Encendimos uno, uno para los dos, compartiendo. Inhala, pásalo, pásamelo. Quémame, sonríe. Era eso lo que existía. Lo que tenía. Mi fragmentado corazón, hecho pedazos. Tus agónicos sueños, confusa. ¿Qué quieres tú? ¿Que buscaba yo? ¿Compañía? Acompáñame a perderme. Y ardía, consumiéndose. Sonreí. Te veía y tus ojos me contaban la historia de tu vida. Me observabas buscando respuesta y mis ojos te respondieron. Se quemó hasta la colilla. Y la sensación se propago entre nosotros. Reíamos y reíamos, como drogados, pero más que el tabaco, fue la compañía. Lloramos, sin lágrimas y en silencio. Y las arenas del tiempo seguían cayendo. Los hilos de nuestros destinos se seguían desenlazando. Quería otro, querías otro, queríamos la compañía. Nos dejamos abrazar por el humo del otro y lo sabíamos, en el fondo sabíamos que se acabaría. Tus dedos danzando en la colilla, mis labios besando el filtro. Allí estábamos, sangrando, llorando, riendo en compañía. Y paso, mi universo llego al colapso y me perdí. Sin saber dónde estoy ni a donde iba. Y paso, tu sueño se estrelló y te perdiste. Sin saber a dónde ir. Y el dolor ya no dolía, solo existía. El cigarro ya no se consumía, solo ardía. Y en una nube de humo te perdí. En una nube de humo me desvanecí. ¿Dónde estás? ¿Dónde estamos? Y quería otro. Encendí otro. Inhale. Ardiendo. El humo se disipó y tú ya no estabas allí.
atte. Apolo
Mientras avanza, lenta, grácil. Con la elegancia de las rosas al florecer. Mientras camina, segura, distraída. Con la perfección de las gotas al llover. Mientras pasa, con los dorados mechones de su cabello, que conforman un manto suave cual seda y sus manos pérdidas en sus gestos misteriosos. Su conducta es tan curiosa, como tersa su piel. Con sus ojos profundos fijados en un horizonte desconocido y sus pequeños pies trazando una danza que no está escrita. Es entonces, cuando la veo. El mundo a su alrededor parece respirar, al ritmo al que palpita su corazón. Todo el mundo respira al unísono con ella cuando pasa, excepto yo. Yo que contengo un suspiro, un suspiro cargado de la excitación del instante. Cargado del anhelo de un contacto inexistente, de un roce de nuestros labios o de un encuentro de nuestros dedos. El viento revoloteando alrededor de su cuerpo, mientras el aire se aglutina en mi garganta. Mientras el corazón del mundo se detiene, para contemplarla, el mío se acelera, queriendo escapar o alcanzarla. Una lágrima invisible se escapa de mi alma de porcelana. Un susurro inaudible escapa de mi voz de vagabundo. Los rayos del sol la tocan, de la forma en que yo no me atrevo a tocarla. La envuelven en un velo dorado. Y ella pasa, a mi lado, inconsciente de que el mundo se ha quedado en silencio, sin darse cuenta que mi cuerpo ha gritado su nombre. Ella pasa y se aleja, y yo dejo que el suspiro escape de entre mis labios. Y al verla alejarse se, con certeza, que la amare por siempre, porque el amor es eterno y la eternidad dura un suspiro.
Atte. Apolo.
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Estoy en ese punto de la noche, dos o tres horas después de que el papel se disolviera en la punta de mi lengua y que la dosis comenzará a producir ese curioso efecto en que puedo sentir las fluctuaciones de las dosis asociadas de THC que añado a la mezcla repetitivamente. Mis pupilas comienzan a examinar los rincones de la habitación bajo los efectos de las luces neon con la música Dance acaparando mis oídos mientras siento esa extraña vibración en mi piel y el vértigo placentero de perder el control.
Es entonces que percibo que hay muchas sombras de mis vidas que ya no son o nunca fueron en mis cuatro paredes. Fotos, arañones en la pared, lágrimas o rocío, plantas, planos y fotos y cartas.
Todo ruinas de desesperados intentos de amar y ser amado. De salvar y ser salvado.
Todos anhelamos salvación supongo. Pero tampoco hay nada de que ser salvados en realidad. Ni nada que salvar . Pero queremos sentirnos asi.
- S a l v a d o s -
Quizá por eso mi mente se aferraba tan intensamente al amor o a mi idealización del amor.
Porque llegó a estar tan rota que era lo único que le permitía anclarse a sobrevivir. Podía sentir su felicidad danzando sobre mi pie,l eso era literalmente como se sentía el amor para mi.
Pero cuanto más se sufre la resaca del amor que la de estás 300 micras de lucidez. Al menos con estas 300 micras no fantaseo con la salvación ficticia del mal inexistente. Yo soy mi único enemigo. No necesito salvarme de mi. Solo amarme.
