Cortina de polvo. Fue como una cortina de polvo disipándose a mi alrededor. Como si hubiera terminado una batalla o el estallido de una bomba y solo hubiera quedado el polvo. Flotando alrededor, ocultando el resultado, cubriendo el daño. Esa es la aproximación más correcta para aquella sensación. Aquella que quedo cuando hubo terminado tu partida. Conforme se fue asentando el polvo, comencé a comprender el dolor. Los escombros, las ruinas, las casas vacías y el cadáver. ¿Y después? Confusión. Una confusión que desespera, que frustra, que aterra. Esa duda que atormenta, que me quito el sueño por días que se encadenaron en semanas. Ese insomnio que convierte mi colchón en una cama de clavos. ¿Por qué tú?
¿Si entiendo como entre a la habitación, porque no encuentro la salida? ¿Si se porque te llegue a amarte no puedo encontrar la solución para superarte? Si poseo las razones que rompieron con nosotros, si tengo en mi calendario el momento exacto en que nuestra promesa se despedazo; si se hasta aquellas cosas que crees que no se, que no le dije a nadie, que no llegue ni a reclamarte a ti ¿por qué no encuentro la fuerza de voluntad que supere la fuerza suicida que obliga a mi mente a revivirte día tras día en mi memoria? ¿Por qué sigo perdiendo esta competencia de pulsos emocionales? ¿Si tengo suficientes demonios que consumen mi paz mental, por qué eres tú el que se resiste al exorcismo? ¿Si no eres el primero que me rompe el corazón por qué eres el que me resulta irreparable?
Lo discutí continuamente, podría jurártelo si alguno de nosotros creyera en los juramentos, con cada elemento de mi fragmentado yo. ¿Es que fue un amor superior? ¿es que fue una herida mortal? ¿es que es demasiado pronto para sanar? Hipótesis, teorías; todas falsas, todas tan vacías. ¿es que la respuesta está en ti y yo como un necio la busco en mí? Me arrinconaste hasta el punto de tener que revolver entre mi pasado para encontrar la respuesta en un antiguo amor. Me llevaste a la decisión de descoser mis heridas para descubrir la diferencia. Pero hasta ese esfuerzo me resulto en vano. Un paso a un callejón sin salida.
Porque no, no fuiste el primer amor ciego y sin medidas. Porque mi primer amor, aquel que despertó una niña fúnebre con piel de porcelana y ojos llorosos, fue tan intenso como el tuyo. Tan desmedido, tan irresponsable como el que te di a ti. Porque le perdone heridas más grandes a ese amor. Porque no, no fuiste más consciente que el amor de mi vida, ese que sentí por aquel niño nervioso y autodestructivo, que ocultaba su mirada tras ilusiones y las marcas en sus muñecas tras sonrisas. Porque también con él era consciente de quien era él. Sabía que se iría, sabía que algún día me faltaría. Así como sabía que tu jamás podrías dejarme entrar, dejarme llegar y crecer en tu corazón.
Me sentí entonces sin fuerza. Sin motivación para olvidarte. Me sentí entonces acorralado y sin salida. Sentí entonces la desesperanza de la derrota y sucumbí ante la única opción de la aceptación. Fue entonces cuando lo comprendí. No fue la batalla ni la herida. no fue la historia ni la razón. No fue que fueras más o yo pudiera menos. Fue el resultado el que te hacia tan persistente. Tan aparentemente eterno. Por primera vez en la crónica de mis amores. Fue la derrota y mi inexperiencia. Mi pecado de soberbia me traiciono y olvide que jamás se es muy viejo para vivir algo nuevo, ni muy experimentado para aprender. Tu lograste vencer mi amor por ti.
Tus heridas, pequeñas y constantes, como cortes de papel. Tu silencio implacable, tu orgullo de macho, tu incapacidad de ceder. Tu desconfianza y tus traiciones. Todo tú se empeñó. Todo tu lo logro. Me derrotaste en mi juego favorito. Me derrotaste en este juego de amar. Alcanzaste destruir el amor que sentía por ti. Despedazaste toda esperanza de hacerlo funcionar. Me desarmaste. Me llevaste al límite. Conseguiste lo que nadie más había podido. Me venciste y no supe reconocer la derrota. En cuanto comprendí eso supe el fin de esta guerra. En ese momento entendí que, para curar la herida, debía aceptar la derrota. ese momento en que entendí que fue mi amor por ti el que extendió la batalla y que cuando este murió, fue mi amor por mi el que me salvo de la extinción.
