No escogimos conocernos, pero aquí estamos. No elegimos encontrarnos, pero sucedió. Tu mirada consumió las sombras de mis ojos. Tus dedos se entrelazaron con los míos y tu sonrisa hizo vibrar la misma esencia de lo que soy. Y acá estamos, temerosos, cansados, preocupados. Tan heridos y tan dolidos por nuestro pasado, que aún nos persigue en forma de espectros. Tan agotados y tan frustrados por el presente, que se empeña insistentemente en derribarnos, cual demonios. Tan agobiados y tan ansiosos por el futuro, que no es mas que sombras a lo largo de nuestro trayecto. Quisiera, al igual que tú, detener el tiempo, quizá retrocederlo un poco, pero contigo a mi lado. Correr por el prado solo porque es primavera. Bailar bajo la lluvia buscando el abrigo de tus brazos. Vivir la vida con la intensidad de las sensaciones que puedes provocar en mí. Quisiera detener el tiempo y permanecer estancado contigo, pero sé que no se puede, tú también lo sabes. Los días pasan frente a nosotros cual manada de bisontes, debemos ser hábiles y fuertes para montarlos y no caer. El tiempo fluye velozmente y no se detiene por nada, como un rio inmenso que podría acabar en una cascada. Podría volver a refugiarme dentro de las blancas paredes que he construido dentro de mi alma. Podría escapar a los más oscuros rincones de mi existencia. Pero tú me infundes el valor para enfrentarme a estos espectros, estos demonios, a estas sombras. Si tú tomas mi mano y me sostienes, podre montar los días sin importar cuan salvajes sean. Si permaneces a mi lado construiremos una balsa voladora para remar sobre el tiempo mismo. El calor que emana tu cuerpo y el frio que provoca mi corazón, crean una templanza tan perfecta. Si tú te engañas al creer que yo podre derrotar todo lo que se nos avecina. Si yo me engaño al pensar que contigo podría llegar a sanar mi fragmentado corazón. Si los gigantes que te atormentan parecen ser invencibles, recuerda que yo tengo los propios, imponentes y obstinados. Si tus cicatrices duelen y te dejan desprovisto de valor, recuerda que por cada vez que te han herido, es una vez que a mí me han hecho pedazos. Mas a pesar de lo difícil de la travesía que nos aguarda, estoy dispuesto a marchar de frente hacia ella. Dispuesto a tomar una onda y una piedra, para matar a tus gigantes. Dispuesto a buscar incansablemente la cura para las heridas que te ha causado la vida. Estoy dispuesto a amarte como nunca nadie no ha hecho. ¿Estarías dispuesto a hacer lo mismo por mí? si el mundo entero se nos pone en contra. Si mis vicios que me matan lentamente me consumen. Si tengo que chocar una y otra vez contra las murallas internas de tu ser. Si debo luchar incasablemente durante días, meses e incluso años. Así deba renunciar a mi propia seguridad. Así deba permitir que mi cuerpo muera por pedazos. Incluso si tarde o temprano dirás adiós y me abandonaras. Si yo viviré con la mirada perdida en el horizonte y tú la mantendrás perdida en el camino recorrido. Nada de eso importara mientras me dejes besarte. Mientras me permitas aferrarme a tu cuerpo. Mientras pueda amarte, hare todo lo que deba y lo hare con una sonrisa. Pues la ternura de tus ojos y la dulzura de tu sonrisa. Lo suave de tu piel y lo dulce de tus manías. Lo contradictorio de tus comentarios y lo inestable de tus sentimientos. Pues todo lo que tú eres, provoca en mí una taquicardia acompañada de taquipnea. Una paresia de mi región bucal y convulsiones en todo mi cuerpo. Un sencillo estado de hiperestesia emocional. Pues eres tú, mío carino, quien me hace sentir vivo. Quien me recuerda porque vale la pena luchar. Quien me hace creer que el amar, no está mal.
