlpame de todo si eso quieres, pues acepto que he sido un idiota dando vueltas a esta pregunta. Tantas vueltas que solo consiguen marearte y desesperarme. Envolviéndonos en una vorágine de interrogantes insolventes. Por esto he de arriesgarlo todo y no te pido nada. Solo que me dejes acercarme, averiguar si en verdad podemos vivir el caos más hermoso de este mundo. Déjame finalmente dar el paso. Aunque mis piernas tiemblen y tú ya no crees en mí. Déjamelo todo a mí, que yo daré este paso, para saber si la vida aún tiene un lugar para estos amantes que han sido tan cobardes.
Atte.: Apolo.
Encendimos uno, uno para los dos, compartiendo. Inhala, pásalo, pásamelo. Quémame, sonríe. Era eso lo que existía. Lo que tenía. Mi fragmentado corazón, hecho pedazos. Tus agónicos sueños, confusa. ¿Qué quieres tú? ¿Que buscaba yo? ¿Compañía? Acompáñame a perderme. Y ardía, consumiéndose. Sonreí. Te veía y tus ojos me contaban la historia de tu vida. Me observabas buscando respuesta y mis ojos te respondieron. Se quemó hasta la colilla. Y la sensación se propago entre nosotros. Reíamos y reíamos, como drogados, pero más que el tabaco, fue la compañía. Lloramos, sin lágrimas y en silencio. Y las arenas del tiempo seguían cayendo. Los hilos de nuestros destinos se seguían desenlazando. Quería otro, querías otro, queríamos la compañía. Nos dejamos abrazar por el humo del otro y lo sabíamos, en el fondo sabíamos que se acabaría. Tus dedos danzando en la colilla, mis labios besando el filtro. Allí estábamos, sangrando, llorando, riendo en compañía. Y paso, mi universo llego al colapso y me perdí. Sin saber dónde estoy ni a donde iba. Y paso, tu sueño se estrelló y te perdiste. Sin saber a dónde ir. Y el dolor ya no dolía, solo existía. El cigarro ya no se consumía, solo ardía. Y en una nube de humo te perdí. En una nube de humo me desvanecí. ¿Dónde estás? ¿Dónde estamos? Y quería otro. Encendí otro. Inhale. Ardiendo. El humo se disipó y tú ya no estabas allí.
atte. Apolo
Suficientemente viejo
Para deberle la mitad de mi vida al estado
Y la otra mitad al plástico del banco
Suficientemente joven
Para que cuestionen lo mucho que se del amor
Lo tantísimo más que se del sufrir
Soy un toro de polvo de recuerdos
Un huracán atrapado en un globo rojo
Un camaleón de plastilina
Hijo de la madre que me pario
Con más dolor en su corazón
Que en sus entrañas
Hijo del padre que me abandono
Sin tartamudear o tocar su corazón
Cuando se trató de su felicidad o la mía
Hijo del padre que me adoptó
Que me amo con el gran miedo
De que yo no lo amara tanto como el a mi
Médico de los cuerpos de mis pacientes
Médico de las almas de mis amigos
Pero nunca médico de mi
Bipolar
Bisexual
Bicolor
Bugambilias
Cactus
Y mi árbol de San juan
28 años de ver a mi gente ir y venir
A mis amigos irse sin despedir
A mis amores arrancar pedazos de mi
Sigo vivo
A ratos sin ganas
A ratos sin intención
Pero sigo vivo
Con ganas de ver mas
Con ganas de amar mas
Porque Dios me dió el talento de amar
Y quiero enamorarme de mil paisajes
Enamorarme de un millón de sabores
Cuando era niño mi papá (el adoptivo) solía
Decirme que yo tenía tres papás
El que se quedó, el que me dejó y el divino
El primero me enseñó a dar todo al amar
El segundo me enseñó a tenerle miedo al amor
El tercero me regaló una capacidad inmesurable de amar
Dónde pongo todo este amor
Que duele si no se da
No sé hacer otra cosa que amar
Que amar y llorar cuando duele
Que amar y sanar cuando hiere
Que amar y sobrevivir cuando mata
-Apolo Pontífice-
Feel the love of the Balkans 🦶🏼🔥🦶🏼🔥🦶🏼🔥🦶🏼🔥🦶🏼🔥🦶🏼🔥
IG:@antonjokrizicc & @ante_vrankic
La realidad que me cuesta aceptar es que soy debil y un tonto, la verdad que me empeño en olvidar es esa. Soy fragil y particularmente insensato. Porque mis recuerdos, son los de un joven, cuya vida no ha sido sencilla, pero lo ha moldeado con manos toscas. Mi intelecto es el de alguien sin generación, con un hambre que lo hace crecer seis veces mas rápido de lo que envejezco. Mi ambición es la de un hombre obstinado, en el punto de equilibrio perfecto, entre la mente soñadora juvenil y la madurez planificadora del adulto. Mi expresión es la de un caballero, entrado en suficientes años como para saber moverse con sobriedad y delicadeza, sin dejar de ser contundente con lo que quiere decir. Mis impulsos, son los de alguien que ha vivido durante años, sin envejecer un solo día, cambiando de vicios y aficiones con cada nueva estación del año. Pero mi corazón es el de un niño, fragil, debil, temeroso y aun asi, esperanzado. Con una tendencia a ilusionarse con las mas simples de las palabras. Necesitando solo de sentir sinceridad en la voz de quien las dice, aunque puedan ser una gran mentira. Es por eso que soy debil y un tonto, porque no importa cuan viejo pueda sentirme y cuan maduro pueda ser en todos mis aspectos, mientras mi corazón sea un niño, solo necesitas dominar mis emociones para controlar mis sentidos y que yo caiga rendido ante tu voluntad. Atte. Apolo.