Apollo Pontifice
Cero, abrí los ojos. A los 5 no entendía porque mi madre lloraba tanto. Lloraba cuando estaba molesta, lloraba cuando estaba feliz, lloraba cuando sencillamente estaba. Odiaba verla llorar. A los 6 me sentía torpe. Me caía tan a menudo, me mandaban a callar aún más seguido. Torpe para caminar y para hablar. A los 8 no entendía porque tenía que tener tres padres. Al primero lo entendía, todos tenían uno… casi todos. Al segundo, al del cielo, lo entendía, o eso creo; era el que todos tenían. Al tercero, a ese no lo entendía. ¿Para qué? A los 11 ya no quería ser yo. Quería ser alguien más. Alguien que llorara menos. Me odiaba cuando lloraba. Necesitaba ser más fuerte. A los 12 decidí ser menos bueno. No era bueno para eso. Ni si quiera podía elegir como ser. ¿cómo pretendían que eligiera quien quería ser? Ni si quiera sabia quien quería ser. A los 13 quería enamorarme. A todos parecía gustarles. No funciono. No sabía buscar, porque no sabía que eso no se busca. Eso te encuentra. Ojalá no me hubiera encontrado después. A los 14 me odiaba. No solo al llorar. Odiaba verme caminar. Odiaba escucharme hablar. Odiaba verme sonreír. Odiaba sentir eso que mis papas odiarían si lo supieran. Por eso no sonreía, por eso no hablaba, por eso evitaba sentir. Lo peor era sentir, eso me hacia sonreír. A los 17 me encontró eso que ya no quería encontrar. Me dio un golpe rotundo en la cabeza y me saco del circulo que dibuje a los 14, pero fue bueno. Al principio fue lindo, fue algo hermoso seis meses, luego dolió. Dolió durante meses. dolió durante casi seis meses. A los 18 el cambio piso el pedal del acelerador. Mi vida cayo por una pendiente y no llevaba frenos. Mi autoestima murió. Curioso, parece ser que tenía autoestima. Poco a poco comencé a ver toda la realidad que tenía colapsar sobre sí. “Aguanta hasta los 23”, me dije. “Aguanta un poco más, No todo es tan malo”, Que iluso. A los 19 mis padres se enteraron. Como les dolió. Como me dolió que les doliera. Odiaba lastimarlos. No era mi intención y tampoco podía hacer algo al respecto. Intentar cambiarlo me hubiera dolido también. ¿Cuándo ambos extremos del arma duelen, por donde la tomas? A los 20 pensé que podía confiar en las personas. Pensé que ya estaba listo para sentir con todo y dejarme llevar. Vaya que lo sentí todo. Cuando mentiste, cuando no te importe, cuando me echaste la culpa, cuando te arranque de mí, cuando ellos se marcharon. “los amigos no existen”, me dijo mi madre. Ese día al fin supe porque llora tanto mi madre. Ese día fui yo el que lloré, ella odiaba verme llorar. Ya casi son 21. Sigo sin saber si estoy parado en el lugar correcto. Sigo sin saber hasta dónde confiar. Los amigos no existen, aunque tengo uno que otro. ¿Hasta dónde existen? ¿la existencia tiene un límite? Ya casi otro año y no estoy seguro de adónde voy… al menos te tengo conmigo. Aguántame hasta los 23, déjame ser un iluso.
Atte. Jasper
look at this view and enjoy it boy
No, no me prometas nada; no ates tu lengua con palabras vacías. Y yo, yo tampoco te prometo nada; que las promesas se rompen, que la verdad se transforma, que la vida se cae y levanta constantemente. No te prometo la eternidad de un paraíso porque lo efímero me ha durado más tiempo. Tu no prometas siempre estar conmigo que el huracán de habita entre mis pensamientos a ahogado a más de un marinero. No me veas a los ojos y digas que soy el único, porque el universo está lleno de estrellas más llenas de luz que yo, de cometas más hermosos que yo, de agujeros negros más destructores que yo. Yo no te besare prometiendo que no te lastimare, que no son solo mis demonios, si no mis propios mecanismos de defensa, los que amenazan la integridad de tu corazón.
No me pidas que olvide un pasado que me ha marcado la memoria con la intensidad con que el sol me ha marcado la piel durante todos estos años. No te pediré que me abraces cuando siento que mi pequeño intento de fortaleza se viene sobre mí, porque el arquitecto y el obrero he sido yo, el único responsable de su colapso también. Sencillamente no lo hagas, no me llenes los oídos de palabras y los bolsillos de promesas, que es como comerciar con aire. Como vender globos que se ven tan rebosantes, pero con el tiempo se vacían y se caen. Porque las palabras solo son frascos, a los que nosotros llenamos, vaciamos, rompemos. Porque las promesas solo son recuerdos y esta carta solo es un aviso. Un aviso del contrato que acabas de firmar.
Ese contrato que firmaste, no con tinta, ni con sangre; fue con un beso bajo los árboles, manos entrelazadas sobre el césped, suspiros entre dos asientos de un automóvil. Así que ya no te detengas, ya no des marcha atrás. Ya no me des tiempo ni me pidas espacio. Que no somos dioses ni ladrones para dar lo que no nos pertenece. Entrégate al abismo que yo habito e intentemos llenarlo con tus errores y con mis culpas; con los demonios de tu presente y fantasmas de mi pasado. Llenemos este pozo hasta que salgamos y sepultemos todo eso que queremos dejar atrás o ahógate conmigo en el intento de ver la luz de algo mejor.
