Recostada en la cama, siento una presión en mi cabeza y un dolor en la espalda baja, escuchando los venenosos pensamientos nocturnos que me atormentan de costumbre. Me imagino tu sonrisa iluminando el camino, aquellos ojos grandes y marrón viéndose al espejo preguntándose ¿Dónde fue que se perdió?
Con forme pasan los días, me sigo dando cuenta que me había acostumbrado a aquel rincón profundo que llamabas corazón, me envolví en la calidad de tus mentiras que me arropaban día tras noche, cuánto más me abrazaban tus inseguridades más mías las sentía, haciéndome sentir amada.