Juev., 17 de dic. de 2020
Cuando me pregunto cuántos años lleva el árbol fuera de casa, casi con presteza logro intuir lo de siempre: un año, contando este. El árbol hoy se ve infinitamente vivo; las estaciones guardan en su ADN el decurso natural del planeta, pero eso no significa muerte en vida del árbol en primavera. Al menos no por ahora. Desvanecidas las hojas y las flores, lentamente corteza y solo ramas destempladas en el viento, y dentro, la verdadera vida; hoy, hermoso dosel que protege las mañanas de los pájaros acurrucados en su nidal de ave (…)
Mar., 24 de mar. de 2020
La he visto sentada colocando notas alrededor de su voz. Intento detener esa imagen mientras voy rumbo a la habitación, el día de hoy es imperante plasmarlo en el papel, ya no en el corazón ni en la memoria ni en ese trocito de cielo que se alcanza a ver desde mi patio. La imagen se me ha ido tan rápido como estos dos últimos minutos donde uno descubre que hay todavía mucho más cielo del que nos cuentan, más corazones de los que admitimos y mucha más memoria de la que escribimos, eres muchas notas en una página real, lo sabes, se compaginan en un debate en donde el que mira es disuadido de todo mal, y todo ese bien que presentimos, al escuchar, se desploma en nuestra alma hasta hacernos sonreír. Digo, a mí me ha hecho sonreír. Ha hecho sonreír a mi corazón. Ha alivianado mi suerte.
Cada despedida me envejece una vida, me forma surcos en los dedos y me empuja hacia los lados en un vaivén que trato de ignorar. Cada despedida, también, me dibuja un nuevo sol, un sol distinto, armado de nuevo, capaz de encontrar luz entre todos mis años. Las despedidas son una salida y he aprendido a no tenerles miedo, a no evitarlas. Las abrazo como el que se agarra a un trozo de madera en mitad del océano. Conozco su significado. No me da miedo decirte adiós, haberte dicho adiós; lo que me asusta es no poder hacerlo, no poder haberlo hecho. Y hoy, después de tantos años, me pregunto si esta nostalgia, si esa aceptación inevitable, si aquel silencio ante nuestro auxilio, no es más que mi (tu) boca, tapada por tus (mis) manos, suplicando una despedida que nunca llega, que nunca llegó.
Elvira Sastre. Aquella orilla nuestra
Veo flores amarillas y pienso en ti.
Las flores de septiembre llegaron tarde a diciembre
El amor, si es algo, es dos que se miran.
Alejandra Pizarnik, diarios
(No es convencimiento)
A veces, a mi tristeza se le escapa tu risa y no sé qué hacer con tanta vida.
Elvira Sastre. Aquella orilla nuestra
Diciembre de 2019
En el lugar me percibo (…) Personas desconocidas y a la vez íntimamente ligadas a mí conversan, ríen, beben. Yo continúo quejándome de su sonrisa mientras respondo a la situación con naturalidad. Converso, río, bebo, respiro: sus movimientos siempre delatan en mí alegría. No me contengo y mis brazos se desplazan a la misma velocidad de su sonrisa para encontrarla. Me pregunto si ella anhelaba este abrazo tanto como yo. Creo que su afecto siempre desvanece mis dudas en su mirada. Si la escucharas hablar, ya no te preguntarías jamás por qué desde el instante cero ya es el amor de tu vida, ni por qué el siguiente instante ya no se trata de ti, sino de otro, de otro rostro, de otro escenario, otro tiempo, otro sueño, otredades que solo puede inventarse la imaginación cuando uno solo desea la felicidad de la otra persona. Y aunque Eloise ya no sea el amor de tu vida, sino el de otro, aunque eso tú no lo sepas ahora, creo que soñando estás consciente del cambio, del desamor, del momento, de tu accidente, del coma y de la distancia que no ha sido culpa de nadie. Ahora me encuentro en una de esas situaciones de las que alguna vez te escuché hablar, esas en la que resultar enamorada de la sinceridad que siempre desprenden sus ojos puede resultar ser el cuestionamiento mismo del amor.
Enero de 2019
La disciplina se sucede al despertar de las interrogaciones, sin luces de pertenecer a un día que nombrado sea como el contemplamiento de las horas. Y como herencia de un accionar reflejo, sin póstumo remitente ni remirado personaje, vuelto y violentado por la calma de volver su felicidad un entresijo entre dos velas.
Miérc., 02 de dic. de 2020
Una vez, Eloise me preguntó, con cierta discreción, qué se sentía estar enamorado. Yo la acababa de conocer cuando me enamoré perdidamente de su mirada. Por unos minutos, sin dejar de mirarla, pensé que había sido yo quien había distorsionado e impuesto los hechos, el momento y la pregunta. Desde un inicio no me cuadraba nada. Me dije que quizá había sido una simulación de mis deseos y todavía me era posible disimular todo el furor que había causado en mí. Así que, me precipité al silencio y le conté del amor que sentía por mis abuelos, de lo inmensamente feliz que me hacía pensar en ellos. Mis abuelos se habían enamorado casi instantáneamente. Al menos eso es lo que mi abuela le contó a mi madre, y lo que esta me cuenta a mí cada que nos ponemos sentimentales y nos echamos de valientes a los recuerdos. Convení en ya no tratar de responder una pregunta de múltiple implicancia, puesto que había pensado en lo que amo a manera de respuesta desde un inicio. ¡La pureza de su alma me sobrecoge tanto!, su amor no es una incógnita en el mundo. Recuerdo que me importó tan poco que ella no me quisiera. Recuerdo que tomé de la mano a la imaginación y a la pregunta dejando en libertad mis sentimientos. Y cual pétalo que va quedando impreso poco a poco en el papel, con toda esa verdad, que siempre lleva puesta por mirada, va implantando y susurrando un yo también como huella en mi corazón. Desde entonces, mi corazón no ha dejado de arder ni un solo instante.
¿Quieres andar, un ratito, por la playa conmigo hoy?
Enviar.