No te prometo un amor eterno, pero si te aseguro un amor intenso. Porque estoy cansado de los amores a medias, a escondidas, a pequeños pasos. Estoy cansado de las personas que se confunden en el camino o que me detienen en la puerta. Harto de amar a quienes no se atreven a gritar lo que sienten. A los que no sienten esa pasión que a mí me come las entrañas. Porque la vida es muy corta para tener emociones sobrias y amores flacos. Ámame con todo. Con cada beso, con cada caricia, con cada grito, con cada golpe, con cada insulto. Cuando quiera correr tómame de las muñecas y arrástrame contigo. Cuando quieras huir te tomare del cuello y te morderé las dudas.
Ábreme las puertas y cierra las ventanas. Deja fuera a todos los que quieran entrometerse, porque la gente es ponzoñosa, corrosiva. Ven, acércate, más cerca. Abrázame. Aférrate. No me prometas nada y solo ámame. Mientras podamos, mientras estemos juntos, que ya no estoy dispuesto a amar en vano.
Atte. Apolo.
Siento como me devoran largas noches de velar ideas inconclusas, mientras escucho el crujir de mis nudillos sincronizarse con el de las ramas azotadas por el viento. Dejare que sea el frio abrigo de la incertidumbre el que me acoja y veré un amanecer gris dibujarse con lápiz sobre el lienzo de Dios. Quizá una gota de nostalgia escape de mis acorazados ojos negros o un diluvio fluya desde la caverna de mis palabras. Esperare pacientemente en un letargo añorante la llegada del futuro. Dibujare con mis falanges círculos concéntricos y veré aproximarse la próxima estación de mi vida. No busco otra gloria que la de vivir a mi manera, ni codicio otra riqueza que la de ser libre. No añoro otra aventura que no sea la que me espera, ni pretendo interpretar otro personaje, más que el de mi carne. Abrazare a la tristeza mi lúgubre amiga y me despediré de ella por un tiempo. Cantare a mi amada luna y sus destellos perdidos, y ella se alejara al compás de la sinfonía del tiempo. Soñare que estoy perdido en un abismo y quizá allí pueda encontrarme, conversando con el polvo. Me hundiré en un mar de interrogantes, sin ahogarme en la desesperación de la duda. Tomare tu mano como un niño, inseguro y torpe. Primero me aferrare a tu meñique y dejare que tires suavemente de mis pasos. Luego entrelazare nuestros dedos y te llevare la colina en que algún día, deje escapar un suspiro eterno. Te pediré que me mientas y me digas, que todo estará bien. Te sonreiré y te creeré, que no vas a lastimarme. Aunque quiera reparar todos los corazones que he roto, no puedo reparar aquello que me mata. Negociare la paz con mis fantasmas y les construiré tumbas para que puedan descansar. Fundiré las cadenas que me atan, con las llamas que prenderé de mi culpa acumulada a lo largo de estos años. Me dejare fluir con la corriente de los eventos que llaman y veré el reflejo de mi esperanza en tus ojos. Dejare de tener miedo para darte a ti el valor de partir conmigo. Trazare un nuevo pacto conmigo y buscare la fotografía de mi felicidad, para reproducirla. Me atreveré a deslizar una vez más por la ladera y profundizar el bosque de crecientes posibilidades y plantare en el los planos de mis sueños. Dejare de existir como un niño asustado, para vivir como un joven, aunque me sienta tan viejo. Seré un insensato y arriesgare mi vida, con tal de sentirla llenando mi pecho. Sobreviviré a esta noche con los mil temores que me atormentan y a la mañana gris que precede a la tormenta. Y cuando caigan las primeras lágrimas de lluvia, las beberé para comenzar este viaje. Pues esta es la última noche, de los años largos…
Atte. Apolo
Me diste besos sabor a vino tinto de Bordeaux
Me diste abrazos qué disiparon todos los cuerpos menos el tuyo
Me diste tu mano para tirar de mi entre las multitudes
Me diste valor
Desde esa primera mirada
Maldita mirada
Bendita mirada
Mirada asesina
Ese día entendí
Que las miradas si matan
La tuya me arrolló
Y yo le abrí cada una de mis murallas
Era como si tuviéramos un complot
Un plan silencioso para entregarnos
Para dejarnos tomar del corazón por el otro
Esperando y sabiendo que no nos lo arrancariamos
Siento que te conozco de toda mi vida
Y que tengo toda una vida para conocer todo de ti
Como un viaje de un estupefaciente del que no puedo bajar
Temiendo el momento en que me alcance la abstinencia.
En verdad creo que estábamos predestinados
Para hacernos felices
O para destruirnos
Pero predestinados al final
-Bajenme, Apolo-
Pensamientos nocturnos y cosas por el estilo. Javier/Bipolar/SaberQueSexual pero sexual/Causipoeta
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