Me gusta sentir la brisa en mi cara y las caminatas largas
Me gusta la poesía y la literatura.
Me gustan las caricias sinceras, los “te extraño” constantes, los sentimientos puros.
Me gustan las sonrisas tiernas, las miradas románticas y las voces arrulladoras.
Me gustan las mañanas frías, las tardes nubladas y las noches lluviosas, en general los días grises.
Me gusta acompañar todo con un café, un chocolate o un té.
Entonces empiezas a comprender que la vida no es plana, que tiene sus altibajos, que todos los días van a tener momentos de felicidad, de tristeza, de amargura, de dulzura, de odio y de amor, que siempre te hará falta algo o alguien, en ocasiones nos encontraremos solos, vacíos y destrozados.
La vida es una carretera con curvas, subidas y bajadas, donde van entrelazados la lógica, los sentimientos, la razón y las emociones. La mayoría de las veces tendrás que elegir si quedarte o irte.
Ha llovido todo el día, he sentido como se le ha roto el corazón el cielo, también he sentido como se desquebraja mi alma. Hoy sentí como el frio y la lluvia de Bogotá me afectaban de una manera inusual, hace mucho tiempo no sentía esa extraña manera en la que me pierdo y no logro reconocerme.
Hoy sentí como esta helada ciudad me tritura lentamente, con mis botas mojadas, mis ojos llenos de lágrimas, mis manos casi congeladas y mi alma destrozada, sentía que cada gota que caía era ese sentimiento de culpa, soledad, frustración, impotencia, decepción y amargura.
Sin aliento, ni ganas de seguir caminando tome un taxi. Ya dentro del auto conecte mis audífonos a mi móvil, no había mucho que escoger en la lista de reproducción, con el clima y esa laguna de sentimientos agobiantes solo quería oír todas las canciones de Carla Morrison y Leonel García.
Mientras veía las gotas resbalar por la ventaba del auto solo pensaba en todo lo que logra hacernos sentir la lluvia, bajo ella nadie nota que estas llorando, nadie logra escucharte, en que no importa a donde vayamos ella siempre estará ahí para hacernos sentir algo, que no importa donde estemos siempre la vamos a oír.
También pensaba en lo afortunadas que son esas parejas que se abrazan para mantenerse cálidos, y así evitar el frio que desquebraje sus emociones.
Cientos de pensamientos más pasaron por mi cabeza en los 40 minutos que tarde en llegar a casa, solo me baje del auto, tome una ducha de agua tibia para poner el cuerpo cálido, ojala también las duchas de agua tibia hicieran sentir el alma cálida. Después de eso, me metí a la cama sintiéndome agotado, sin ganas de nada, pero con ganas de alguien.
Ya han pasado un par de horas y aun me siento frio, no es agradable, creo que hay cierta cantidad de lágrimas por momentos así y ya me acabe las de hoy. Mientras trataba de abrigarme me sentía “sin rumbo fijo” (una frase que nunca creí usar).
Estoy por ahí caminando por algún lado de Bogotá, esperando encontrar la tranquilidad en un puente, la paz en una esquina, la fuerza en algún vagón de cualquier estación, la pasión al lado de un semáforo, y quizá solo quizá el amor en la puerta de mi casa.
En conclusión creo que esta soledad me esta carcomiendo y siento que ya no tengo la capacidad de autor-reparación que solía tener.
¡ESTOY CANSADO¡
“Querido amigo tal vez no te agrada esto, espero comprendas que tenerte cerca es maravilloso, por tanto procederé a juntar tus labios con los míos, ya que no logro resistir las ganas de ti, de tu sabor, de tú dulzura, de tú sentimentalismo, de tu razón, de tu lógica. A fin de cuentas las posibilidades de que volvamos encontrarnos son pocas, si la vida nos tiene destinados algún día seremos y estaremos” - Luego de haberle susurrado esas palabras al oído, le beso como se besan pocas veces en la vida, con el alma y el corazón, después del beso se levantó del césped y fue alejándose poco poco. Esa fue su despedida.
Quiero ir a la cama contigo, lo digo de la manera más inocente. Quiero acostarme junto a ti en el césped mientras observamos el cielo. Quiero que caminemos juntos mientras llueve. Quiero llenarte de suaves besos, dulces caricias y abrazos sorprendentes. Quiero observar eso ojos oscuros que tanto me gustan. Quiero que nos sentemos a mirar el alba y el ocaso. Quiero que vayamos a fotografiar el mundo. Quiero saber si me quieres porque quiero que sepas que yo te quiero.
Recuerdo cuando solíamos encontrarnos en aquél parqué, sentarnos en los columpios, hablar durante horas, reír y tomarnos de la mano. Ahora soy yo él que va al parqué y se sienta en el columpio, sin hablar, sin reír, sin tu mano, sólo. Debí saber que te marcharías, que dirías adiós, que me dejarías, debí suponerlo, pero mi desenfrenada manera de amar no me dejaban ver eso.
No eran esos pequeños pedazos de papel llamados fotografías, era lo que transmitían, ese recuerdo inefable, mágico, reconfortante que podía estremecer hasta el más recóndito de sus sentimientos.
