Ene. de 2020
(...) Porque el quererla me resultó simple. Porque mi corazón me resultó un anciano involucrado y algo desatado de la razón...
Dom., 23 de oct. de 2022
Tú sabes que, siempre, tendrás un vestigio de universo en mi corazón quejumbroso dispuesto a devolverte la sonrisa por si decides aparecer con tus vueltas.
Domingo, 19 enero de 2020
Está llena de paisajes tupidos de flores, de montañas (), de fieras antiguas, de vegetaciones de todo tipo, de sonrisas sinceras. Tiene el alma del campo cubriendo su corazón, ¿Y el corazón en quién?, ¿el corazón en dónde?
EPIFANÍAS
Ocurrió cuando menos lo esperaba...
A finales de una tarde de invierno. La nieve se derretía. Unos días antes de dejar de salir completamente del sótano. Caminaba cada vez más lento, miraba las casas, las calles vacías del domingo, enero...Me di cuenta, por primera vez con tanta claridad (la claridad del aire de enero), de que aquello que queda al final no son los momentos excepcionales, tampoco los acontecimientos, sino precisamente los momentos en que no pasa nada. Tiempo liberado de su pretensión de excepcionalidad. Recuerdos de tardes en las que nada ha ocurrido. Nada, salvo la vida en toda su plenitud. El olor sutil a humo de leña, las gotas, la sensación de soledad, el silencio, el crujir de la nieve bajo los pies, la vaga desazón cuando cae el crepúsculo, lenta e irreversiblemente.
Ya lo sé. No quiero revivir de nuevo ninguno de los llamados acontecimientos de mi propia vida, ni aquel primero de mi nacimiento, ni el postrero que me aguarda por delante; son ambos igual de incómodos. Igual que lo son todas las llegadas y despedidas. Tampoco quiero revivir de nuevo mi primer día de cole, ni mi torpísimo primer polvo, ni mi llegada a la mili, ni mi primer día de trabajo, ni mi petulante bodorrio, ni...Ninguno de esos recuerdos me aportaría alegría. Los cambio todos, junto con los montones de fotos que los acompañan, por aquella tarde en la que estoy sentado en los escalones calientes a la puerta de casa, me acabo de despertar de la siesta, oigo el zumbido de las moscas, he vuelto a soñar con aquella chica que nunca se da la vuelta. Mi abuelo arrastra la manguera al jardín y el pesado olor a flores tardías asciende hacia los cielos. Nada es definitivo, nada ha sucedido aún. Tengo todo el tiempo del mundo por delante.
Lo insignificante y lo pequeño, ahí es donde está agazapada la vida, ahí es donde anida. Son curiosas las cosas que quedan brillando al final, el último resplandor antes de la oscuridad. Ni las más importantes ni..., uno no puede anotarlas o contarlas siquiera. El cielo del recuerdo se abre para aquel minuto del crepúsculo de un día de invierno en una ciudad lejana: tengo dieciocho años y de milagro me he quedado solo por un par de minutos, atravieso el enorme patio de armas del cuartel. (...)
Y bien, aquel momento en el que me quedé solo en el enorme patio de armas bajo un cielo vacío, en medio del aire frío impregnado del primer olor a invierno, a humo de leña y carbón que se desliza a hurtadillas desde el pueblo cercano, crepúsculo y premonición, por primera vez solo, por primera vez en otra parte, un leve frío, nubes frías. Y precisamente ese encuentro entre la desesperanza y la premonición (el año de la mili acababa de empezar), mezcladas con un cielo infinito, ajeno y hermoso, hermoso de manera ajena, hizo que ese minuto pareciera eterno. Ya sabía yo que no sería capaz de contarlo.
Evidentemente, puedo enumerar más camellos dorados como ese en la caravana infinita de los minutos. Tres o cuatro, como mucho. Pero intentaré relatar tan solo uno más. Final del verano, estoy frente a mi casa, el ocaso es infinito en la llanura, tengo seis años, las vacas regresan por el camino, primero se oyen sus cencerros lentos, los gritos del pastor, los mugidos que anuncian a sus crías que por fin regresan, el llanto en respuesta de los terneros...Sí, es un llanto, lo sabía incluso entonces. Igual que el llanto que brota de mí al instante cuando mi madre regresa de la ciudad para verme el fin de semana. Jamás el alivio y la acusación han estado tan cerca uno del otro como en ese llanto. Tan cerca como el llanto de los terneros y el llanto de los niños cuando se los abandona durante el día o durante unas semanas. (...)