Qué extraña sensación esa paz que te trae el ser vencido. Qué extraña satisfacción conlleva aceptar la derrota. Qué triste consuelo me trae ver morir al panda.
Atte. Apolo.
Me encontré, varado, de pie, en una estación sin tren. En mi mano un boleto para una ciudad que no existe. A mi lado una maleta, llena de esperanzas muertas, que he acumulado a lo largo de estos años. Escucho el murmullo de una banda sin ritmo, al que baila un conjunto descoordinado. Observo sus tambaleantes pasos al compás de instrumentos discordantes, mientras la desafinada voz del cantante recita letras deprimentes. Y allí estoy yo, con un gato que ya no maúlla entre los pies, preguntando si tomar la ruta de ida o de regreso. De regreso a un hogar que ya no está allí o de ida a la incertidumbre del camino. Si me quedo, me cubriré de polvo y mi corazón de telarañas. Si me voy, es incierto si llegare. Cuando lo único que puedes perder es el miedo, lo único a lo que te arriesgas es a no ganar nada. ¿Cómo decides entre la seguridad de no tener nada y la incertidumbre de poder tenerlo todo? Me siento embriagado, más que los hombres de la caótica coreografía, embriagado de ilusiones que me dejan un mal sabor de boca. Mis ojos lloran, por las cenizas de flotan en el aire, de mis tantos planes que ardieron en la más cruel de las realidades. Mis manos tiemblan, por el frio viento que se lleva mis suspiros, todas aquellas palabras que no tuve la fuerza de decir. Pero no quiero y rehusó a seguir estancado en esta estación. Observando esta ridícula actuación de monotonía. Estos intentos fallidos de salir de una rutina. De escapar del vacío pozo de la vida que hemos excavado con las uñas. Me rehusó a seguir comiéndome las ganas de vivir. A lamentarme por los errores que no me atreví a cometer. Construiré con mis manos los rieles y aprenderé a montar bicicleta para recorrerlos. Llegare a un desierto en la frontera y fundare desde los cimientos la ciudad en que hare realidad mis sueño plantare las esperanzas que cargo en la maleta y las regare con mis lágrimas de dolor, hasta que sean satisfacción. Y las veré crecer, altas como un pino y fuertes como un roble, verdes como un bosque y tan amplias que darán espacio a mi imaginación. Y soñare, formando nubes con mi aliento y reiré, oyendo la música de mi alegría. Viviré, así me arriesgue a perderlo todo y buscare, amar y ser amado. Y el gato volverá a maullar, y el tren volverá a transitar. Veré a los hombres estar sobrios y a los músicos afinar sus instrumentos. Veré a mi amor sonreírle al firmamento y tomare su mano, disfrutando del camino aunque este perdido.
Atte. Apolo
Con los dedos, con los ojos. Con el dorso de la mano en una bofetada o la palma acariciando una mejilla. Con un pestañeo o incluso la curva ascendente de la comisura de la boca. Esas marcas que dejamos con la frenética contorsión de un abrazo o la estática maniobra de una mirada fija desde el otro extremo de la habitación.
¿Te marca más que te fabriquen un beso calculado o que descarguen en ti un discurso improvisado?
¿Es la intensidad de la marca dependiente del clima de la temporada o de las coordenadas?
¿Depende mas del pulso de la mano o la tensión de la piel? Victimario o víctima. Pincel o lienzo.
¿a ti te marca mas la suavidad de una piedra envuelta en un paño de seda o el estruendo de una pluma cayendo sobre el cristal?
Es como dejar un mapa en las personas que dibujamos con actos, con promesas, con engaños. Todos tienen una historia tatuada en el corazón. Escrita con mil tipos de letra diferente, con profundidades milimétricamente distintas. Como huellas dactilares en el alma. Debes saber que cada sentimiento es una tinta y cada acto una aguja. El mundo es un lienzo en blanco.
¿Qué es un beso? sino un tatuaje hecho con amor, con engaño o con adiós.
Atentamente, Apolo.
Hoy vi a una mujer hacerle el amor a un cigarro. La vi llevarlo a sus labios con seductora lentitud. Observe como lo pegaba a sus labios. Como dejaba que su aliento lo excitara. La vi besarlo con pasión e intentar inhalar hasta la última nube de su esencia. Vi a una mujer amar su dolor. Provocarse sufrimiento y hacerlo con pasión religiosa.