Atte.: Apolo
Dionisio (@ThisIsDionisio)
'Te conté cuanto me gustaba armar cosas. Tu me dijiste que para ti era difícil. Respondi que no importaba, que contigo cualquier cosa era mejor y que mejor armaramos... Y corte la frase, por miedo a tu reacción, por miedo a ir muy rápido. Insististe en que la completará. Entonces añadí "una linda relación". Me respondiste que estabas de acuerdo, que la idea te encantaba. Yo sonreí y me quede viendo al techo, sabiendo que te había mentido, porque lo que realmente quiero armar, es una vida contigo. Así de seguro estoy de lo que siento y eso me aterra, porque la decisión no es solamente mía.'
La frustración de que no te den la oportunidad ni si quiera de fracasar. Ni tan solo eso. Nada.
Lustra tus zapatos y desempolva aquel viejo traje que usaste el día en que te graduaste. Ciérrate la camisa hasta el cuello y anúdate una corbata como si fueras a suicidarte con ella, porque esta es tu sentencia de muerte cariño. Aplícate una fragancia que oculte la esencia del miedo de tu piel y maquilla los moretones de tu rostro, que no podemos dejar que vean nuestra fragilidad. Procura que el color de tu camisa combine con el de mi corbata y el de tu alma con el de la mía. Recógeme a las diez en la puerta de mi casa, que estoy cansado de llegar temprano a la vida de los demás y suficientemente tarde llegaste tú a la mía. Cubramos nuestras caras con máscaras de porcelana como acostumbramos, pero mírame a los ojos y ten la certeza de que nunca podrían mentirte. Tómame de la mano y deja que se rompan las cervicales al intentar girar sus cabezas para vernos. Que murmuren a nuestra espalda y que sonrían en nuestra cara. Entremos al gran salón y sentémonos en al margen de la fiesta, en una esquina vacía junto a la mesa de las bebidas, que ya sabes que socializar no es mi fuerte y dialogar no es mi pasatiempo favorito. Sírveme una copa y déjame encenderte un cigarro. Ahora obsérvalos bailar, velos danzar para nosotros. mira cómo se coordinan en una coreografía tan perfecta que resulta innatural. Escucha la melodía tan estruendosa que la orquesta preparo para esta noche. Velos directo al rostro enmascarado, pero ignora sus falsas expresiones. Vigila sus ojos en cambio, vigila sus manos. Deja que el alcohol de mi copa suavice mis sentidos y el humo del tabaco adormezca mis pensamientos. Déjame a mi calmar las ansias que se comen tu mente y los temores que se acurrucan en tu corazón. Deja a mis dedos deslizarse entre los tuyos hasta que sienta que nuestro nudo es firme, fuerte como para soportarnos a los dos y a la vez delicado como para no lastimar nuestras manos. Déjame llevarte al centro de la pista, pero dirígeme que ya te he dicho que al bailar soy más torpe que al hablar. Déjalos a ellos fingir un aplauso al vernos movernos. Deja que finjan su risa y su ovación. Tu finge que no temes a nada y yo fingiré que ya nada me duele; pero veme, te insisto, justo a los ojos y no pierdas mi mirada. Deja que se unan, que bailen a nuestro alrededor. Déjalos que se acerquen y apartémonos con un giro. Esta es nuestra noche y mañana, mañana amor mío nos espera nuestra vida. obsérvalos bailar y fingir y mentir. Tu y yo encarguémonos de luchar, de seguir y de amar. Ve, amor mío, el vals que la vida preparo para nosotros, para que busquemos amigos entre una multitud de falsos rostros. Escucha amor mío la sinfonía que escribió para nosotros, llena de dulces tonadas de tristeza, hermosas notas de alegría y agonizantes silencios de suspenso. Baila conmigo hasta que nos den las doce y llévanos a casa, que te quiero acompañar de aquí hasta donde tropieces, para besarte y dejar que te levantes. Que yo estoy aquí para verte llegar hasta donde ni si quiera tu creíste que llegarías. Que tu estas aquí para recordarme que el futuro es incierto, pero lleno de oportunidades. Prepárate para esta noche, para este baile, para el tramo de vida que nos toca compartir. Prepárate para verlos bailar. Prepárate para vernos bailar.
