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Llevo un buen rato leyendo sobre la gestión comunal de los recursos durante la edad media en la zona de la que proviene mi familia y sospechando que si lo metiera en el tocho™ de fantasía me acusarían de rojerío desaforado. Hay kilómetros lineales de documentación en el registro histórico provincial de siglos de concejos vecinales pleiteado con éxito frente a su señor feudal y los comentarios del académico de turno que lo comenta y dice «bueno, era gente bastante cabezona». Y también tenemos romances en verso que vienen a decir que «nuestro señor feudal es un asesino y un capullo».
Es que mira esto:
«Los propios concejos de las Tierras del Órbigo compensaban a cada vecino por el nacimiento de un hijo con una porción de tierra (una hemina o 600 m²) que, bajo la denominación quiñón o alma, usufructuaba hasta que el hijo cumpliese dieciocho años. En ese momento, el concejo otorgaba dicho espacio a otra familia con un nuevo hijo. El pago o “bago” destinado y roturado para tal fin por el concejo de Fresno de Valduerna en el siglo XIX pasó a denominarse Las Almas».
Es la leche.