Él creía no poder vivir sin su “mitad” ya que eso le hicieron creer durante toda su vida, la convirtió en su necesidad. Después de haberse separado pudo darse cuenta que la vida continuaba con o sin ella, tomo la decisión más valiente y acertada, decidió seguir sus sueños, aquellos sueños que había dejado a un lado cuando la conoció, su sueño más importante era ser el arquitecto de su propio hogar. Retomó su vida, consiguió dos nuevos empleos y se dio cuenta que nadie era necesario, ni siquiera el gran amor de su vida a quien un día le dijo dentro de una iglesia “Hasta que la muerte nos separe”. De una manera metafórica algo murió en ellos, definitivamente era el amor que ella sentía hacia él.
Sin necesidad de ir a juicio él tomó su pluma y firmó el acta de divorcio, así concluía una etapa, era libre de nuevo.
De vuelta a casa decidió rasgar todas las fotografías en donde ella se encontraba, mientras las rasgaba un cortometraje pasaba por su mente ya que aquellas fotos le trasmitían grandes recuerdos. Ya no había nada más que romper, todo estaba roto, incluso su corazón, así que decidió quemar los pequeños trozos de papel de las 270 fotografías, ya que no podía quemar su corazón decidió congelarlo por si algún día en la estación del metro o en las escaleras del aeropuerto o en el ascensor de la oficina conocía a alguien que pudiese descongelar ese corazón y volver hacer que ardiera con gran vehemencia para amar sin cordura.
Era viernes, tenía una cita con alguien a quien estaba empezando a querer. Fue algo sencillo, nos encontramos en un centro comercial, caminamos durante mucho tiempo, ya un poco cansados decidimos sentarnos en un banco de cemento en un acogedor lugar con una gran fuente, muchas plantas y frente a nosotros había una iglesia.
El lugar es muy pacifico, poco transitado, ahí sentados hablamos de todo un poco, él me contaba de su niñez, de su adolescencia, de su familia, de sus amigos, de su estudio, de sus planes, metas y sueños, también me hablaba de cosas muy específicas e íntimas, e agradaba ya que sentía que estaba depositando su confianza en mí. También le hable de mí y de todo lo que me rodeaba, de todo lo que me había pasado y de todo lo que quería.
Se acercó, me beso… seguimos hablando y besándonos, puso su cabeza en mis piernas para que lo acariciara, así que tome su cabello y lo entrelace con mis dedos, le agradaba aunque le daba cosquillas, con la otra mano tocaba su mejillas suavemente, estábamos muy cómodo; mi teléfono empezó a sonar, no conteste pero me di cuenta que ya habían pasado un poco más de cinco horas desde que salí de casa y antes de salir deje una nota en el refrigerador que decía “vuelvo pronto fui hacerle un favor a la abuela” ¡que estúpido!
El tiempo paso y no me fije en la hora solo cuando el sol se había ido, en ese lapso de tiempo me concentre por completo en él, me hizo olvidar de mi reloj y mi teléfono.
Le dije que tenía que volver a casa, así que de camino lo deje en la estación del metro, nos despedimos y yo seguí, mientras caminaba me sentía tonto, risueño, feliz, eufórico, también sentía un cosquilleo en la panza y sentía que flotaba, algo un tanto ridículo y muy cursi, pero se sentía bien.
Al llegar a casa tenía un mensaje en mi teléfono que decía:
“me hiciste perder la noción del tiempo, me gusta estar contigo, que me cuentes de tu vida, siempre tienes algo por decir, y tus ojitos se ven hermosos cuando hablas de algo o alguien que quieres.
Pd: quería llevarte a cenar, pero eres muy exigente”
Le respondí el mensaje y me quede pensando en lo lindo que había sido el día mientras poco a poco me dormía.
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Le vi con su nuevo amor, la felicidad que se tenían se sentía a metros, nunca en mi vida le había visto tan bien después de mí. Ver esa escena me dejo perplejo, anonadado y confundido, millones de recuerdos y momentos pasaron por mi mente en tan solo dos minutos, se acercó a mí y me dijo:
- ¿Cómo has estado? Hace un largo tiempo que no te veía
- Bien, todo en mi vida es perfecto – respondí
Mientras el nudo en mi garganta se hacía cada vez más grande y mis ojos se llenaban de lágrimas, le dije:
- Tengo una reunión, me alegro verte, adiós
- Espero volver a encontrarte, que tengas un buen día – respondió.
Me aleje lo más rápido que pude, mis ganas de llorar eran inevitables, me hice una pregunta “¿Cómo puede dejarle ir?” mientras rodaban por mis mejillas esas pequeñas gotas frías, un mar de sentimientos en mi mente eran lo que había causado verle de nuevo y ningún sentimiento de estos era positivo.
Lo único que hice en el día fue pensar, en todo lo que habíamos pasado cuando estuvimos juntos, llego la noche y sin un sol que brillara y calentara, me fui oscureciendo y enfriando poco a poco, hasta caer en depresión y un mar de lágrimas.
Mi alarma se activó, eran las 04:00 A.M. desperté llorando, sentí que todo había sido real, pero fue una simple pesadilla, me voltee y ahí estaba durmiendo y su rostro se veía feliz, me acerque y le susurre al oído:
- Te amo, fuiste, eres y serás el amor de todos mis días, no dejare que te marches.
Le desperté y me respondió con un beso, un beso de esos que solo podían llenarme de buenas emociones.
Desgarraremos la piel, rasguñemonos la espalda, el cuello, el pecho y los brazos, hasta desatar y desaguar todo el mal que llevamos dentro. Destrocemonos físicamente, ya que el dolor físico es admisible.
“yo soy amor, soy placer, soy esencia, soy pendejo, soy alcohólico, soy tenaz... Yo soy, simplemente soy.”
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