Atte. Apolo
Cortina de polvo. Fue como una cortina de polvo disipándose a mi alrededor. Como si hubiera terminado una batalla o el estallido de una bomba y solo hubiera quedado el polvo. Flotando alrededor, ocultando el resultado, cubriendo el daño. Esa es la aproximación más correcta para aquella sensación. Aquella que quedo cuando hubo terminado tu partida. Conforme se fue asentando el polvo, comencé a comprender el dolor. Los escombros, las ruinas, las casas vacías y el cadáver. ¿Y después? Confusión. Una confusión que desespera, que frustra, que aterra. Esa duda que atormenta, que me quito el sueño por días que se encadenaron en semanas. Ese insomnio que convierte mi colchón en una cama de clavos. ¿Por qué tú?
¿Si entiendo como entre a la habitación, porque no encuentro la salida? ¿Si se porque te llegue a amarte no puedo encontrar la solución para superarte? Si poseo las razones que rompieron con nosotros, si tengo en mi calendario el momento exacto en que nuestra promesa se despedazo; si se hasta aquellas cosas que crees que no se, que no le dije a nadie, que no llegue ni a reclamarte a ti ¿por qué no encuentro la fuerza de voluntad que supere la fuerza suicida que obliga a mi mente a revivirte día tras día en mi memoria? ¿Por qué sigo perdiendo esta competencia de pulsos emocionales? ¿Si tengo suficientes demonios que consumen mi paz mental, por qué eres tú el que se resiste al exorcismo? ¿Si no eres el primero que me rompe el corazón por qué eres el que me resulta irreparable?
Lo discutí continuamente, podría jurártelo si alguno de nosotros creyera en los juramentos, con cada elemento de mi fragmentado yo. ¿Es que fue un amor superior? ¿es que fue una herida mortal? ¿es que es demasiado pronto para sanar? Hipótesis, teorías; todas falsas, todas tan vacías. ¿es que la respuesta está en ti y yo como un necio la busco en mí? Me arrinconaste hasta el punto de tener que revolver entre mi pasado para encontrar la respuesta en un antiguo amor. Me llevaste a la decisión de descoser mis heridas para descubrir la diferencia. Pero hasta ese esfuerzo me resulto en vano. Un paso a un callejón sin salida.
Porque no, no fuiste el primer amor ciego y sin medidas. Porque mi primer amor, aquel que despertó una niña fúnebre con piel de porcelana y ojos llorosos, fue tan intenso como el tuyo. Tan desmedido, tan irresponsable como el que te di a ti. Porque le perdone heridas más grandes a ese amor. Porque no, no fuiste más consciente que el amor de mi vida, ese que sentí por aquel niño nervioso y autodestructivo, que ocultaba su mirada tras ilusiones y las marcas en sus muñecas tras sonrisas. Porque también con él era consciente de quien era él. Sabía que se iría, sabía que algún día me faltaría. Así como sabía que tu jamás podrías dejarme entrar, dejarme llegar y crecer en tu corazón.
Me sentí entonces sin fuerza. Sin motivación para olvidarte. Me sentí entonces acorralado y sin salida. Sentí entonces la desesperanza de la derrota y sucumbí ante la única opción de la aceptación. Fue entonces cuando lo comprendí. No fue la batalla ni la herida. no fue la historia ni la razón. No fue que fueras más o yo pudiera menos. Fue el resultado el que te hacia tan persistente. Tan aparentemente eterno. Por primera vez en la crónica de mis amores. Fue la derrota y mi inexperiencia. Mi pecado de soberbia me traiciono y olvide que jamás se es muy viejo para vivir algo nuevo, ni muy experimentado para aprender. Tu lograste vencer mi amor por ti.