Estoy en ese punto de la noche, dos o tres horas después de que el papel se disolviera en la punta de mi lengua y que la dosis comenzará a producir ese curioso efecto en que puedo sentir las fluctuaciones de las dosis asociadas de THC que añado a la mezcla repetitivamente. Mis pupilas comienzan a examinar los rincones de la habitación bajo los efectos de las luces neon con la música Dance acaparando mis oídos mientras siento esa extraña vibración en mi piel y el vértigo placentero de perder el control.
Es entonces que percibo que hay muchas sombras de mis vidas que ya no son o nunca fueron en mis cuatro paredes. Fotos, arañones en la pared, lágrimas o rocío, plantas, planos y fotos y cartas.
Todo ruinas de desesperados intentos de amar y ser amado. De salvar y ser salvado.
Todos anhelamos salvación supongo. Pero tampoco hay nada de que ser salvados en realidad. Ni nada que salvar . Pero queremos sentirnos asi.
- S a l v a d o s -
Quizá por eso mi mente se aferraba tan intensamente al amor o a mi idealización del amor.
Porque llegó a estar tan rota que era lo único que le permitía anclarse a sobrevivir. Podía sentir su felicidad danzando sobre mi pie,l eso era literalmente como se sentía el amor para mi.
Pero cuanto más se sufre la resaca del amor que la de estás 300 micras de lucidez. Al menos con estas 300 micras no fantaseo con la salvación ficticia del mal inexistente. Yo soy mi único enemigo. No necesito salvarme de mi. Solo amarme.
Apollo Pontifice
Me diste besos sabor a vino tinto de Bordeaux
Me diste abrazos qué disiparon todos los cuerpos menos el tuyo
Me diste tu mano para tirar de mi entre las multitudes
Me diste valor
Desde esa primera mirada
Maldita mirada
Bendita mirada
Mirada asesina
Ese día entendí
Que las miradas si matan
La tuya me arrolló
Y yo le abrí cada una de mis murallas
Era como si tuviéramos un complot
Un plan silencioso para entregarnos
Para dejarnos tomar del corazón por el otro
Esperando y sabiendo que no nos lo arrancariamos
Siento que te conozco de toda mi vida
Y que tengo toda una vida para conocer todo de ti
Como un viaje de un estupefaciente del que no puedo bajar
Temiendo el momento en que me alcance la abstinencia.
En verdad creo que estábamos predestinados
Para hacernos felices
O para destruirnos
Pero predestinados al final
-Bajenme, Apolo-
Acompañado de la nada, viaja. Charlando con el silencio, se mantiene. Vagando con un rumbo invisible, se guía. Buscando la sombra de día, huyendo del fuego del cielo, porque la luz hace de su rostro una vergüenza. Buscando el fuego de noche, huyendo del frio de las sombras, porque la vida en la solitaria oscuridad le congela el corazón. Así es la vida de un moro. Un vago del desierto. Solitario nómada. Inadaptado por decisión propia. Juzgado por no seguir los rumbos ya trazados. Perseguido por buscar respuestas en otro lado. Rondando el desierto en silencio, viviendo en una fantasía mental, ausente de la realidad. Una mente libre en un cuerpo que roza lo inanimado. Tanto tiempo dentro de su mente confunde los sentidos, la fantasía pasa a ser parte de su realidad o quizá su realidad pasa a fundirse en su fantasía, puede ser que sencillamente sean lo mismo. ¿Quién es capaz de probar que el reino de nuestra mente no es real?