En ese minuto (el recuerdo sigue igual de nítido), en ese minuto tupido de sonidos, vacas y olores, todo desaparece de repente, una grieta resquebraja el horizonte en su punto más remoto, el tiempo se retira y allí, en el fondo del ocaso, aparece un cuarto blanco de techos altos como jamás he visto, con una araña de luces y un piano. Y frente al piano está sentada una chica de mi edad a la que veo solo de espaldas. Tiene el pelo claro, recogido en una coleta, se dispone a tocar, tiene los brazos ligeramente alzados, veo sus codos afilados...Y ya está.
Nunca he sido más feliz, nunca me he sentido más completo y tranquilo que en aquel minuto sentado sobre la losa caliente a finales de mi sexto verano. (...) Me prometí en aquel momento que encontraría a esa chica. La busqué en todas partes, en todos los años que atravesé. Ninguna resultó tener su rostro. Siento que con el tiempo empiezo a rendirme. Me acostumbro. Ser viejo consiste en acostumbrarse.
• Gueorgui Gospodínov, "Física de la tristeza"
Fulgencio Pimentel. Trad: María Vútova y Andrés Barba
Dom., 06 de dic. de 2020
Uno cruza la calle de regreso a casa mientras va pensando en la persona que ama. Qué distintos se ven los contrastes de la ciudad cuando se sabe que existe, en el mundo, esa mujer que representa todas las fuerzas vivas del corazón. El andar se vuelve más firme. Empezamos a distinguir algo más en los fenómenos físicos y no físicos. La vida, que uno tanto valoraba, ahora se vuelve sagrada. Repentinamente el amor se ha posado cariñosamente en nuestro regazo, no hubo manera alguna de evitarlo, y por eso lo defendemos tal como si se hallase hecho de cristal y estuviese en nuestras manos. El amor. ¡El amor es mariposa y flor a la misma vez! ¡Es semilla y fruto en nuestra alma! ¡Es agua subterránea y a la vez bosque seco y por eso también es lluvia! ¡Es sonrisa compartida en medio de una plaza llena de gente! ¡Es su mano de tu mano en cualquier lugar del mundo! ¡Es bendición!
Juev., 7 de nov.de 2024
00:43 a. m.
Se abrieron las puertas de mi pequeño infierno y ¿empecé? a amarte a través de todas las mujeres del mundo. Ya lo que no puedo escribir(te) lo lloro…
Mi amor, verbalizo mis lágrimas porque no entiendo lo que dicen, pero hoy parecen sonreír.
Otra noche en la que me rindo y cuelgo mi corazón en el perchero para que lo notes, pero no estás. Mañana será otro día. Todo continuará como siempre menos como n o s o t r a s. He aceptado esa realidad haciéndome cada vez más borrosa en esta; y tú… , que siempre encuentras el arcoíris y sonríes, estás bañada de una tenue dulzura mientras educas al mundo.
Tú no lo escuchas porque es absurdo, pero puede que mañana ya no sea otro día. ¿Cómo terminé acá otra vez? Qué haces asomándote sobre mi corazón e incendiando mi noche.
No entiendo las palabras de este mundo. Tres flechas impactaron en mi sangre y una sola envenenó mi corazón con ternura. No hay afán. Escucho tu voz. Llama mi sangre. Pero es porque estoy enferma. Tres: no puede ser coincidencia.
Lun., 5 de set. de 2022
6:50 p. m.
Navego tanto, entre la bruma y la palabra, que lo sencillo me resulta como un sueño donde siempre estás tú y al que constantemente quiero volver. Eres el claro; eres mi corazón infinito en un punto de no retorno del amor; (...)
Enero de 2019
Sobre el día y la noche, levantando al viento la mirada del ave negra, un muñeco de felpa ha mirado el océano.
Veo flores amarillas y pienso en ti.
Las flores de septiembre llegaron tarde a diciembre