Tus heridas, pequeñas y constantes, como cortes de papel. Tu silencio implacable, tu orgullo de macho, tu incapacidad de ceder. Tu desconfianza y tus traiciones. Todo tú se empeñó. Todo tu lo logro. Me derrotaste en mi juego favorito. Me derrotaste en este juego de amar. Alcanzaste destruir el amor que sentía por ti. Despedazaste toda esperanza de hacerlo funcionar. Me desarmaste. Me llevaste al límite. Conseguiste lo que nadie más había podido. Me venciste y no supe reconocer la derrota. En cuanto comprendí eso supe el fin de esta guerra. En ese momento entendí que, para curar la herida, debía aceptar la derrota. ese momento en que entendí que fue mi amor por ti el que extendió la batalla y que cuando este murió, fue mi amor por mi el que me salvo de la extinción.
Qué extraña sensación esa paz que te trae el ser vencido. Qué extraña satisfacción conlleva aceptar la derrota. Qué triste consuelo me trae ver morir al panda.
Atte. Apolo.
¿Qué fue lo primero que viste en mí? ¿Qué fue lo primero que capto tu atención? ¿Qué te impulso a acercarte a mí? No puedo evitar pensar que lo nuestro tuvo una marcada sensación de predestinado. Incluso cuando no eras más que un nombre que se comentaba en las conversaciones más esporádicas. Tu nombre tenía ese sabor a golpe contundente contra el suelo. Ese sabor a viento en la cima de una colina. Como estar hasta el fondo, indiscutiblemente derrotado y a la vez en la cima, con una sensación de absoluta victoria. La primera noche que hablamos, debo reconocer, que fuiste un capricho de mis lágrimas retenidas. Solo una necesidad de sentir una narcisista forma de control. ¿Tenías idea de lo que encontrarías al acercarte a mí? ¿te lo imaginabas? Debo admitir que apostaba a que salieras huyendo al momento de quitarte la venda de los ojos. Pero cuando te deje ver la realidad en que existo, cuando observaste por primera vez el infierno congelado en que habitaba, rodeados por todos esos demonios en estasis, esperando al momento en que pudieran abalanzarse sobre mí, tu respuesta fue abrazarme. Me sostuviste y no pude hacer otra cosa más que romperme en mil pedazos, derramándome sobre ti. Tus ojos siempre tienen esa expresión de niño triste, de frágil inocencia. La primera vez que vi a ese niño determinado a protegerme, cuando apenas podía protegerse a sí mismo, no pude evitar reconocer una parte de mi la que me avergüenzo. Recuerdas que te conté sobre los hilos. Sobre como los veía a todos en un cuarto oscuro, a mi alrededor. A todas esas personas involucradas en ese comercio del dolor en que estaba participando. Todos estrangulados por hilos amarrados a mí. Que si me movía hacia un lado o hacia otro los asfixiaba lentamente a todos. Esa imagen me persigue en pesadillas. Pero la verdad es que descubrí que era yo el que estaba siendo estrangulado por todo ese dolor ajeno. Al final todo colapso mientras yo me encontraba anestesiado. Sedado sin poder reaccionar ante la realidad que colapsaba a mi alrededor. Polvo. Todo lo que quedo fue una nube de polvo que se disipo para mostrarme que ya no había nada. donde antes había tantos que no eran nadie, solo estabas tú. Debo reconocer que fue mi culpa. Mi necedad de luchar contra mi dolor, de intentar contenerlo, hizo que mi accionar resultara errático y sin sentido para todos, para todos menos tú. Tú me viste, me viste romperme. Me escuchaste gritar cada uno de sus nombres mientras iban cayendo y te quedaste, te quedaste mientras tu pasabas por una guerra similar. Creo que nadie entendió realmente porque te elegí a ti al final. Cuando tantos me apuñalaron por la espalda y al girarme para verles la cara me apuñalaron en el rostro también, solo estabas tú para sostenerme. Creo que algún día podre contar mientras rio, con un cigarro entre mis labios, el relato de ese infierno congelado en que yo estaba viviendo cuando tu llegaste a rescatarme. Ese día ese recuerdo ya no será una herida sangrante, solo será una asquerosa cicatriz en mi pecho, acompañante de tantas otras. Por ahora lo único que puedo hacer cuando alguien me pregunta porque si estoy tan decepcionado de todo, porque si estoy tan desanimado de la vida, porque si estoy tan desilusionado sobre las personas; el simple hecho de escuchar tu nombre me hace sonreír como un niño, es responderles que al final de todo decidí vender una paz vacía a cambio del cielo que existe entre nuestros infiernos.