Hoy vi a una verdad romper el corazón de mi padre, una verdad que salió de mi propia boca. Lo vi despedazarse. Cual niño hacer un berrinche y con toda su rabia e impotencia romper el parabrisas del auto. Lo vi llorar y gritar en silencio. Vi su propio odio. Vi sus demonios atormentándolo. Vi su confusión. Vi todo eso de él que no soporto. Ya sea porque lo odio o porque me duele, no lo soporto. Vi el vidrio rajado, con una figura cual telaraña, con sus hilos conectados. No pude despegar los ojos de esa figura que representaba tanto dolor, que representaba una relación tan rota como la nuestra. Fragmentos filiales. Hoy vi a mi padre en un pulpito hablándome, como siempre. Vi al predicador que se construyó en su juventud y al niño consentido que jamás pudo dejar ir, ese que su madre creo.
Hoy pensé en mi mejor amigo. Pensé en su dolor. Pensé en sus fantasmas, esos que no lo dejan en paz. Esos que acechan su mente, que lo llevan a temer perder a alguien otra vez. Pensé en su necesidad instintiva de ocupar su tiempo; en su incapacidad de decir que no a alguien que le pide ayuda. Pensé en cuanto odio escucharlo llorar, en cuanto odio verlo perdido, cuanto odio escucharlo desanimado y verlo cansado. Pensé en ese desgarrador tono que adquiere su voz cuando se rompe. Pensé en los golpes que me da cuando tiene rabia reprimida y deja salir así. Pensé en el golpeando a su hermano por todo eso que no quiere gritar.
Hoy escuche relatos sobre mi madre de la boca de la única persona que quizá la ame más que yo. Escuche de mi padre sobre cuanto sufrió. Escuche a mi padre dibujar a mi madre con palabras. Su vulnerabilidad escondida detrás de un rostro serio, su inseguridad oculta en apatía, su dolor escondido detrás de su amor por todos los demás. Escuche de mi padre como la hirió que había prometido solo darle amor. Escuche de mi padre tantas cosas que yo ya sabía de ella. Escuche de mi padre sobre un dolor oculto que yo desconocía en ella. Escuche a mi padre y no por momentos se perdía la línea entre el retrato de mi madre y el mío. Jamás me había sentido tan parecido a ella y había odiado tanto mi dolor, por ser tan gemelo al de ella.
Hoy sentí mi propio dolor. Vi a mi reflejo llorar en un retrovisor y escuché a mi voz acurrucarse en mi pecho y oprimir mi corazón. Sentí como mi voluntad de pelear se apagó en un escudo de silencio. Sentí como mis barreras crecían alrededor mío para protegerme del dolor exterior. Sentí a mi dolor contenerse en el interior de mi fortaleza y borbotear. Hoy hable de mis demonios. Como un susurro y por un instante hable de ellos, de los que me atrevo a hablar. De los que no, los reconocí en alguien más. Hoy sentí mi dolor mezclarse con el de las almas que circulan en mi galaxia emocional. Hoy vi a una mujer hacerle el amor al sufrimiento y pensé en ese vicio humano de amar al dolor.
Atte. Jasper
'Te conté cuanto me gustaba armar cosas. Tu me dijiste que para ti era difícil. Respondi que no importaba, que contigo cualquier cosa era mejor y que mejor armaramos... Y corte la frase, por miedo a tu reacción, por miedo a ir muy rápido. Insististe en que la completará. Entonces añadí "una linda relación". Me respondiste que estabas de acuerdo, que la idea te encantaba. Yo sonreí y me quede viendo al techo, sabiendo que te había mentido, porque lo que realmente quiero armar, es una vida contigo. Así de seguro estoy de lo que siento y eso me aterra, porque la decisión no es solamente mía.'
Entendí que el problema no es que te cedi en cada aspecto de mi vida. El problema fue que no exigi lo mismo a cambio.