El imponente sol, rey dorado de nuestro mundo, erigido por nuestros abuelos, con sus poderosos e implacables rayos, destroza lentamente nuestra piel, deforma nuestro rostro. Ya han pasado tantos años desde que se estableció sobre nuestras cabezas y lo que se llama progreso, ha sido bajo su luz, ni más lejos, ni más alto. Obliga este regente a cubrir las caras de los moros con mantos y ropajes. Son sus ojos lo único descubierto del interior. La única ventana de su verdadera identidad. El único rasgo real de la piel. Caminado a un ritmo propio y único. Una danza inimitable, siguiendo la música que resuena en el interior de sus oídos; provenientes del pesebre de la razón, inaudible para el resto. Siguiendo un rumbo errante y sin sentido, excepto a sus ojos atentos. Corrigiéndolo cuando lo necesitamos, guiándonos por nuestra estrella, aquella luz que anhelamos. Visible solo en las sombras, cuando la cegadora luz del sol se ha desvanecido. De noche buscamos cobijo de las sombras que de día tanto anhelamos. Estas sombras ahora nos absorben y nos congelan. Nos paralizan. A pesar de ser nuestro santo refugio, andar muy profundo dentro de ellas puede ser la perdición. Bestias nocturnas rondan en busca de nuestra sangre. ¿Cuándo llega realmente el descanso del moro?
El alimento y la bebida, escasos alientos de vida. Alimento que nos nutre, nos llena, nos hace sentir tan revitalizados. Nos ayuda a mantener la fuerza. Lo buscamos en todos lados. Enterrado bajo nuestros pies y volando sobre nuestras cabezas. El alimento toma muchas formas y muchos nombres. A pesar de su escases y que agradecemos al encontrarlo, no todos nos satisfacen de la misma forma. Aquellos que son falsa carne a nuestro paladar, tan secos como el desierto mismo, a veces venenosos, saben a arena en nuestras bocas. Aun así, seguimos probando lo que podemos, lo que encontramos, pues sabemos que entre las dunas hallaremos el verdadero alimento. A veces agrio, a veces dulce, pero siempre vigorizante. Queremos saciar nuestra necesidad de sentirnos llenos. El agua, aún más escasa. Refresca nuestras gargantas y nuestra mente. Nos ayuda a recordar porque vamos a dónde vamos. Ilusiva y evasiva. Más escasa que el alimento. Mas imprescindible también. Los momentos en su presencia son añorados y recordados. ¿Por qué elegimos un rumbo tan duro?
La arena es la única habitante constante, pasamos sobre ella, con un paso pesado, obligados a recorrer sus engañosas formas. Nos enfrentamos a su cólera cuando revuela en forma de tormenta contra nosotros y no podemos hacer otra cosa que andar en su contra, esforzándonos por avanzar, intentado no morir enterrados. Miles de partículas, sin voluntad propia, a la merced de las decisiones de sus monarcas. El viento y el sol trazan su destino. Así es la vida de un moro. Solitaria, destinados a la compañía de nuestros pensamientos. Buscamos desesperadamente un encuentro con otro. Otro moro que vague en el desierto y por los extraños cambios en el viento se cruce en nuestro horizonte. Nuestras miradas se conecten y sepamos que hemos encontrado a un semejante. Otro solitario en busca de respuestas. Encuentros raros, bizarros, escasos y cortos suelen ser. Superados infinitamente por las dunas. ¿Será que somos un pueblo muy escaso o que el desierto es demasiado vasto?
Pocos se atreven a buscar respuestas. Muchos se acomodan a lo que el poder establece. Silencioso es el desierto. Muerta la humanidad.
Atte. Apolo.
Enjoy breakfast 🦶🏼🔥👅🦶🏼🔥👅🦶🏼🔥👅🦶🏼🔥👅🦶🏼🔥👅
IG:@pedropablo.photo
No quiero tu permiso ni el de nadie para pasármela bien.
Que mi hedonismo sea un acto anarquista y revolucionario.
Pensamientos nocturnos y cosas por el estilo. Javier/Bipolar/SaberQueSexual pero sexual/Causipoeta
116 posts