Atte. Apolo
Hoy vi a una mujer hacerle el amor a un cigarro. La vi llevarlo a sus labios con seductora lentitud. Observe como lo pegaba a sus labios. Como dejaba que su aliento lo excitara. La vi besarlo con pasión e intentar inhalar hasta la última nube de su esencia. Vi a una mujer amar su dolor. Provocarse sufrimiento y hacerlo con pasión religiosa.
Hoy vi a una verdad romper el corazón de mi padre, una verdad que salió de mi propia boca. Lo vi despedazarse. Cual niño hacer un berrinche y con toda su rabia e impotencia romper el parabrisas del auto. Lo vi llorar y gritar en silencio. Vi su propio odio. Vi sus demonios atormentándolo. Vi su confusión. Vi todo eso de él que no soporto. Ya sea porque lo odio o porque me duele, no lo soporto. Vi el vidrio rajado, con una figura cual telaraña, con sus hilos conectados. No pude despegar los ojos de esa figura que representaba tanto dolor, que representaba una relación tan rota como la nuestra. Fragmentos filiales. Hoy vi a mi padre en un pulpito hablándome, como siempre. Vi al predicador que se construyó en su juventud y al niño consentido que jamás pudo dejar ir, ese que su madre creo.
Hoy pensé en mi mejor amigo. Pensé en su dolor. Pensé en sus fantasmas, esos que no lo dejan en paz. Esos que acechan su mente, que lo llevan a temer perder a alguien otra vez. Pensé en su necesidad instintiva de ocupar su tiempo; en su incapacidad de decir que no a alguien que le pide ayuda. Pensé en cuanto odio escucharlo llorar, en cuanto odio verlo perdido, cuanto odio escucharlo desanimado y verlo cansado. Pensé en ese desgarrador tono que adquiere su voz cuando se rompe. Pensé en los golpes que me da cuando tiene rabia reprimida y deja salir así. Pensé en el golpeando a su hermano por todo eso que no quiere gritar.
Hoy escuche relatos sobre mi madre de la boca de la única persona que quizá la ame más que yo. Escuche de mi padre sobre cuanto sufrió. Escuche a mi padre dibujar a mi madre con palabras. Su vulnerabilidad escondida detrás de un rostro serio, su inseguridad oculta en apatía, su dolor escondido detrás de su amor por todos los demás. Escuche de mi padre como la hirió que había prometido solo darle amor. Escuche de mi padre tantas cosas que yo ya sabía de ella. Escuche de mi padre sobre un dolor oculto que yo desconocía en ella. Escuche a mi padre y no por momentos se perdía la línea entre el retrato de mi madre y el mío. Jamás me había sentido tan parecido a ella y había odiado tanto mi dolor, por ser tan gemelo al de ella.
Hoy sentí mi propio dolor. Vi a mi reflejo llorar en un retrovisor y escuché a mi voz acurrucarse en mi pecho y oprimir mi corazón. Sentí como mi voluntad de pelear se apagó en un escudo de silencio. Sentí como mis barreras crecían alrededor mío para protegerme del dolor exterior. Sentí a mi dolor contenerse en el interior de mi fortaleza y borbotear. Hoy hable de mis demonios. Como un susurro y por un instante hable de ellos, de los que me atrevo a hablar. De los que no, los reconocí en alguien más. Hoy sentí mi dolor mezclarse con el de las almas que circulan en mi galaxia emocional. Hoy vi a una mujer hacerle el amor al sufrimiento y pensé en ese vicio humano de amar al dolor.
Atte. Jasper
Pensamientos nocturnos y cosas por el estilo. Javier/Bipolar/SaberQueSexual pero sexual/Causipoeta
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