Feel the love of the Balkans 🦶🏼🔥🦶🏼🔥🦶🏼🔥🦶🏼🔥🦶🏼🔥🦶🏼🔥
IG:@antonjokrizicc & @ante_vrankic
Acompañado de la nada, viaja. Charlando con el silencio, se mantiene. Vagando con un rumbo invisible, se guía. Buscando la sombra de día, huyendo del fuego del cielo, porque la luz hace de su rostro una vergüenza. Buscando el fuego de noche, huyendo del frio de las sombras, porque la vida en la solitaria oscuridad le congela el corazón. Así es la vida de un moro. Un vago del desierto. Solitario nómada. Inadaptado por decisión propia. Juzgado por no seguir los rumbos ya trazados. Perseguido por buscar respuestas en otro lado. Rondando el desierto en silencio, viviendo en una fantasía mental, ausente de la realidad. Una mente libre en un cuerpo que roza lo inanimado. Tanto tiempo dentro de su mente confunde los sentidos, la fantasía pasa a ser parte de su realidad o quizá su realidad pasa a fundirse en su fantasía, puede ser que sencillamente sean lo mismo. ¿Quién es capaz de probar que el reino de nuestra mente no es real?
El imponente sol, rey dorado de nuestro mundo, erigido por nuestros abuelos, con sus poderosos e implacables rayos, destroza lentamente nuestra piel, deforma nuestro rostro. Ya han pasado tantos años desde que se estableció sobre nuestras cabezas y lo que se llama progreso, ha sido bajo su luz, ni más lejos, ni más alto. Obliga este regente a cubrir las caras de los moros con mantos y ropajes. Son sus ojos lo único descubierto del interior. La única ventana de su verdadera identidad. El único rasgo real de la piel. Caminado a un ritmo propio y único. Una danza inimitable, siguiendo la música que resuena en el interior de sus oídos; provenientes del pesebre de la razón, inaudible para el resto. Siguiendo un rumbo errante y sin sentido, excepto a sus ojos atentos. Corrigiéndolo cuando lo necesitamos, guiándonos por nuestra estrella, aquella luz que anhelamos. Visible solo en las sombras, cuando la cegadora luz del sol se ha desvanecido. De noche buscamos cobijo de las sombras que de día tanto anhelamos. Estas sombras ahora nos absorben y nos congelan. Nos paralizan. A pesar de ser nuestro santo refugio, andar muy profundo dentro de ellas puede ser la perdición. Bestias nocturnas rondan en busca de nuestra sangre. ¿Cuándo llega realmente el descanso del moro?
El alimento y la bebida, escasos alientos de vida. Alimento que nos nutre, nos llena, nos hace sentir tan revitalizados. Nos ayuda a mantener la fuerza. Lo buscamos en todos lados. Enterrado bajo nuestros pies y volando sobre nuestras cabezas. El alimento toma muchas formas y muchos nombres. A pesar de su escases y que agradecemos al encontrarlo, no todos nos satisfacen de la misma forma. Aquellos que son falsa carne a nuestro paladar, tan secos como el desierto mismo, a veces venenosos, saben a arena en nuestras bocas. Aun así, seguimos probando lo que podemos, lo que encontramos, pues sabemos que entre las dunas hallaremos el verdadero alimento. A veces agrio, a veces dulce, pero siempre vigorizante. Queremos saciar nuestra necesidad de sentirnos llenos. El agua, aún más escasa. Refresca nuestras gargantas y nuestra mente. Nos ayuda a recordar porque vamos a dónde vamos. Ilusiva y evasiva. Más escasa que el alimento. Mas imprescindible también. Los momentos en su presencia son añorados y recordados. ¿Por qué elegimos un rumbo tan duro?
La arena es la única habitante constante, pasamos sobre ella, con un paso pesado, obligados a recorrer sus engañosas formas. Nos enfrentamos a su cólera cuando revuela en forma de tormenta contra nosotros y no podemos hacer otra cosa que andar en su contra, esforzándonos por avanzar, intentado no morir enterrados. Miles de partículas, sin voluntad propia, a la merced de las decisiones de sus monarcas. El viento y el sol trazan su destino. Así es la vida de un moro. Solitaria, destinados a la compañía de nuestros pensamientos. Buscamos desesperadamente un encuentro con otro. Otro moro que vague en el desierto y por los extraños cambios en el viento se cruce en nuestro horizonte. Nuestras miradas se conecten y sepamos que hemos encontrado a un semejante. Otro solitario en busca de respuestas. Encuentros raros, bizarros, escasos y cortos suelen ser. Superados infinitamente por las dunas. ¿Será que somos un pueblo muy escaso o que el desierto es demasiado vasto?
Pocos se atreven a buscar respuestas. Muchos se acomodan a lo que el poder establece. Silencioso es el desierto. Muerta la humanidad.
Atte. Apolo.
Pensamientos nocturnos y cosas por el estilo. Javier/Bipolar/SaberQueSexual pero sexual/Causipoeta
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